Los gritos de "presidente, presidente" que rodearon a Santiago Abascal durante su última visita en Catalunya parecen ahora exageradamente optimistas. El 1 de junio, y en plena campaña por las elecciones en Andalucía, el líder de la ultraderecha llegaba a Cornellà de Llobregat, donde lo esperaban un millar de asistentes al acto del partido para escuchar su habitual discurso contundente. Eran buenos momentos para Vox, que celebraba su primer año en el Parlament y avistaba un futuro optimista, no solo en Catalunya, sino que también más allá. No es ningún secreto que el sueño de Abascal es llegar a La Moncloa.

Esta opción hace tiempo que no parece realista. Durante 2021, las encuestas han dejado Vox siempre a cierta distancia del Partido Popular, situándose constantemente, eso sí, como tercera fuerza en el Congreso de los Diputados, y pronosticando unos apoyos bastante similares a los que ya recibió en las elecciones de noviembre de 2019. La crisis del Partido Popular al principio de este año por la guerra abierta entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso espoleó momentáneamente la ultraderecha, acercándolos peligrosamente a los conservadores y poniendo en bandeja el sueño del sorpasso, si bien este no llegaba a materializarse en los análisis demoscópicos.

Posteriormente, llegaba Alberto Núñez Feijóo para solucionar la situación y tomar las riendas del Partido Popular. El retorno de la estabilidad a la formación, junto con la popularización de su "moderado" liderazgo, al menos en comparación con la manera de hacer de Pablo Casado, impulsaba con fuerza los azules de nuevo en las encuestas, en lo que los medios han descrito como el 'efecto Feijóo'. Durante semanas, la principal víctima del auge de los populares no era Vox, que sencillamente volvía a sus cifras habituales, sino el PSOE, que veía cómo Feijóo adelantaba a Pedro Sánchez y hacía retroceder a los socialistas.

Andalucía lo cambia todo

Pero esta tendencia cambió del día por la noche. La razón, las elecciones andaluzas del 19 de julio. Los comicios en la región meridional del Estado, y territorio socialista, dejaron unos resultados sorprendentes e inesperados. Y es que ni siquiera los miembros del Partido Popular se esperaban alcanzar la mayoría absoluta en la región. El presidente autonómico y candidato conservador, Juanma Moreno, había apelado durante la campaña a conseguir un gobierno nítidamente azul, con la intención de dejar Vox fuera del gobierno regional. La ultraderecha, en cambio, confiaba en entrar, esta vez sí, a la Junta andaluza. "Cada vez tiene más cara de presidenta", decía Abascal sobre la candidata ultra, Macarena Olona. Ella misma incluso le preguntaba a Moreno, en pleno debate televisivo, si sería su vicepresidente.

Al final, sin embargo, nada de todo eso. El éxito del PP, absolutamente contundente, contrarrestaba con el fracaso de Vox. Los ultras tan solo se llevaban 100.000 votos y dos diputados más que en 2018, lejos de los cálculos oficiales y también de los pronósticos de la formación. El resultado era ciertamente vergonzoso para un partido que había soñado con el cielo y acababa por darse un baño de realidad. En cambio, el Partido Popular salía completamente reforzado. Las encuestas lo demostraban, sumando todavía más apoyos a los conservadores durante el último mes y medio.

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Santiago Abascal y Macarena Olona, en Granada durante la campaña electoral / Foto: Europa Press

La víctima es ahora Vox

Con una diferencia: ahora, es la ultraderecha quien pierde apoyos -y en abundancia. Los resultados de Andalucía han sido catastróficos para los intereses de Vox, que ha empezado a desinflarse en todos los estudios demoscópicos. El CIS mismo, por ejemplo, muestra cómo los de Santiago Abascal han pasado de acaparar el 16,5% de los votos el 9 de junio a sólo el 12% un mes después. 4,5 puntos de diferencia que, incluso, los han convertido en cuarta fuerza en el Congreso, por detrás de Unidas Podemos, algo que no se veía desde hace dos años. Más allá del CIS, el resto de encuestas también señalan esta tendencia (según las cifras d'elDiario.es, Vox cae 5,5 puntos) que, por ahora, parece no tener traba.

Y es que aún podría complicarse más la vida para los ultras. La resaca de las elecciones andaluzas también ha dejado más consecuencias. Era un secreto a voces que Macarena Olona, que había dejado el Congreso de los Diputados para ser la candidata en Andalucía sin conseguir ningún cargo al nuevo gobierno andaluz, quería dejar la región para volver a la capital española. La negativa del partido a facilitar su retorno, obligándola a quedarse en el Parlamento autonómico, finalmente ha comportado un final inesperado: abandonar la política activa alegando motivos de salud. "La salud no entiende de compromisos adquiridos", decía en un comunicado, una crisis que puede empeorar todavía más los números en las encuestas. Abascal se pronunciaba por las redes y manifestaba su "profundo agradecimiento" a Olona por su trabajo. Lo cierto, sin embargo, es que las consecuencias de sus resultados en Andalucía no son motivo de celebración: Vox puede haber tocado techo. Por fin.