Este lunes es 14 de febrero, y eso significa que se cumple ya un año de las últimas elecciones catalanas. El resultado final significó una nueva victoria del independentismo en las urnas, que conseguía la mayoría absoluta con los diputados de Esquerra Republicana, Junts y la CUP. En aquella ocasión, además, el triunfo fue aún más sonado que en ocasiones anteriores, materializado en la ya conocida cifra del 52%, la primera vez que los independentistas superaban la mitad de los votos. Pero se hace necesario recordar que aquellos comicios también dejaron otro nombre propio: el de Salvador Illa. Y es que fue precisamente su partido socialista el que obtuvo la cifra más alta de papeletas.

Precisamente, el periodo previo a las elecciones estuvo indudablemente marcado por el cambio de liderazgo efectivo del partido. Salvador Illa, hasta entonces encargado de dirigir el Ministerio de Sanidad, protagonizaba un cambio de cromos con el entonces primer secretario del PSC, Miquel Iceta, que hizo las maletas para ocuparse de Político Territorial y Función Pública en Madrid (y, más adelante, de Cultura y Deporte). Toda una estrategia impulsada desde La Moncloa, culminando la estrecha relación entre los socialistas catalanes y el PSOE.

La campaña del PSC estuvo fuertemente marcada por la voluntad de Illa de presentarse como la alternativa al "desgobierno" de los republicanos y Junts durante la legislatura anterior, que acabó de manera abrupta con la inhabilitación del presidente Quim Torra. El independentismo reprobaba una nueva muestra de represión por parte del Estado español, pero los socialistas solo pedían una cosa: "empezar a escribir una nueva página todos juntos y sin reproches en Catalunya". De hecho, durante el debate de TV3 celebrado antes de las elecciones, Salvador Illa enviaba justamente este mensaje, que clamaba a favor del "reencuentro" de los catalanes y un respeto compartido. "No vendrá la solución de una parte de Catalunya imponiéndose sobre la otra, ni con proyectos que dividen a la sociedad catalana", avisó.

El catalán y Pau Juvillà

Pero la realidad hace tambalear este discurso. Y es que, cuando los socialistas han tenido que escoger entre el independentismo y el españolismo, lejos de posicionarse en la moderación y la equidistancia que tanto han reivindicado, se han decantado siempre por los segundos. Los ejemplos son numerosos y se alargan en el tiempo, pero no hay que ir muy lejos para encontrarlos. En pleno debate por la lengua, el PSC ha marcado claramente su posición. A pesar del peligroso momento que vive el catalán con respecto a su uso social y la preocupante extensión del castellano ya presente en las aulas de Catalunya, la formación hace tiempo que ha rechazado la inmersión lingüística, aunque un estudio reciente demuestra que incluso la mitad de los castellanohablantes lo defienden. Hace solo un par de meses, los socialistas se abstenían en una votación en el Parlament que instaba a proteger el modelo educativo y, por el contrario, votaban a favor de cumplir el 25% de clases en castellano que ha impuesto el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya y el Tribunal Supremo.

No hay que ir tan lejos. La semana pasada, la portavoz del PSC, Alícia Romero, cargaba contra el Parlament por amparar al diputado de la CUP Pau Juvillà hasta que la sentencia del TSJC fuera firme, después de que el anticapitalista hubiera recurrido la resolución al TS. De hecho, el 16 de diciembre, la Comisión del Estatuto del Diputado acordó mantener su escaño hasta acabar el recorrido judicial con el voto favorable de los socialistas. Pero a principios de febrero, el PSC ya evidenciaba su cambio de postura, posicionándose con Vox, Ciutadans y el PP en contra de defender al cupaire. "Nunca como en estos días el Parlament nos había avergonzado tanto", afirmaba Romero.

Ni referéndum ni amnistía

El partido también ha arremetido contra cualquier solución democrática al conflicto político entre Catalunya y España. Salvador Illa, primer secretario, hacía público el 'no' rotundo de los socialistas hacia un plebiscito el septiembre pasado, avisando a Aragonès de que era necesaria la unión, y no la división. "Quien plantee referéndums divisivos no contará con nuestro apoyo", insistía. En la misma línea, afirmaba poco tiempo después que la amnistía para los presos políticos independentistas y la autodeterminación eran "imposibles de asumir", ya que "excluyen a la mitad de los catalanes". Los datos demuestran que una mayoría de catalanes no lo ve así, sino que defienden ambas propuestas.

Pero ni siquiera la mesa de diálogo entre la Generalitat y el Gobierno de Pedro Sánchez, reivindicada insistentemente por Esquerra Republicana, han conseguido el apoyo firme de los socialistas, que se sientan al otro lado de la mesa. El espacio de diálogo no se reúne desde septiembre y, hoy por hoy, no tiene prevista su reanudación. Hace unos días, La Moncloa lo aplazaba hasta la primavera, y unos días después todavía lo atrasaba más, sine die. Pero en medio del alboroto, Salvador Illa defendía a los suyos, en lugar de apostar por reanudar el diálogo. "La mesa de diálogo está funcionando", afirmaba sin morderse la lengua.

Banaliza el franquismo

La demostración más evidente del discurso belicista con el soberanismo llegó en los últimos días del verano de 2021, cuando Illa se atrevió a banalizar años y años de dictaduras, como las de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, además de la invasión borbónica de Felipe V, con unas pocas palabras: "Los últimos diez años han sido los peores de los últimos 300 en Catalunya". En su intento de reprobar el procés independentista, el líder del socialismo catalán compró plenamente el discurso más rancio del españolismo ultra. Naturalmente, las redes reventaron con críticas, que también vinieron de los comuns, socios en el Gobierno.

Con todo, se hace evidente que la presente legislatura ha sido marcada, entre otras cosas, por la deriva del PSC hacia posiciones cada vez más alineadas con la derecha unionista que con el diálogo y el reencuentro que tantas veces reivindicaba antes de aquel 14 de febrero. Y nada hace pensar que esta estrategia tenga que cambiar pronto. Los días del PSC más catalanista son, sin duda, historia.