Unos 40.000 incendios arden en la selva amazónica de Brasil, el último rebrote de una hiperactiva temporada de fuego que este año ha carbonizado 1.330 kilómetros cuadrados de selva tropical.

No acuses al clima seco de la destrucción rápida del mayor bosque tropical del mundo, dicen los científicos. Los incendios son un desastre causado por el hombre, la industria explotadora de la madera y ganaderos que utilizan el método de "talar y quemar" para eliminar la vegetación y ganar tierra de labranza. Así se ayuda al ambiente tan seco que facilita la propagación descontrolada del fuego.

Brasil ha luchado durante mucho tiempo para preservar la Amazonia, a menudo llamada "el pulmón del mundo" porque produce un 20% del oxígeno del planeta. Pese a las protecciones medioambientales cada vez más estrictas de las últimas décadas, aproximadamente una cuarta parte de esta enorme selva tropical ya ha desaparecido —el equivalente a 22 catalunyas.

Aunque el cambio climático pone en peligro la Amazonia, con un clima más cálido y sequías más largas, el desarrollo es la amenaza principal en la selva tropical. Varios investigadores ambientales explican cómo la agricultura, los grandes proyectos de infraestructuras y las carreteras impulsan la deforestación que asesina lentamente a la Amazonia.

Incendios forestales, Brasil, 2019 (NASA)

Incendios en la Amazonia de agosto de 2019 (Foto: NASA)

1. Cultivos en la selva

"La deforestación se debe principalmente al desbroce de tierras con finalidades agrícolas, sobre todo para ganadería, pero también a la producción de soja", escribe Rachel Garrett, profesora de la Universidad de Boston que estudia el uso de la tierra en Brasil.

Garrett dice que los agricultores necesitan "una cantidad inmensa de suelo para pastos" y se ven empujados a "aclarar el bosque continuamente —e ilegalmente— para agrandarlos (foto principal). Hoy, el 12% de lo que antes era bosque amazónico (unos 372.000 kilómetros cuadrados) es ahora tierra de labranza.

La deforestación de la Amazonia ha aumentado desde que, el año pasado, el país eligió el presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro. Las zonas de conservación federales y las fuertes multas por talar árboles dificultan el crecimiento económico, dice el nuevo presidente, que critica las estrictas regulaciones medioambientales de Brasil.

Garrett dice que no hay evidencias que avalen la visión de Bolsonaro. "La producción de alimentos en la Amazonia ha aumentado sustancialmente desde el 2004", afirma a la científica.

El aumento de la producción se ha visto impulsado por las políticas federales destinadas a desanimar la limpieza de tierras, así como las elevadas multas por deforestación, y los préstamos a bajo interés para invertir en prácticas agrícolas sostenibles. Cada vez más agricultores plantan y recolectan dos cultivos –la mayoría soja y maíz– en lugar de uno solo.

La normativa medioambiental brasileña también ha ayudado a los ganaderos amazónicos.

Las investigaciones de Garrett concluyen que una mejora de la gestión de los pastos, alineada con políticas federales más estrictas de uso del suelo ha permitido duplicar el número de animales engordados y sacrificados por hectárea. "Con la misma tierra, los agricultores producen más carne y, por lo tanto, ganan más dinero", dice.

2. Infraestructuras

El presidente Bolsonaro también impulsa un ambicioso plan de desarrollo de infraestructuras que convertiría los numerosos cursos de agua de la Amazonia en generadores de electricidad.

El gobierno brasileño ha querido construir una serie de nuevas grandes presas hidroeléctricas, incluso en el río Tapajós, el único que quedaba indemne en la Amazonia. Pero los indígenas Munduruku, que viven en torno al Tapajós, se oponen con fuerza.

"Hasta ahora, los Munduruku han frenado o parado muchas iniciativas que querían explotar el Tapajós", escribe Robert T. Walker, profesor de la Universidad de Florida, que ha investigado la Amazonia durante 25 años.

