A sus 87 años y después de cinco retirado en Abu Dabi, el rey emérito Juan Carlos I ha publicado este octubre sus memorias: Reconciliación, una obra en la que el monarca repasa su vida desde su nacimiento en Roma, en el exilio, el 5 de enero de 1938. Juan Carlos aborda sus relaciones familiares, sus escándalos económicos y sexuales y también algunos de los episodios más importantes de la historia de España, de los que ha sido testigo en primera persona desde su posición privilegiada. Uno de estos es el intento de golpe de Estado del 23-F, del que el Rey ha dado su versión.
"No tengo nada que ocultar", asevera el monarca emérito, quien ha comenzado el relato sobre aquellos hechos negando cualquier distanciamiento por el entonces presidente Adolfo Suárez. "Él conservaba mi confianza, mi reconocimiento y mi sincera amistad", ha asegurado Juan Carlos, quien, sin embargo, ha apuntado a la "distancia institucional" entre ambos por el papel que le marcaba la Constitución y que quería cumplir con "rigor". Poco antes, Suárez le había comunicado su decisión de dimitir, lo que dio paso a la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo que se vio interrumpida por la entrada del teniente coronel Antonio Tejero y sus tropas golpista en el Congreso el 23 de febrero.
Una de las inquietudes en torno al golpe y la figura del entonces rey fue la reunión que mantuvo con el general Alfonso Armada, su antiguo secretario durante dos décadas y luego uno de los cabecillas detrás del 23-F. Juan Carlos se vio con él en la estación de esquí de Baqueira Beret el 6 de febrero de 1981, pocas semanas antes del golpe. Armada entonces había sido apartado por Suárez al gobierno militar de Lleida. El Rey ha justificado que entonces quería "sondear el ánimo de los militares y tener información de primera mano" del ruido de sables en los cuarteles, en un contexto en el que Suárez y la democracia que este representaba eran el enemigo número uno del franquismo aún latente en amplias capas del Ejército. Sin embargo, Juan Carlos I ha afirmado que Armada no le dijo nada que le "pusiera en alerta" más allá de avisarle de que "se oyen cosas", pero que los coroneles estaban "tranquilos".
Indicios que no tomó "en serio"
La realidad es que entonces ya había muchos indicios de que algo se avecinaba y el rey lo ha admitido. Por ejemplo, ha señalado que su padre, Juan de Borbón, había comido esos días con el teniente general Jaime Milans del Bosch, a cargo de la región militar valenciana, que le diría al entonces conde de Barcelona: "Antes de retirarme, sacaré los carros de combate a la calle". Efectivamente, lo acabó haciendo el 23-F. "Decididamente todo el mundo jugaba con fuego y yo lo comprendí demasiado tarde", escribe en el libro el rey emérito, que admite que debió tomarse "en serio" la fanfarronada del general.
El resto del relato es el que ya se ha escrito numerosas veces. El rey ha afirmado que el asalto al Congreso le pilló de sorpresa y desmiente lo que los golpistas dijeron sobre que actuaban en su nombre. Relata que lo primero que hizo fue llamar al jefe del Ejército de Tierra, el teniente general José Gabeiras, que ese momento casualmente se encontraba con Armada. Juan Carlos afirma que el militar mantuvo un tono de voz "calmado" que le hizo sospechar de que sabía qué se tramaba.
Cuando Armada pidió permiso para ir a la Zarzuela, lo que se hubiera interpretado como connivencia del rey con el golpe, el monarca le dio largas y el entonces secretario de la Casa Real, el general Sabino Fernández Campo, cerró la puerta a esta posibilidad. Su "ni está ni se le espera" al entonces jefe de la división acorazada Brunete, el general Juste, fue el punto de inflexión para el fracaso del golpe, puesto que este vio que el rey no estaba al tanto de los planes de Armada.

El silencio "habría sido tomado por consentimiento"
Entonces el Rey llamó a los once capitanes generales para sondear su postura ante el golpe, la mitad de los cuales lo hacían, pero no se atrevieron a desobedecer. Y les advirtió: "Quien se subleve contra el Rey está dispuesto a provocar una guerra civil y será considerado responsable". Tras ello, contactó con TVE para emitir el recordado mensaje expresando su apoyo a la legalidad vigente. No sin dificultades, porque algunos militares rebeldes habían tomado los estudios y tuvo que desplazarse a la Zarzuela un equipo móvil, por lo que al final fue pasada la 1:00 de la madrugada. El monarca se muestra convencido que si no lo hubiera hecho, su silencio "habría sido tomado por consentimiento". Juan Carlos relata en el libro que entonces comenzó la instrucción de Felipe como futuro rey, puesto que le llamó para que viera de primera mano los hechos y le advirtió de que en ese momento la Corona estaba "en el aire y nadie sabe de qué lado caerá".
Una vez se resolvió la situación, cuando Juan Carlos I recibió a los líderes políticos en la Zarzuela, Adolfo Suárez había pensado que el golpista Armada había tenido un papel para evitar el golpe y se lo hizo saber. "Nos ha salvado la vida. ¡Hay que condecorarlo!", le dijo. A lo que el monarca le respondió: "No, Adolfo, eras tú quien tenía razón. Armada es un traidor".