Dicen La Vanguardia y El Periódico que el Govern "estudia" o "planea" las restricciones que adoptará en respuesta a la Covid-19 una vez cese el estado de alarma que ampara las actuales medidas, decretado por el gobierno español y aprobado por el Congreso. La Generalitat quiere dar aire a los sectores que dependen de la presencia de gente en establecimientos y acontecimientos: la restauración, la cultura, el turismo. Según El Mundo, sin embargo, el Govern "improvisa un decretazo para imponer el toque de queda", mientras que las otras autonomías "piden un paraguas jurídico estatal" para hacer... lo mismo que la Generalitat pretende: gobernar. Para eso los elegimos. El Mundo, sin embargo, presenta el afán de gobernar de la Generalitat como una oscura conjura para tener a los catalanes atados de pies y manos.

Las nuevas regulaciones tendrán que pasar por los Tribunales Superiores de Justicia de cada comunidad. En el caso de Catalunya, ya hace tiempo que se desdobla en departament de Salut, de Interior, de Ensenyament y de lo que convenga. En fin, que la Generalitat, si quiere gobernar, no tendrá más remedio que ponerse en manos de jueces y magistrados —no electos—. Los diarios no lo dicen así de claro, como tampoco han explicado mucho este último año que la política escogida por los gobiernos central y autonómicos para controlar y detener la pandemia ha sido la restricción de derechos y libertades.

Nadie discutirá que la ausencia de vacuna forzaba a limitar libertades tan básicas como moverse, reunirse o hacer funcionar el negocio. También es difícil negar que las restricciones se han aplicado, explicado y compensado de manera desconcertante y confusa: centralizando y descentralizando a la ligera, apelando al patriotismo vía mandos militares y policiales y eslóganes voluntaristas y vacíos, obligando al uso de mascarilla más allá de lo que la ciencia pide, con multas de base legal vaga y confusa, etcétera, etcétera. Los poderes públicos aprueban justito, si aprueban. No han sabido gestionar bien los datos ni los pagos de subsidios, ayudas y seguros. Nos han pedido mucho y nos han dado poco. Cuando han llegado las vacunas, el personal sanitario y los ciudadanos hemos pasado un calvario de desconfianza hasta que el programa se ha estabilizado. En fin. Ciertamente, nadie sabía mucho y el desbarajuste y los líos no son nada extraño en esas condiciones. Todos hemos aprendido mucho. De la pandemia y de qué pasta estamos hechos.

Ara lleva un título muy interesante. Quizás el más interesante y positivo del día: La vacunación da oxígeno a la economía. Hace un año, los diarios se limitaban a decir a toda portada "Distancia, manos, mascarilla" de mil formas diferentes. Hoy nos dicen que la vacuna protege a la gente y es remedio de la economía. Es un salto colosal en un año. Menudo contraste. Tras ese título se oculta la capacidad humana de transformar el desorden, la incompetencia y el barullo —todo lo que se decía en el párrafo anterior— en progresos, avances, soluciones. Pensábamos que pasarían al menos dos años antes de tener una vacuna eficaz. En menos de un año tenemos media docena que funcionan. Es increíble.

En la prensa de Madrid, dos notas destacadas. El Mundo, el diario que más ha trabajado para normalizar la extrema derecha, entrevista a Isabel Díaz Ayuso, candidata del PP a la presidencia de la región madrileña y previsible ganadora. Afirma que no pasa nada por gobernar con Vox, que no hay para tanto. Ya veremos. O no. El diario, poco a poco, va preparando la pista de aterrizaje. ABC revela los planes de Pablo Iglesias para dejar la política y dedicarse a la tele amparado por Jaume Roures. Bueno. El material que publica el tabloide monárquico, sin embargo, parece más bien una campaña para desanimar y suprimir el voto a Unidas Podemos que información periodística, porque las fuentes que cita son "según ha sabido ABC" y "un directivo del mundo de la comunicación" anónimo. No parece gran cosa. El resto del texto es un refrito de cosas ya publicadas que el diario encaja a martillazos en su nuevo relato.

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