Una silla de distancia, casi un abismo, separaba a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y a la ministra de Defensa y secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, este miércoles durante los actos del Dos de Mayo. Gafas de sol la primera. Movimiento de cabeza la segunda. Y una corriente gélida entre las dos mujeres más poderosas del entorno de Marino Rajoy, la semana posterior a la dimisión forzada de Cristina Cifuentes, en medio de una crisis sin precedentes en la Comunidad de Madrid y del partido conservador español.

Y es que la caída de Cifuentes ha obligado a Cospedal a asistir al tradicional acto en la Real Casa de Correos, aunque el año anterior fueron sólo Santamaría y el ministro Íñigo Méndez de Vigo los representantes del Gobierno. Ello ocurre porque Madrid era una de las baronías de la secretaria general, quien hasta el último minuto apostó por no ofrecer más sacrificios a Ciudadanos, cuando este exigió la cabeza de la expresidenta por el mastergate. Así y todo, la aparición del vídeo con el robo de las cremas forzó finalmente a que Rajoy enviara a la ministra a enseñar a Cifuentes la salida.

A diez centímetros de Cospedal, pero en el otro polo de poder del PP, yacía la vicepresidenta con gafas de sol, según fuentes de su equipo, por una fotosensibilidad debida a una conjuntivitis. Santamaría es una de las voces que abogó por salvar la comunidad, cuando todavía no se conocía el fascículo del supermercado. De hecho, tenía un posicionamiento similar al del coordinador general de los populares, Fernando Martínez Maíllo, quien a pesar de ser el número tres del partido, por debajo de Cospedal, afirmó que nadie estaba "por encima de las siglas del PP", dando la espalda a la lideresa.

La cuestión es que, entre discurso y discurso del presidente en funciones, Ángel Garrido, los rumores sobre quién sería el sucesor crecían, con unas encuestas que auguran el declive del PP madrileño –y ante el temor al efecto contagio en las generales de 2020. La prioridad del PP, si bien, es la investidura del candidato que tiene que sustituir a Cifuentes, quien debería tomar posesión en menos de 10 días. Pasado ese trámite, el partido quiere darse más tiempo para decidir el nuevo líder del PP regional, cargo al que Cifuentes renunció el viernes, alguien que podría ser el próximo candidato a las autonómicas del 2019.

De entre los señalados en esas quinielas, fuentes del entorno de Santamaría consideran un "caramelo envenenado" situar a la número dos del Gobierno como sucesora en la autonomía –como hizo el exministro José Manuel García-Margallo, cuya enemistad es evidente. Con más certeza suenan los rumores de que sea el vicesecretario Pablo Casado, quien aseguraba este miércoles que el PP "está por encima de los nombres". Si bien, este no ha querido dar más información, a parte de recordar que el lunes habría comité de dirección y se debía abrir un periodo de "reflexión".

Así las cosas, entre canapé y canapé, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Muestra de eso es que las dos protagonistas de la jornada se han marchado una vez acabado el desfile militar, sin hacer declaraciones. También pronto lo hacía el secretario general del PSOE Pedro Sánchez, después de exigir a Cs que no permita a la "corrupción del PP" volver al poder. Pero Albert Rivera no estaba, pues se encuentra en Argentina de viaje, pero sí el portavoz madrileño Ignacio Aguado. También ausentes, los cuatro expresidentes: Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cifuentes. Unos investigados, otros desprestigiados del PP, símbolo de la necesidad de renovación que urge en la Comunidad de Madrid.