La ciencia es indiscutiblemente machista. Aunque pueda parecer un ámbito plenamente objetivo, imparcial o neutral, se encuentra inmersa en un sistema profundamente patriarcal, que ha hecho que a lo largo de los años las investigaciones hayan obviado los cuerpos de las mujeres. Son los hombres quien deciden sobre qué investigar, qué financiar, quién participará y cómo se llevará a cabo el estudio, y eso ha hecho que los problemas femeninos hayan quedado, una vez más, invisibilizados en un segundo plano. Son ejemplo enfermedades como la endometriosis o la fibromialgia, que a pesar de afectar a un porcentaje muy elevado de mujeres, nunca han estado, estudias con profundidad.

La primera causa de muerte en mujeres son los infartos. Si preguntamos a la población cuáles son los síntomas previos todo el mundo responde que se manifiestan con una presión en el pecho que puede llegar hasta el brazo. Pues bien, estos son los síntomas que presentan los hombres, porque los de las mujeres son bien diferentes. Las señales de alerta de infarto en mujeres son las náuseas, vómitos y dolor en el centro de la espalda y a la mandíbula. El desconocimiento en este ámbito ya se ha llevado miles de vidas y eso sólo es un ejemplo más de cómo el machismo también afecta a nuestra salud. Este es el llamado Síndrome de Yentl, la invisibilidad que sufrimos las mujeres en los estudios sobre enfermedades cardiovasculares.

El concepto fue desarrollado el año 1991 por Bernadine Patricia Healy, la primera mujer directriz de los Institutos de Salud de los Estados Unidos, que dio al hecho de que la probabilidad de que una mujer no reciba tratamiento adecuado para una enfermedad o problema cardiovascular es mucho mayor que para un hombre porque tradicionalmente son enfermedades asociadas a los hombres y no se ha investigado lo suficiente. Si miramos los datos en España, las enfermedades cardiovascular supusieron el 33,6% de muertos en mujeres en el 2020, con respecto al 26% en hombres.

El machismo también mata

La cuestión es que esta problemática la podemos aplicar a todos los ámbitos del sistema sanitario porque a lo largo de la historia nunca se ha hecho investigación con perspectiva de género. Siempre se ha investigado aplicando estereotipos y sesgos de género, y sin conciencia de como las relaciones de poder influyen. La ciencia se ha visto, como todos los ámbitos de la vida, inmersa en medio de una cultura patriarcal donde los conocimientos que se iban generando estaban globalmente sesgados. La gran mayoría de estudios se realizan sobre hombres, pero los productos obtenidos se venden a todo el conjunto de la población. Y eso hace que ciertas enfermedades que sólo se encuentran en mujeres cisgénero, como la endometriosis, sufren una importante falta de investigación y, por lo tanto, de tratamientos.

diane serik unsplash - mujer ciencia

Si bien en las últimas décadas se han conseguido varios avances, la proporción de mujeres en el sector cientificotecnològic sigue siendo reducida a todo el mundo. En estos momentos, sólo 3 de cada 10 científicos son mujeres. Estas, además, sufren invisibilización y chocan con el techo de cristal. Este es el llamado efecto Matilda, que pone de manifiesto la discriminación sufrida por las mujeres y la negación de las aportaciones, los descubrimientos y el trabajo de científicas que vieron como sus compañeros de investigación se llevaron el mérito de su trabajo. Un hecho que no ayuda tampoco a la aplicación de la perspectiva de género en este campo.