La suerte de la economía mundial —de tu bienestar— está más que nunca en manos de los científicos, médicos, personal sanitario y funcionarios públicos que ahora mismo se afanan en contener la epidemia del Covid-19, el coronavirus, sea acelerando la búsqueda de un remedio (tardarán un año), sea con la cura de los enfermos y otras víctimas (el virus ya ha causado más de 2.000 muertos en todo el mundo), sea terminando y aplicando planes de contingencia para el caso de que el contagio llegue a los países respectivos y afecte a todo, especialmente a la economía (ayer cayeron las bolsas en todo el mundo y los expertos rebajan las previsiones de crecimiento para este año, que ya venían justitas).

La mejor prevención está en tus manos. Literalmente. El consejo de la Organización Mundial de la Salud es lavarse las manos a menudo, especialmente antes de las comidas —y llevar mascarilla si es el caso. Los geles de lavado en seco con un mínimo del 60% de alcohol también son eficaces contra los virus respiratorios si no se dispone de agua corriente. Los expertos recomiendan mojarse las manos con agua tibia, enjabonarlas y fregarlas bien al menos durante 20 segundos, asegurándose que queden limpios todos los rincones: palmas, dorso, dedos... Todos. Aclararlas con agua abundante y secarlas con una toalla limpia, mejor si es de un solo uso. Manos limpias. Ahora mismo, es el mejor remedio a tu alcance.

El coronavirus infecta tanto a animales como a personas. Causa una variedad de enfermedades respiratorias, desde el resfriado común hasta otras más peligrosas como el síndrome respiratorio agudo grave o SARS. Según la investigación actual, parece moderadamente infecciosa y se transmite a través del aire. Los científicos han estimado que cada persona infectada puede contagiar a entre 1,5 y 3,5 personas si no se toman medidas efectivas de contención.

El primer impacto, más allá de los muertos y enfermos, lo recibe la economía. China, fábrica del mundo, ha cerrado o restringido transportes, escuelas y mercados. Casi no se trabaja. Casi no se gasta. Los esfuerzos por contener el virus limitan la actividad de las fábricas, interrumpen las cadenas de suministro y detienen el gasto y las compras. "Son impactos más difíciles de gestionar que la ansiedad de empresas y de inversores", explica hoy The Economist. Es una situación de doble filo. Frena la demanda: si dejamos de gastar, el crecimiento se ralentiza y la inflación cae. Al mismo tiempo, debilita la oferta: los precios, la inflación, pueden aumentar aunque la economía se tambalee.

Este episodio —en un mes, el virus ha saltado (y hecho muertos) de la región china de Hubei a Corea del Sur, a Irán, a Italia...— es un recordatorio de la cara oscura de la globalización y, a la vez, de que el esfuerzo global será decisivo para enderezar la situación. El esfuerzo global y las manos limpias. Keep calm y lávate las manos.

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