La interrupción de la rutina debido a la Covid-19 está provocando que muchas personas estén teniendo verdaderos problemas para conciliar el sueño. En esta situación, que además va unida a un gran estrés por la incertidumbre que genera la pandemia, algunos pueden presentar la tendencia a comer alimentos que son sabrosos pero llenos de grasas y azúcar, debido a la influencia que tienen sobre el estado de ánimo y la dependencia que crean. Pero, si bien esto puede hacer sentir mejor por un tiempo, los expertos dicen que finalmente se acaba generando un ciclo de depresión e incluso más atracones

Comprender por qué comemos en exceso en respuesta al estrés puede ayudarnos a tomar mejores decisiones y evitar los cambios de humor asociados con él. El estrés eleva los niveles de una hormona en nuestro cuerpo llamada cortisol. El cortisol desencadena una cascada de reacciones que transforman la química de nuestro cerebro, especialmente en relación con los químicos que regulan el estado de ánimo, el apetito, la motivación y el sueño. 

Oreo

Para compensar este desequilibrio en las hormonas, nuestro cuerpo hace que ansiemos alimentos ricos en carbohidratos o muy sabrosos para aumentar estos importantes químicos. La grasa, el azúcar y la sal que contienen estos alimentos desencadenan una serie de reacciones en los centros de placer del cerebro y nos hacen sentir más tranquilos, contentos o incluso un poco eufóricos

A corto plazo, esto es útil porque ayuda a elevar el nivel de neurotransmisores cuya función es sentirse bien como la serotonina, que nos ayudan a sentirnos más tranquilos y relajados. A la larga, sin embargo, puede provocar muchos problemas, incluido el aumento de peso, un control deficiente del azúcar en la sangre y problemas con el sueño, el comportamiento y el estado de ánimo.

Comer alimentos altamente refinados que son ricos en azúcar provoca cambios rápidos en el azúcar en la sangre, la insulina y otras hormonas que regulan el estado de ánimo y la saciedad. Estas fluctuaciones afectan al cortisol, así como a las catecolaminas relacionadas con el estrés, como la epinefrina, lo que puede conducir a más atracones. Aunque los atracones pueden hacer que una persona se sienta mejor por un tiempo, sus efectos son solo temporales. Esto puede estimular los antojos de más azúcar y grasa, lo que lleva a comer aún más. 

Pasteles

El problema es que se puede desencadenar una cascada de patrones adictivos que solo empeoran el problema original. Las personas continúan usando el mecanismo de afrontar los atracones en lugar de lidiar con sus problemas subyacentes. Además, los alimentos de los que suelen abusar las personas por su alto contenido en grasas y azúcares, suelen tener muchos perjuicios para la salud.

Los científicos recomiendan tomar conciencia de los momentos del día en que se tiende a tener antojos. Una vez que se sepa cuáles son, hay que planificar una actividad durante esos momentos para distraerse: llamar a un amigo, ver un programa de televisión o hacer ejercicio. Además, hay que mantener comidas y meriendas saludables. Y seguir una dieta equilibrada que contenga alimentos ricos en vitaminas, minerales y fibra dietética.