Todo el mundo ha vivido el coronavirus de forma diferente. Para la muchos, la pandemia ha significado soledad. Para otros, ha sido la oportunidad de encontrarse con ellos mismos y buscar esta misma soledad que se ha hecho insufrible para la otra mitad.

Justamente este es el caso de Valentina Miozzo, que se mudó al extremo norte de Noruega, dentro del Círculo Polar Ártico, no sólo en medio de la pandemia, sino cuando las noches polares duraban 24 horas. "Diciembre y enero fueron dos meses de oscuridad", explica y recoge la CNN.

Miozzo, de la región de Emilia Romagna, en el norte de Italia, había visto su vista trastocada por la pandemia. Se dedicaba a guía de viajes y acompañaba a italianos en sus viajes al extranjero. "Todo estaba concentrado en el turismo", destaca. "Mi vida la he pasado viajando, estaba fuera de casa unos seis meses al año".

Cambio radical

Hasta que llegó la pandemia. Como en muchos otros lugares, la industria de viajes se frenó bruscamente. Incapaz de guiar, siguió escribiendo en blogs y haciendo trabajo promocional de manera telemática. Pero después de vivir unos de los confinamientos más duros del mundo, llegó el verano del 2020, con el virus supuestamente bajo control. Fue entonces, que recibió una oferta para administrar una casa en el Círculo Polar Ártico y no lo dudó.

"¿Estaba asustada? No, lo vi como una oportunidad para visitar lugares que quizás no habría escogido nunca". E insiste en que "como ya no podría hacer mi trabajo, esta era una manera de viajar y vivir otra realidad, de una manera más estática, seguro, pero en una parte del mundo que no conocía y que me fascinaba".

Así, dejó Módena, en Italia, de unos 185.000 habitantes y conocida por los restaurantes y comidas y la cambió por Kongsfjord, de 28 habitantes. "El supermercado más próximo está a 40 kilómetros", explicaba a la CNN. "El hospital más próximo está a 322 kilómetros, y el aeropuerto, obviamente, es pequeño y local y está a 64 kilómetros".

Los contrastes

"En invierno había vientos de 120km/h y hielo por todos lados, era difícil moverse", detalla. Los residentes van al supermercado una vez cada semana o cada dos, siempre que las carreteras están transitables. Cuando hace mal tiempo, ni hay que planteárselo.

"Sabía que me dirigía a un sitio muy aislado, me lo habían advertido. Sabía que era extremo y sabía que estaba en la tundra ártica, pero no había estado nunca en Noruega", comenta. "Poco después de mi llegada, también llegaron las noches polares". Veinticuatro horas de negra noche durante 7 días a la semana. "Fue una experiencia increíble, vivir dos meses completamente en la oscuridad. No fue perturbador, de hecho, es más difícil vivir con la luz del día".

Y de la negra noche, a la luz de día. Desde mediados de mayo hasta mediados de julio, el sol no se pone. "Se hace más difícil dormir".

Su trabajo Kongsfjord acabó hace unos dos meses, pero ha decidido quedarse un tiempo más y ha alquilado una casa. "Ha sido precioso estar aquí". Por lo que explica ha creado vínculos fuertes con los habitantes del lugar. Ya sea por la pandemia, la armonía de Kongsfjord o su gente. De momento, se plantea volver en su trabajo de guía en otoño, aunque subraya que "volverá para visitarlos".

 

 

Imagen principal: Noruega / Unsplash