El gobierno de Bolsonaro, sin embargo, es menos proclive que sus predecesores a respetar los derechos indígenas. Una de sus primeras decisiones fue trasladar las responsabilidades en la demarcación de tierras indígenas del Ministerio de Justicia al Ministerio de Agricultura, un departamento decididamente pronegocios.

Según Walker, los planes de desarrollo de la Amazonia de Bolsonaro forman parte de un proyecto más amplio, ideado el año 2000, para construir infraestructuras continentales, que proporcionen electricidad a las industrias y faciliten el comercio en toda la región sudamericana.

Para la Amazonia brasileña, todo eso significa no sólo nuevas presas, sino también "redes de canales, líneas ferroviarias, puertos y carreteras" que permitirán comercializar productos como la soja, el maíz y la ternera, según Walker.

"Este plan es mucho más ambicioso que anteriores proyectos de infraestructuras", escribe Walker. Si sale adelante, calcula que se deforestaría completamente el 40% de la Amazonia.

Incendios forestales cerca del río Xingu, Brasil, 2011 (NASA)

Incendios cerca del río Xingú, en 2011 (Foto: NASA)

3. Ríos sofocados

Una maraña de carreteras, la mayoría de tierra, atraviesan el Amazonas.

Eso mismo es sorprendió a Cecilia Gontijo Leal, una investigadora brasileña que estudia los hábitats de los peces tropicales. "Imaginaba que el trabajo de campo seríaun paseo en barco por ríos inmensos y largas excursiones por la selva", escribe. "En realidad, mi investigación lo que necesitaba era un coche".

Viajando por carreteras de barro precarias para extraer muestras de agua de los ríos del estado de Pará (en el Norte de la Amazonia), Leal se dio cuenta de que los puentes informales de esta red de transporte local afectan a las vías navegables amazónicas. Decidió estudiarlo.

"Hemos encontrado que los cruces de carreteras improvisadas provocan la erosión de las orillas y una acumulación de barro en el cauce. Eso empeora la calidad del agua y daña a los peces que viven en este hábitat de equilibrio tan delicado", dice.

Los cruces mal diseñados, con desagües que estorban el caudal de agua, también actúan como barreras para el movimiento de los peces, impidiéndoles encontrar lugar donde alimentarse, criarse y refugiarse.

4. Renovar bosques tropicales

Los incendios que ahora consumen amplias extensiones de la Amazonia sólo son la última repercusión del desarrollo de la región.

Provocados por los agricultores, probablemente animados por la posición anticonservacionista del presidente Bolsonaro, los incendios provocan tal humareda que el 20 de agosto a mediodía tapó el sol sobre la ciudad de São Paulo, a más de 2.700 kilómetros de distancia. Los incendios aumentan y todavía queda un mes para llegar al cénit de la estación seca.

Parece apocalíptico. Pero la ciencia indica que no es demasiado tarde para salvar la Amazonia.

Se pueden replantar bosques tropicales destruidos por el fuego, por la tala, por la limpieza de tierras y las carreteras, según los ecologistas Robin Chazdon y Pedro Brancalion.

Utilizando imágenes por satélite y las últimas investigaciones sobre biodiversidad, cambio climático y seguridad hídrica, Chazdon y Brancalion identificaron diez millones de hectáreas como "puntos de restauración": zonas donde recuperar bosques tropicales sería más beneficioso, menos costoso y de menor riesgo.

Los cinco países con más potencial para la restauración de bosques tropicales son el Brasil, Indonesia, la India, Madagascar y Colombia.

"Aunque estos bosques de segundo crecimiento no sustituirán perfectamente a los bosques más antiguos que se han perdido", escribe Chazon, "plantar árboles seleccionados con cuidado y ayudar a los procesos de recuperación naturales puede restaurar muchas de sus propiedades y funciones anteriores".

El original de este artículo se publicó en The Conversation. Es un resumen de otros artículos editado por Catesby Holmes.