La pasta es uno de los alimentos que más suelen gustar a amplias capas de la población, desde los niños a los más adultos. Pero también suele ser una de las primeras cosas a reducir cuando uno decide perder peso y cuidarse más, sobre todo en sus variedades no integrales. Al fin a y al cabo se trata de hidratos de carbono de absorción rápida y no es muy recomendable para aquellos que padecen sobrepeso u obesidad. O al menos, recién hecha. Aunque lo pueda parecer, no es ninguna perogrullada. De hecho, esta conclusión es fruto de un experimento que se realizó en Inglaterra.

Primero hay que tener en cuenta que la pasta es un carbohidrato y, por lo tanto, el organismo lo absorbe como azúcar y eleva el nivel de la glucosa en la sangre. El cuerpo, ante esta subida, responde produciendo una mayor cantidad de la hormona insulina desde el páncreas, cuyo objetivo es estabilizar ese nivel alto de glucosa lo más rápido posible. Este es el caso de la pasta caliente.

Tallarines

Sin embargo, según el estudio que se realizó en Oxford, cuando la pasta se deja enfriar y se consume al día siguiente, la cosa cambia. De hecho, con esta simple acción, la pasta se absorbe como si fuera fibra, y la respuesta del organismo es totalmente diferente. Tanto que el consumo de fibra tiende a equilibrar la glucosa y reduce los niveles de insulina.

La razón es que, al enfriarse después de ser cocinada, su estructura cambia y se convierte en almidón resistente, una sustancia que provoca que nuestro  organismo se vuelve resistente a esta comida y la absorba progresivamente, por lo que no eleva los niveles de glucosa y el páncreas no se ve en la necesidad de generar más insulina. Lo mismo ocurre con otro alimento muy típico en nuestra dieta, la patata, que consumida fría sufre el mismo proceso.

Los expertos de Oxford, además, estudiaron si en el caso de que la pasta fuera recalentada, se mantenía como almidón resistente o si volvía a su estado original. Para hacerlo, creó tres grupos de personas a los que durante tres días se les suministró pasta caliente, fría y recalentada para comer. La misma cantidad y con el mismo acompañamiento.

Al realizar los análisis de sangre correspondientes comprobaron que, aun recalentada, seguía siendo absorbida como si fuera fibra por el organismo. Por lo que está claro que no hay nada mejor que hacer la pasta y consumirla después.

Macarrones

Y para los que la prefieren recién hecha, lo mejor es decantarse por su versión integral. La razón es que contiene fibra, lo que proporciona mayores beneficios para nuestro cuerpo. En primer lugar porque aumenta la sensación de saciedad y nos hace comer menos. Además, no provoca una subida de los niveles de glucosa en sangre, previene el estreñimiento porque al absorber más agua vuelve las heces más voluminosas y consistentes y ayuda a controlar las cifras de colesterol en sangre.