Investigadores de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) han identificado la implicación de determinadas áreas corticales del cerebro en la adicción a la comida que comporta la pérdida de control en la ingesta asociada a la obesidad y a los trastornos alimentarios. En la adicción a la comida, al igual que otras adicciones como pueden ser a las drogas, dos circuitos cerebrales juegan un papel muy importante. Tales sustancias tienen efectos placenteros iniciales que actúan en el circuito cerebral de recompensa.

Este se dispara en su mayor parte por la liberación del neurotransmisor (sustancia que permite la comunicación entre las neuronas) dopamina desde una zona del cerebro llamada núcleo accumbens. De esta forma, cuando comemos el núcleo accumbens segrega dopamina que hace funcionar el circuito de recompensa y sentimos placer. En las neuronas hay receptores para este neurotransmisor, si no la comunicación entre ellas no sería posible.

EuropaPress 1362515 Conservantes de los alimentos pueden alterar las hormonas y favorecer la aparición de obesidad

Conservantes de los alimentos pueden alterar las hormonas y favorecer la aparición de obesidad / Europa Press

Pero hay otro circuito que se encarga de controlar al de recompensa y así evitar que nos dejemos llevar por el placer. Sería como la parte racional de la conducta que actúa inhibiendo a la parte hedonista. Por tanto, parece desempeñar un papel crucial en la transición y la persistencia del comportamiento adictivo. Este ocurrirá cuando después de tomar muchas veces una sustancia o realizar una actividad se modifique el sistema de recompensa y las vías neuronales asociadas haciendo que no funcione como debería.

En el nuevo estudio se ha identificado que, además de en la red neuronal de recompensa, en el circuito de control también se encuentra un receptor concreto de dopamina, el D2, donde ejerce un papel para controlar la respuesta primaria a la recompensa. Y su función es precisamente la de desinhibir, como si hubiera un infiltrado dentro de la parte del cerebro que evita que nos dejemos llevar por el placer.

Modelo en roedores

El estudio liderado por los investigadores de la universidad Rafael Maldonado, Elena Martín-García y Laura Domingo ha utilizado un modelo en roedores que imita las anomalías de comportamiento asociadas a la adicción a la comida en humanos.

La pérdida de control está definida por una elevada motivación e impulsividad por la comida y la búsqueda compulsiva pese a "los efectos negativos de esta conducta". Según Maldonado, la identificación de un área específica del cerebro en la pérdida de control en la ingesta de comida "puede ser interesante" para la prevención y tratamiento de estos trastornos

 

upf investigadores

El equipo de la UPF que ha liderado el estudio: Rafael Maldonado, Elena Martín-García y Laura Domingo / UPF

Los resultados del estudio se han publicado en la revista ‘Nature Communications’ en colaboración con investigadores de la Universidad de Mainz (Alemania), el Centro de Regulación Genómica (CRG), el Instituto Cajal, la Universidad Johannes Gutenberg (Alemania), la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y el Hospital del Mar.