La opinión publicada española llegaba con ganas a la celebración de la Junta de Seguridad, porque consideraban que allí donde se tenía que hablar de coordinación entre cuerpos policiales en asuntos tan importantes como la lucha antiterrorista o el incremento de efectivos de los Mossos d'Esquadra, el tema estrella tenía que ser la cuestión de los lazos amarillos. Pero no para hablar de los comandos, infiltrados por la ultraderecha, que de noche atemorizan las poblaciones catalanes con razzias organizadas para arrancar los lazos, sino de la señora Maria y el señor Pere que de buena mañana y a cara descubierta los ponen.

Alguien se debería haber imaginado que el ministro Marlaska saldría en rueda de prensa con el pin del lazo amarillo del conseller Buch entre los dientes como prueba de su triunfo, para anunciar seguidamente que los Mossos d'Esquadra se dedicarían a partir de ahora, en lugar de hacer el trabajo que les corresponde, a identificar los vecinos que ponen lazos y quien sabe, quizás también a sacarlos ellos mismos.

Nada de eso pasó más allá de vagas alusiones a no monopolizar el espacio público, garantizar la seguridad y a aseverar que en Catalunya no hay un problema grave de convivencia por mucho que la propaganda unionista insista en ello. Si alguna cosa cabía destacar de la reunión era la próxima entrada de los Mossos en el CITCO, el Centro de inteligencia Contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, que fue el acuerdo importante.

Con este panorama, no es de extrañar que El Mundo titule la información en lo referente a esta cuestión de la siguiente manera: Marlaska transige y deja en manos de Torra retirar los lazos. Transigir, como apaciguar, no es ningún verbo inocente, y en este caso al diario madrileño le duele que no haya ningún compromiso efectivo para retirar "los lazos amarillos y el resto de la simbología independentista que inunda toda Catalunya. Que tilden los lazos amarillos de simbología independentista ya demuestra el grado de desenfoque, pero que encima, su eventual retirada quede en "manos de Torra" y que Buch hablara de "presos políticos" al lado del ministro les debería revolver el estómago. De aquí, quizás la imagen de portada, con un Guardia Civil con su tricornio vigilando de cerca al president de la Generalitat.

Mala digestión deberían tener también en La Razón, que considera que Marlaska entrega el control de la "neutralidad" en la calle a los Mossos. Ya se ve que para ellos, la neutralidad se defiende a golpes de prohibiciones y censura, o a porrazos, como ya ha quedado demostrado.