Aunque pueda pensarse justamente lo contrario, escuchar música con un ritmo rápido a la hora de hacer ejercicio mantiene el ritmo cardíaco y la fatiga al mínimo. Así queda de manifiesto en un nuevo estudio que analiza las propiedades de la música mientras se realiza una actividad física.

Y a pesar de que los factores culturales, la experiencia de cada uno o las preferencias musicales pueden afectar a la forma en la que percibimos las canciones, existen ciertos atributos musicales básicos que parecen provocar respuestas similares en las personas de todas partes del mundo. Estos atributos tienen que ver con el ritmo, el tempo, la melodía y la armonía, al contrario que los efectos de las letras y el género, que no son universales. 

El nuevo estudio ha aparecido en la revista Frontiers in Psychology y analiza específicamente la influencia de tempos superiores –música más rápida– en la actividad física. Según los investigadores, de diferentes universidades europeas, la relación entre el ritmo de la música y la percepción del esfuerzo durante las diferentes demandas metabólicas aún no está clara, por lo que decidieron investigarla con 19 mujeres voluntarias con edades comprendidas entre 24 y 31 años. Todas ellas participaban regularmente en actividades físicas entre tres y cinco veces por semana, desde hacía al menos 1 año.
Running (1)Los expertos les pidieron que realizaran diferentes tipos de ejercicio, como el de resistencia, tipo trabajo en cinta y un entrenamiento de alta intensidad como el levantamiento de pesas. Para establecer una línea de base para cada participante, los investigadores calcularon el índice de masa corporal. También anotaron el grado de experiencia de cada uno de los entrenamiento y su frecuencia cardíaca máxima. 

Las mujeres participantes completaron dos sesiones de ejercicio diferentes que tuvieron lugar en días distintos. Una sesión implicó resistencia y la otra se centró en entrenamiento de alta intensidad. Durante cada sesión, realizaron una rutina cuatro veces. Cada vez que lo hacían, los investigadores utilizaron un tipo de música diferente. Tres eran de música pop, mientras que la cuarta no incluía música. Las canciones pop que escucharon las participantes estaban en tres tempos diferentes;  bajo: 90-110 latidos por minuto (lpm), medio: 130-150 lpm y alto: 170-190 lpm.

Los investigadores cambiaron aleatoriamente el orden de las condiciones musicales para lograr una representación equilibrada. En la sesión de resistencia, las mujeres caminaron en una cinta de correr a 6,5 kilómetros por hora durante 10 minutos para alcanzar un estado de esfuerzo constante. En la sesión de alta intensidad, realizaron una prueba máxima de una repetición en una máquina de piernas aumentando progresivamente el peso.


AuricularesDurante la prueba se registraron los niveles de esfuerzo y de frecuencia cardíaca. El efecto beneficioso de la música de mayor tempo fue más pronunciado cuando los participantes participaban en ejercicios de resistencia.

Además, comprobaron que escuchar música de alto tempo mientras se hacía ejercicio se tradujo en una frecuencia cardíaca más alta y un esfuerzo percibido más bajo en comparación con la práctica del ejercicio sin música. Es decir, sintieron que hacían menos esfuerzo, pero no era así. Los expertos creen que esto se debe a que los movimientos repetidos a un mayor tempo parecen estar relacionados con las fases entre los latidos, estimulando un bucle de retroalimentación.