La tasa de muertes por enfermedades cardíacas y cerebrovasculares no sólo no disminuye, sino que no deja de crecer en algunos de los países más ricos. Se ha convertido en una auténtica plaga que preocupa cada vez más a los científicos y a las autoridades sanitarias, alarmados ante las cifras.

Recientemente, un equipo de expertos de la Universidad de Melbourne de Australia analizó los datos de este tipo de muertes en 23 de los países ricos de todo el mundo a partir del año 2000.

Los resultados de este estudio han sido publicados en el International Journal of Epidemiology y concluyen que en casi la mitad de los países, las cifras o se han mantenido o han aumentado. Entre estos últimos, se encuentran por ejemplo EE. UU. y Canadá. Y en los países donde han disminuido las muertes, como Australia, el Reino Unido y Nueva Zelanda, ese porcentaje de reducción ha ido decreciendo prácticamente cada año desde el 2000.

¿Por qué sucede esto? En principio, una razón podría ser la obesidad, señalan los científicos, porque ha aumentado considerablemente en casi todos los países durante ese periodo de tiempo. Pero un factor no explica por sí sólo esta tendencia mundial.

Hamburguesa

Otros factores como el tabaco, la hipertensión, la diabetes o el colesterol alto juegan también un importante papel. Pero los investigadores también destacan que nunca como ahora existe tanta información acerca de los factores de riesgo de enfermedades cardíacas, ni se ha tenido acceso a fármacos y otras estrategias de intervención para frenar esta epidemia. Y ponen como ejemplo la inclusión de nuevos términos como la prediabetes o la prehipertensión, que han servido para realizar un seguimiento más exhaustivo de los pacientes y prevenir enfermedades cardiovasculares mediante cambios en el estilo de vida o medicamentos que podrían prevenir futuras complicaciones. 

Las conclusiones a las que se llega en el estudio son repetidas por toda la comunidad científica: una mayor inversión en medidas preventivas para mejorar la salud, particularmente aquellas destinadas a aumentar la actividad física, mejorar la dieta y reducir la obesidad. Controlar los factores de riesgo parece ser la clave para revertir esta tendencia constante y aunque puede sonar muy simple, la realidad demuestra que aún queda mucho camino por hacer.

Operación

Dejar de fumar, controlar la presión arterial, controlar el colesterol, controlar la diabetes y perder peso son los mantras con los que los científicos alertan de que se conseguiría reducir mucho las cifras. Sin embargo, en esta cuestión siempre se topa con toda la maquinaria de la industria alimenticia y el marketing que conlleva.

Hacer frente educativamente a toda la oferta que pueden encontrar las personas, desde niños en supermercados, máquinas de vending en lugares públicos, anuncios en televisión, cartelería en la calle… Es un auténtico bombardeo animando a consumir productos nocivos para la salud contra el que es muy difícil combatir. Y a esto se añade la gran cantidad de oferta de productos ricos en azúcares y en grasas trans que se puede encontrar en el mercado.

¿La solución? Según señalan los investigadores, pasaría por un pacto global que, por ahora, parece muy lejano. El tiempo dirá si cuando se logre –si es que se consigue– será demasiado tarde para muchos o no.