La Organización Mundial de la Salud ha decretado que la resistencia a los antibióticos es un problema de salud urgente y una amenaza a la salud de los millones de personas que habitan el planeta.

Según esta institución, día a día están apareciendo y propagándose nuevos mecanismos de resistencia que ponen en peligro la capacidad para tratar las enfermedades infecciosas comunes, como la neumonía, la tuberculosis, la septicemia, la gonorrea o las enfermedades de transmisión alimentaria, son cada vez más difíciles —y a veces imposibles— de tratar, a medida que los antibióticos van perdiendo eficacia. Además, esta resistencia incrementa los costos médicos y provoca que se prolonguen las estancias hospitalarias y que aumente la mortalidad.

Ante esta circunstancia, en algunos países se están llevando a cabo acciones que van más allá de un control estricto en la administración de los antibióticos. En Bélgica, por ejemplo, se están dispensando unos fármacos llamados fagocitadores de bacterias que en realidad consisten en virus cuya misión es evitar la proliferación de las bacterias en el organismo de la persona, mediante un proceso de fagocitación. Y lo hacen porque necesita alimentarse de ellas para sobrevivir.

Fagocitadores

De momento, Bélgica es el único país de Europa Occidental donde está permitido el uso de estos fármacos. En los Países Bajos solo pueden utilizarse en casos excepcionales, pero no son de uso común.

El principal problema de esta nueva forma de medicación es que para que un especialista prescriba una, antes es necesario saber qué tipo de bacterias son las causantes de la enfermedad a tratar y en función de cada individuo, los fagocitadores se fabrican de forma individual.

Es decir, se trata de un medicamento que requiere una personalización, lo que tiene unos costes elevadísimos y demandaría mucho esfuerzo por parte de las entidades que se dedican a controlar el uso de los mismos. Por lo tanto, en la UE no está permitido su dispensación a la población ni forman parte de los planes de salud de los distintos países que la conforman.

En Bélgica se puede hacer uso de los mismos mediante la emisión de un certificado de los principios activos del fármaco, lo que ha llevado a muchos  laboratorios a utilizarlos y experimentar con ellos.

E. coli

Lo cierto es que el uso de estos fármacos no es algo nuevo, se descubrió hace casi cien años. En concreto, una investigación llevada a cabo en Georgia en 1923 fue la que demostró su utilidad en el tratamiento de distintas enfermedades. El organismo que más ha trabajado en este sentido es el Instituto Georgi-Eliava en Georgia, que tuvo que desarrollar el tratamiento debido la falta de antibióticos que, en aquellos años, había en la extinta Unión Soviética.

Los expertos que abogan por su uso alegan que los fagocitadores no reemplazarían a los antibióticos y que el objetivo es que ambos se utilicen de forma conjunta para que los antibióticos sean más efectivos.