El president, Carles Puigdemont, se está convirtiendo en una auténtica pesadilla para el gobierno de Mariano Rajoy. El lunes desafió a las autoridades españolas atravesando la frontera belga para viajar a Dinamarca y participar en un debate en la universidad de Copenhague en medio de una enorme expectación; el martes se reunió con diputados del Parlamento danés para reclamar diálogo y denunciar desde los pasillos de Christiansborg el encarcelamiento y exilio de su Gobierno; y el miércoles, otra vez en Bruselas, se ha encontrado con el presidente del Parlament, Roger Torrent, para abordar su investidura de nuevo rodeado de focos. Cada movimiento del político independentista consigue concentrar la atención de la prensa europea, incluida la española que retransmite en directo, todos y cada una de sus apariciones mientras el ministerio de Interior peina fronteras, intentando taponar cualquier rendija por donde pueda entrar en territorio catalán.

Después de la experiencia de las urnas del 1-O, que aparecieron puntualmente en los colegios electorales sin que los 6.000 policías españoles desplegados consiguieran interceptar ni una sola, y, sobre todo, después de la posterior marcha de Puigdemont del territorio español, el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, ha asegurado que esta vez el político gerundense no atravesará la frontera ni siquiera en el maletero de un coche. La prioridad ya no es encarcelarlo sino que no vuelva. Pero el calendario se agota. La investidura ha quedado fijada ya para el próximo martes y el president, una vez designado como candidato, sigue sin descartar la posibilidad de estar presente en la Cámara catalana.

Vigilancia del CNI

El diario La Razón aseguraba ayer que el CNI ha organizado un dispositivo de vigilancia que controla las 24 horas los movimientos de Puigdemont y de los consellers que están en Bruselas y que los servicios de inteligencia españoles mantienen constantemente informado al ejecutivo de Rajoy. Fuentes próximas a Puigdemont, en cambio, niegan que hayan conseguido controlar sus movimientos.

De hecho, esta supuesta estrecha vigilancia a que España tiene sometido al político catalán se contradice con el reforzamiento del control fronterizo que se ha activado en Catalunya desde hace días. El martes, cuando Puigdemont estaba en Dinamarca, hasta cuatro policías acudieron a las puertas del avión proveniente de Copenhague a controlar a los pasajeros que desembarcaban.

La imagen más gráfica se ha producido, sin embargo, este miércoles cuando se ha podido ver a la policía española repasando las alcantarillas del parque de la Ciutadella, lo cual ha hecho evidente hasta qué extremo llega la preocupación del dispositivo de seguridad del Estado que contempla muy seriamente la posibilidad de que Puigdemont llegue hasta las puertas del Parlament.

Poco después de que trascendiera el control policial, el museo de Historia, con una sutil muestra de ironía, se encargó de recordar a los investigadores que el pasado del parque tiene mucha profundidad y muchos rincones escondidos.

Para acabarlo de completar, si finalmente, Puigdemont consiguiera acceder al interior de la Cámara catalana, el presidente, Roger Torrent, podría vetar el acceso de los cuerpos policiales en el edificio. Después de que a finales de julio la policía entró en el Parlament, la cámara catalana aprobó un protocolo, que sólo recibió el voto en contra del PP, por el cual, queda en manos del presidente permitir o no el acceso de los agentes, eso sí, siempre con el rostro descubierto y una vez que se hayan identificado ante los Mossos y hayan dejado sus armas.

Ambigüedad de Puigdemont

Desde el entorno del president se atribuye también a nerviosismo del gobierno español la decisión de clausurar la delegación de la Generalitat en Bruselas para evitar la entrada de los miembros del Govern en el exilio que pretendían acudir a la reunión convocada por Roger Torrent, tal como se había anunciado.

Mientras tanto, Puigdemont insiste en jugar con la ambigüedad. "No puedo ser más explícito que eso", aseguraba este miércoles en Bruselas cuando los periodistas le reclamaban que explicara cómo piensa intervenir en el debate de investidura y reiteraba que no se puede descartar ninguna posibilidad.

Por su parte, el presidente del Parlamento le reclamó durante el encuentro, que finalmente se celebró en el Centro Maurits Coppieters, una investidura que permita un gobierno efectivo lo más pronto posible. Lo cierto, es que los movimientos de Puigdemont por Europa no acaban de convencer a sus socios republicanos, que se temen un nuevo bloqueo de la legislatura, mientras que desde la CUP se reclama concreción a su programa.

Por lo que respecta a Rajoy, insiste en que si Puigdemont pretende sacar adelante la investidura a distancia recurriran la votación ante el TC y que, si viene, será detenido.

El jaque de Puigdemont al Estado ha provocado que incluso Catalunya haya protagonizado la intervención del rey Felipe VI ante el exclusivo Foro de Davos que anualmente reúne a la élite económica y política del planeta. Allí, el monarca ha tenido que defender de nuevo "la necesidad de preservar el imperio de la ley" para explicar la suspensión del autogobierno catalán y la prisión y exilio de sus responsables. Faltan cinco días para la investidura.