Sólo El Punt avui y  Ara llevan en portada el testimonio de los cuatro inspectores jefe de la policía española que contradicen al exsecretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, y al (ahora) general Diego Pérez de los Cobos, máximos responsables operativos político y policial de la represión del 1-O. Quizás no es atrevido decir que la cosa merecería más atención, dado que uno y otro dijeron en el juicio (juicio no hay más que uno) que no habían ordenado intervenir a los guardias civiles y policías españoles que pegaron a los votantes y destrozaron escuelas y otros puntos de votación. En caso contrario, habrían evidenciado que desobedecieron la orden de la jueza que establecía las condiciones en que podían emplear la violencia. Los cuatro mandos, en cambio, han declarado que sí recibieron órdenes de cargar —y antes de que abrieran los colegios— al juez que investiga los excesos de la represión.

Tampoco merece portada la decisión del Audiencia Provincial de Barcelona de expulsar el Ayuntamiento de Barcelona de este procedimiento. La Audiencia ha aceptado el argumento de la abogacía del estado y de la fiscalía: el consistorio, que ejercía la acusación particular, "no es ni el ofendido ni el perjudicado" por los hechos investigados —las cargas del 1-O. El Ayuntamiento no ha tenido la misma suerte que Manos Limpias o Vox, que siempre han podido mantener la condición de ofendidos y perjudicados en todo cuanto juicio les ha parecido. Sin el Ayuntamiento, la acusación queda muy debilitada. Aquí caería bien decir que alguna cosa temen la abogacía del estado y la fiscalía si quieren ganar el partido en los despachos, pero quizás no es educado hacer ironías cuando el Estado se pone en contra de las víctimas de esta manera.

La ausencia de este material en las portadas hace pensar que el 1-O ya es cosa pasada y juzgada, que hay que barrerlo bajo la alfombra. Los diarios, cómplices, han pasado página, se la han hecho pasar o saben bien qué les conviene: silbar, mirar al techo y dejar para mejor ocasión la justicia, los derechos y libertades y demás bagatelas.

La guerra de la investidura

El resto de diarios está en otra guerra: la investidura. El tiempo se ha acelerado. El Rey ha llamado a los partidos a capítulo —perdón: a consultas— el martes y miércoles que viene. Lo que antes era una formalidad ceremonial ahora tiene pinta de advertencia: basta de discusiones, resuelvan de una vez. El País colaboraba ayer en tan benemérita tarea, anunciando que los empresarios tienen asumido que el pacto PSOE-Unidas Podemos gobernará con el visto bueno de Esquerra y qué se la a hacer. Hoy indica el día en qué se sustanciará la cosa: 19 de diciembre. La Vanguardia se añade a la operación de normalización con un arabesco no muy lateral: al anunciar la real convocatoria, añade que es "para designar a Sánchez", como queriendo decir que no hay más cera que la que arde y conviene abrir paso a la coalición "socialcomunista y separatista", en el argot de la derecha mediática madrileña.

En las portadas de hoy, la caverna ya no hace la guerra directa a Sánchez —salvo ABC que, sin embargo, lo da en un título pequeñín y con un argumento muy sobado. Nah. Los otros dos diarios prefieren dejar la cabeza de caballo, el aviso, a los socios del líder socialista: tendréis el gobierno pero no podréis hacer nada.

El Mundo abre con un lío en Podemos, que ha despedido a un abogado por asediar sexual y laboralmente a una compañera. El abogado dice que es una represalia por investigar irregularidades del partido —en concreto unos sobresueldos de 300 euros, etcétera. ¿300 euros? ¿Después del caso Gürtel y otros en el PP y de los ERE en la Junta de Andalucía? Anda ya. El siguiente, por favor.

La Razón, en cambio, ha encargado una encuesta y el resultado es, lisa y llanamente, que una inmensa mayoría de los españoles, etcétera, rechazará cualquier cosa que negocie Sánchez para Catalunya. Lo llama "más poder para Catalunya", expresión que explica más de España que cien libros de Madariaga, Ortega y Américo Castro. También concreta que de nuevo Estatut, "los españoles" no quieren saber nada de nada. Siempre viene bien un poco de nacionalismo carajillero para asustar a los chiquillos rebeldes y alegrar el día de la Constitución.

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