¿Puede un partido político pasar de aglutinar un 20% de los votos a casi desaparecer en ocho años y, acto seguido, afrontar las siguientes elecciones con optimismo y moral de victoria? Pues esta trayectoria, similar a las subidas y bajadas de una montaña rusa, encaja con el comportamiento del Partido Popular en Catalunya en las elecciones legislativas de los últimos años, pasando de ser el referente del españolismo a casi desaparecer cuando el liderazgo unionista pasó a manos de Ciudadanos. Con este partido fuera de juego y unos resultados a las elecciones municipales del 28-M bastante positivos, los populares encaran las elecciones generales 2023 con perspectivas de crecimiento a pesar de presentar a un candidato improvisado.

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Para entender la situación actual hay que tener en cuenta la trayectoria del PP en Catalunya en las cinco elecciones generales anteriores, donde ha habido una tendencia a la baja. En el año 2011, con Jorge Fernández Díaz como candidato, los populares obtuvieron un 20,70% de los votos y once escaños, consiguiendo el tercer lugar. Solo cuatro años más tarde, en las elecciones de 2015 y con el mismo candidato, el PP catalán perdió hasta la camisa, cayendo hasta el 11,12 % de los votos, cinco escaños y retrocediendo hasta la sexta posición. La repetición de las elecciones, en el 2016, dio un mínimo respiro a los populares, con un 13,36% de los votos, seis escaños y la quinta posición.

Tocar fondo con Álvarez de Toledo

Pero cuando tocó fondo el Partido Popular en Catalunya, en plena polarización política entre soberanistas y unionistas, fue en 2019. En aquellas elecciones, el PP catalán, con la paracaidista Cayetana Álvarez de Toledo como principal candidata, consiguió unos resultados desastrosos, con un 4,84% de votos, un escaño y el PP catalán como sexta fuerza política, que solo se recuperó mínimamente en la repetición de las elecciones, con la misma candidata, cuando subió al 7,42% de los votos, se consiguieron dos escaños y el PP subió hasta la quinta fuerza.

 

Ahora bien, aunque el PP sale a la campaña electoral con solo dos representantes en el Congreso de los Diputados, el hecho es que ahora el partido tiene todos los números de mejorar resultados. Por una parte, porque lo favorece la perspectiva de que Alberto Núñez Feijóo sea el favorito para ganar las elecciones, creando un efecto de arrastre en el electorado españolista catalán. De la otra, la no concurrencia de Ciudadanos, que, de cualquier manera, no habría obtenido buenos resultados, permitirá aglutinar en los populares el voto unionista, al menos el que no vaya hacia la extrema derecha que representa Vox.

Candidato improvisado

En este contexto, además, hay que tener en cuenta el resultado de las elecciones municipales del pasado 28 de mayo, cuando el PP consiguió un 8,22% de los votos y 196 concejales, un resultado mucho mejor que el del 2019, cuando los populares consiguieron un 4,63% de los votos y 66 concejales. La tendencia, pues, parece al alza y de eso se podrían beneficiar los populares, aunque es una incógnita la capacidad de aglutinar votos que pueda tener el nuevo candidato, Nacho Martín Blanco, un político que cambió de un día para otro de partido, pasando de Ciudadanos al PP en menos de veinticuatro horas y evidenciando la falta de liderazgos del PP catalán más allá de Alejandro Fernández en el Parlament y Albert García Albiol en Badalona.

 

Repasando la película de los hechos, se entiende que más de un votante histórico del PP en Catalunya pueda fruncir el ceño ante la obligación de votar a Martín Blanco, lo mismo que el 8 de junio, siendo portavoz de Ciudadanos en el Parlament de Catalunya anunciaba que abandonaba el escaño y el partido "por razones personales y de introspección" y justo al día siguiente se difundiera que iría a las listas del PP para el 23-J, o que unos días después se confirmara que sería el cabeza de lista. Como pasó con Daniel Sirera en las municipales de Barcelona, se volvió a evidenciar que el PP en Catalunya tiene dificultades para construir liderazgos y los improvisa sobre la marcha. Quizás es que ya tiene bastante con las siglas y el efecto Feijóo.