Junts per Catalunya nació como una marca electoral para los comicios al Parlament del 21 de diciembre del 2017, en pleno 155. El liderazgo del president Carles Puigdemont era el principal elemento cohesionador de aquellas siglas y todos sus cabezas de lista estaban en la prisión y en el exilio. Dos años y medio más tarde, en julio del 2021, la marca electoral se convirtió en partido. Desde el primer momento, Junts ha hecho bandera de su transversalidad y de la defensa del 1-O, pero ha dejado de lado la definición de su perfil ideológico. Esto ha provocado ruidosos choques entre las diferentes almas de la formación cuando ha tenido que tomar posición en los debates políticos más polémicos. A pesar de la distancia que los últimos meses ha impuesto con el partido, el papel de Puigdemont ha sido clave para preservar la unidad. No obstante, el president ha anunciado su paso atrás y Junts afronta el congreso convocado para el próximo 4 de junio con la conciencia que será decisivo para el futuro de las siglas.

Este cónclave servirá para renovar la dirección y unas semanas más tarde otro congreso fijará las ponencias políticas y organizativa. Puigdemont comunicó su decisión de abandonar la dirección este lunes a través de una carta a los militantes, donde advertía que el partido necesita una nueva presidencia "que participe permanentemente de las reuniones ejecutivas y de las decisiones políticas que haya que adoptar". Tampoco el secretario general, Jordi Sánchez, optará a repetir en el cargo, después de que la forma como ha conducido las riendas de Junts han levantado chispas en algunos sectores.

Además, las últimas horas, también la que tenía que ser candidata del partido en el Ayuntamiento de Barcelona, Elsa Artadi, ha anunciado que abandona no solo la candidatura sino también la política. Aunque Artadi ha desvinculado su paso atrás de las dinámicas del partido y el proceso congresual, su marcha representa la salida de una pieza clave de la formación, y no solo por el vacío que deja en la candidatura de la capital catalana que el partido se ve obligado a llenar con celeridad.

Borràs y Turull

Todo apunta que la respuesta a estos movimientos dentro del partido tendrá que llegar de la mano de los dos dirigentes que encarnan las dos almas en que se sustenta Junts: la presidenta del Parlament, Laura Borràs, y el conseller Jordi Turull.

Borràs con un fuerte carisma y muy activa en las redes, demostró en las primarias para las elecciones catalanas, en las que se enfrentó con Damià Calvet, la capacidad de arrastrar la simpatía de los militantes. La presidenta, que junto con Francesc Dalmases formó parte del entorno más próximo al president Quim Torra, el autodenominado war room, ha abanderado en todo momento el discurso más contundente en la defensa del procés independentista y del 1-O. Precisamente por eso, en contra de ella juega la polémica por la forma como cerró la carpeta Pau Juvillà en el Parlament, responsabilizando a los funcionarios de la incapacidad para preservar el escaño del diputado cupero inhabilitado por el TSJC. Fuentes de la formación consideran que este episodio puede haber perjudicado más su imagen dentro del partido que el caso de fraccionamiento de contratos en la Institució de les Letres Catalanes por la cual la persigue el TSJC.

Por su parte, Turull formó parte del Govern Puigdemont que impulsó el 1-O y ha pasado más de tres años en prisión por su participación en el procés independentista, lo cual le ha hecho merecedor del afecto de las bases. El conseller, que fue encarcelado por segunda vez en pleno debate de investidura para presidir la Generalitat, pudo constatar las simpatías con que cuenta durante la marcha que protagonizó por el territorio al salir del centro penitenciario de Lledoners gracias a los indultos. En su contra, sin embargo, juega su recorrido político bajo las siglas convergentes. En Junts todo el mundo es consciente de que el partido surge del espacio que dejó libre la eclosión de CDC. De hecho, el mismo Puigdemont surge de las filas convergentes. Pero esta es una herencia que la actual dirección de Jordi Sànchez ha rechazado y que, de hecho, nadie del partido reivindica abiertamente, más bien al contrario. Cuando menos, hasta ahora.

Tanto el sector próximo a Borràs como los partidarios de Turull, reprochan que el partido ha evidenciado estos últimos meses falta de rumbo y señalan las dudas en polémicas como la ampliación del aeropuerto de Barcelona, los Juegos Olímpicos de Invierno o, especialmente, sobre la ley del catalán, donde Junts se sumó a una reforma de la llei pactada con PSC, ERC y comuns, de la cual poco después se desdijo a raíz del malestar que levantó en las filas independentistas. Por todo ellos, unos y otros coinciden en defender la necesidad de marcar un discurso y una línea política clara, que evite los golpes de volante que desconciertan a la militancia.

Primer plazo: martes

Los aspirantes a presentar candidatura a la nueva dirección tienen hasta el martes para formalizar sus precandidaturas y también, por lo tanto, para decidir si presentan una propuesta conjunta o si optan para ir a un congreso en qué se confronten dos listas para asumir la dirección. El martes pasado, cuadros de la formación, entre los cuales buena parte de los miembros del gobierno, impulsaron un manifiesto apostando por el acuerdo a partir de una propuesta en que Turull opte a la secretaría general y Borràs, a la presidencia. No obstante, el reglamento de Junts, hecho a medida de Puigdemont, dibujaba una presidencia sin funciones ejecutivas, aunque a la hora de la verdad la voz del president en el exilio ha sido siempre clave en todos los debates planteados. Para la nueva dirección, tanto Borràs como Turull aspiran a tener voz decisiva, la secretaría general es ahora mismo el objetivo, y ya se apunta que un acuerdo para una candidatura conjunta pasaría necesariamente por una reforma del reglamento que otorgue también responsabilidades a quien ocupe la presidencia.

Si finalmente no hay acuerdo y se confirman las dos candidaturas, el partido tendrá oportunidad de saber con precisión dónde está situada su militancia. El precio, sin embargo, puede ser, según admiten miembros de la formación, una ruptura, si es que el proyecto que sale ganador no es capaz de recoger la voz de la totalidad del partido o directamente acaba expulsando a una parte.

Todavía existe, sin embargo, una tercera posibilidad, según se apunta desde las bases: que un acuerdo con una candidatura única, irrite a la militancia por considerar que se obvia el debate interno y se le hurta la oportunidad de posicionarse. Incluso se apunta la posibilidad de una candidatura alternativa, aunque los plazos que marca el reglamento lo harían muy difícil.

En cualquier caso, el partido tendrá que demostrar que puede tener vida -en común- más allá de Puigdemont. De momento, no hay ningún aspirante que haya dado el paso adelante y haya anunciado la disposición a presentar candidatura a la presidencia o a la secretaría general. Las propuestas que se presenten tendrán que plantear además del nombre del presidente, un máximo de cuatro vicepresidentes; y con el secretario general, un secretario de organización y secretario de finanzas, así como 18 nombres más para completar la dirección. El martes acaba el plazo por saber en primer lugar si hay unas o más candidaturas, y quién las compone.