Los Mossos han desmantelado una banda ladrones de casas que actuaba en varios puntos de Catalunya y que tenía información privilegiada. Uno de los intérpretes de albanés del cuerpo policial les avisaba de que les estaban investigando para que extremaran las medidas de autoprotección y así continuar su actividad delicitiva. 

La policía les atribuye 42 robos en las comarcas del Pirineo, de la Catalunya Central, Girona y en la conurbación de Barcelona.

El operativo ha permitido desmontar la organización, desde el líder del grupo hasta los receptadores, pasando por las personas que cometían materialmente los robos además de los gestores que manipulaban la documentación de los vehículos que alquilaban a una persona de su confianza. 

Hay 11 detenidos por delitos de pertenencia a organización criminal, robo con fuerza, receptación, falsificación documental y revelación de secretos. La policía hizo varios cacheos a Barcelona, Cerdanyola del Vallès y l'Hospitalet de Llobregat. 

La banda estaba perfectamente organizada, con un estructura compleja que permitía esquivar las sospechas policiales.

 

Para desplazarse hasta las casas donde tenían que robar utilizaban vehículos que había adquirido una persona rumana, también detenida, para evitar levantar sospechas y que cambiaban semanalmente. La documentación la gestionaban desde dos gestorías de Barcelona y Cerdanyola del Vallès. Para dificultar la investigación policial ponían los vehículos y los seguros a nombre de terceras personas.

Modus operandi

Los robos los cometían casi siempre siguiendo un mismo patrón: el líder de la organización seleccionaba los lugares donde tenían que ir a delinquir, prácticamente siempre viviendas aisladas o pisos con ventanas de fácil acceso. Una vez llegaban al lugar con los vehículos que les habían facilitado las personas que se dedicaban a esta tarea, forzaban las ventanas. Escogían la franja horaria de la noche, ya que de esta manera podían saber si había inquilinos. En caso de que hubiera alguien en la casa descartaban entrar.  

Una vez dentro, revolvían todas las estancias para localizar el dinero, joyas, relojes y otros objetos de fácil transporte y colocación al mercado negro. Estos objetos, principalmente las joyas, las vendían a un padre e hijo que regentaban una empresa de numismática en Barcelona que sabían que eran de procedencia ilícita.