Las jugarretas de los micrófonos abiertos son una de las malas experiencias con que a menudo se encuentran los personajes públicos. Y no tan públicos. Una buena muestra de esto fue la primera rueda de prensa de la Moncloa por el coronavirus con preguntas en directo. "Yo no tengo la culpa de que usted no tenga estudios y se haya tenido que dedicar a ser policía", se escuchó en una discusión entre bambalinas mientras los ministros de Sanidad y el de Transportes esperaban oír la pregunta de una periodista. 

Esta misma semana durante la reunión de la Mesa del Parlament, un micrófono abierto hizo evidente las diferencias entre JxCat y ERC en la Cámara, y amenazó con abrir una nueva crisi entre los socios de govern.

Con el trabajo online, este tipo de situaciones se han reproducido y multiplicado en todos los ámbitos. También en las escuelas. Con el añadido de que las redes pueden amplificar sus efectos.

Ya hace unas semanas un micrófono abierto en una clase de lengua, dio pie a un comentario que se convirtió en viral. Mientras una alumna intentaba identificar qué tipo de predicado contenía la frase que estaba analizando se escucha una voz que irrumpe: "¡El predicado de tus muertos!". Después de interrogar con un alarmado "¿quién ha dicho esto?, la profesora identifica rápido al responsable: "¿has sido tú, Adrián?". El Adrián en cuestión se excusa intentando explicar que se le ha escapado un comentario en voz alta, mientras se oyen risas de fondo. "Hablamos después tú y yo", corta gélida la profesora antes de anunciar la llegada de una amonestación.

Después del patinazo en lengua, el siguiente micro traidor que se hizo popular en las redes es de la semana pasada, durante una clase de matemáticas. Parece que alguno de los alumnos encontró demasiado larga la clase y así lo expresa en voz alta cargando contra el profesor y olvidando el micro abierto. En este caso, el docente no demuestra la frialdad de su colega de matemáticas y la respuesta consiste en uno desafortunado y tu más.

Pero no siempre por la boca muere el pez. Sin necesidad de pronunciar palabra, los chats también se pueden convertir en una fuente inagotable de conflictos como pudo comprobar Adam cuándo escuchó a la profesora en plena clase dirigiéndose a él: "¿Adam sabes que lo que pones en el chat yo lo veo? ¿Y la puta gorda de la profe, también? Y que eso, evidentemente tiene consecuencias?". En este caso, a Adán no se lo oye decir ni pío para intentar excusarse. Pero el escalofrío que le debió recorrer el espinazo ha levantado una oleada de solidaridad con el hastag #TotsSomAdam