La reina de Inglaterra Isabel II ha muerto en Escocia. Y no ha sido casual. El castillo de Balmoral, en Aberdeenshire, propiedad privada de la reina y escenario habitual de las vacaciones familiares, era una de sus residencias preferidas. Finalmente, ha sido también el lugar donde ha decidido pasar sus últimos días y donde ha recibido el último adiós de su familia.

🔴 Muerte de la reina Isabel II de Inglaterra y proclamación de Carlos III, última hora | DIRECTO

Isabel II estaba en Balmoral el martes pasado cuando recibió a la nueva primera ministra, Liz Truss, para encargarle la formación de un nuevo gobierno una vez los conservadores la escogieron como nueva líder del partido. Fue un hecho excepcional que el recibimiento de un nuevo primer ministro no se celebrara en el Palau de Buckingham. No había pasado nunca en los 70 años de reinado. Esta circunstancia disparó los rumores sobre la salud de la reina.

El amor por Balmoral

Isabel II no escondió nunca su inclinación por Balmoral, aunque la residencia oficial en Escocia era el palacio de Holyrood. Era un amor compartido por otros miembros de la familia real británica. Una de sus nietas, Eugènia, no dudó a calificar como el lugar más bonito del mundo esta residencia que ocupa 20.000 hectáreas de terreno, con un castillo construido el siglo XV y adquirida por la reina Victoria en 1848.

Allí se había hecho habitual la imagen de la reina en momentos de descanso, calzando botas altas, o su marido Felipe y su hijo Carlos, con el tradicional kilt escocés -evidentemente, con los colores de la residencia-. No obtanten, no todos los momentos de Balmoral fueron positivos. En esta residencia se encontraba la reina cuando murió la princesa Diana, en uno de los episodios que han hecho correr más tinta en la prensa rosa durante su reinado.

Escocia

En septiembre del 2014 la reina escogió seguir desde su residencia de Balmoral el referéndum de independencia escocés. Fue un gesto elocuente. La monarca intervino en la campaña para dejar claro que la Corona se declaraba neutral en aquel proceso y que se trataba de un asunto del pueblo escocés. Era la respuesta a las presiones que había recibido para posicionar en contra de la independencia.

Isabel dejó claro que su neutralidad no era indiferencia. Cuando en el referéndum se impuso el no hizo público un comunicado en que aseguró que lo que mantenía unidos a los británicos era que mantenían en común "un perdurable amor para Escocia". "En Escocia y por todas partes, hoy habrá sentimientos intensos y emociones confrontadas. Entre familiares, amigos y vecinos. Esta es, por descontado, la naturaleza de la tradición democrática robusta de que disfrutamos en este país", afirmó en un texto donde mostró el convencimiento de que la expresión vivida de opiniones contundentes no impediría el espíritu y respeto mutuo entre los británicos.