La pasta es uno de los alimentos más socorridos que existen. Es fácil de cocinar, está rica y es uno de los alimentos estrella de cualquier familia, también en verano. Pero a veces surgen dudas acerca de su conservación. La vida útil de la pasta en la nevera depende del ingrediente principal de la misma y de cada plato en particular, aunque la media es de entre tres y cinco días. Teniendo en cuenta que en los últimos años han surgido muchas variedades –desde las clásicas de trigo hasta las elaboradas sin gluten con ingredientes como  lentejas o huevo.

Por ejemplo, la pasta de trigo fresca casera dura entre 4 y 5 días. La comprada en la tienda, entre 1 y 3 días. La cocida, entre 3 y 5 días. La elaborada a base de lentejas, o guisantes, entre 3 y 5 días. Otros tipos de pasta sin gluten, también entre 3 y 5 días. La pasta rellena, cinco días como máximo y la lasaña, cinco días también.
Pasta al pesto

Uno de los signos más reveladores de la pasta que ya no está buen estado es que se ha vuelto viscosa o pegajosa, lo que generalmente ocurre justo antes de que el moho visible comience a crecer. También puede producirse una opacidad o decoloración, como un tono grisáceo o blanquecino. A veces, incluso puede percibirse un olor distinto que hace sospechar que ha empezado a pasarse. 

Tomar pasta pasada de fecha puede provocar una intoxicación alimentaria. Aunque puede parecer una obviedad, se produce de forma más frecuente de lo que parece, porque el cambio de textura, de sabor o de consistencia a veces se enmascara en el sabor de la salsa. Los síntomas más frecuentes son de naturaleza gastrointestinal: malestar estomacal, diarrea y vómitos. Uno de los patógenos transmitidos por los alimentos más comunes que pueden crecer en la pasta caducada es el Bacillus cereus, que puede causar calambres, náuseas, diarrea y vómitos. En casos severos, puede provocar intoxicaciones más graves.

La mejor manera para comerla

Podría parecer que lo mejor es tomársela recién hecha, pero lo cierto es que existen razones para pensar lo contrario. Como curiosidad, según un estudio que realizó la Universidad de Oxford en Inglaterra, cuando la pasta se deja enfriar y se consume al día siguiente, engorda menos que cuando se consume recién hecha. Con esta simple acción, la pasta se absorbe como si fuera fibra, y la respuesta del organismo es totalmente diferente. Así, el consumo de fibra tiende a equilibrar la glucosa y reduce los niveles de insulina.

Plato de pasta

La razón es que, al enfriarse después de ser cocinada, su estructura cambia y se convierte en almidón resistente, una sustancia que provoca que nuestro  organismo se vuelve resistente a esta comida y la absorba progresivamente, por lo que no eleva los niveles de glucosa y el páncreas no se ve en la necesidad de generar más insulina. Lo mismo ocurre con otro alimento muy típico en nuestra dieta, la patata, que consumida fría sufre el mismo proceso.

A la hora de recalentarla, una buena opción si no contiene salsa es colocarla en un colador y sumergirla en agua hirviendo entre 30 y 60 segundos.