Estas últimas semanas estamos siendo testigos de un complejo culebrón, difícil de entender y todavía más de explicar, a raíz de la revuelta exprés del grupo paramilitar ruso Wagner en contra del Kremlin. Una revuelta encabezada por su líder, Ievgueni Prigojin, que duró menos de veinticuatro horas y que se zanjó con un extraño pacto de última hora que incluía el exilio de su líder a Bielorrusia. Un exilio que ha durado unos pocos días y que, todo indica, que todavía nos proporcionará más sorpresas.

En este contexto, es interesante conocer más detalles sobre este curioso conglomerado mercenario y de negocios que es Wagner. Sobre todo si tenemos en cuenta que, más allá de Ucrania, donde tiene más presencia y peso es en... África. Wagner está presente desde el 2017, y es interesante descubrir que su dimensión política y económica en aquel continente es tanto o más importante que la exclusivamente militar, sobre todo si pensamos en los intereses geopolíticos del Kremlin en la región.

Una parte de la tarea hecha por Wagner y sus especialistas en el frente de la (des)información y "gestión política" incluye las diversas manifestaciones públicas que se han ido dando en estos países en los últimos tiempos, primeramente en clave de rechazo a la tradicional presencia europea en la zona —principalmente francesa—, seguida de las muestras de apoyo a Rusia y a sus campañas militares en Ucrania.

Algo que siempre ha ido precedido o acompañado, sobre todo en ciertos países del África subsahariana, de importantes campañas de (des)información en las redes sociales y en los medios —tramadas desde la sede del grupo ruso en San Petersburgo— que han resultado bastante efectivas. Cuando menos para generar, o incluso solo aparentar, un cambio en la opinión pública de estos países que justificarían —a ojos de los líderes locales, copartícipes de este proceso— las decisiones tomadas con el fin de pedir la salida de las tradicionales misiones de apoyo militar e institucional europeas o de Naciones Unidas, para dejar paso a la llegada del apoyo, expertos y mercenarios rusos.

Todo eso, sin embargo, en una curiosa mezcla de acción política, informativa y militar, acompañada siempre que sea posible por una importante dimensión económica y extractiva. En este sentido, la presencia económicamente más relevante de este conglomerado es la que se da en la República Centroafricana. Wagner llegó en 2018, para dar apoyo al presidente del país, Faustin-Archange Touadéra, con problemas de estabilidad por culpa de grupos rebeldes. Allí el conglomerado ruso se ha volcado en la explotación minera, sobre todo de oro y diamantes, pero actualmente está entrando también en el ámbito de la venta de alcohol e incluso de explotación de bosques tropicales. Acciones qué no lleva a cabo de manera incruenta, ya que cuando ha sido necesario, ha utilizado la fuerza para conseguir sus objetivos, entre ellos también dar apoyo al polémico cambio de la constitución de aquel país para facilitar una tercera reelección del mencionado presidente actual, Touadéra.

Las actividades en la República Centroafricana van íntimamente ligadas a la presencia de Wagner en Sudán, donde está dando apoyo a una de las dos facciones que están en conflicto en aquel país desde abril, la del general Mohamed Hamdan Dagalo, líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido. Es a través de este país que se estaría exportando ilegalmente el oro y los diamantes extraídos en la República Centroafricana, según varios informes, entre ellos uno del Tesoro norteamericano. Unas materias preciosas que se estarían utilizando en operaciones triangulares con el fin de conseguir divisas y hacer operaciones, burlando las sanciones impuestas a Rusia por parte de un gran número de países.

Pero tampoco se puede desvincular esta presencia de Wagner en Sudán, si bien menor que en los demás países mencionados en este artículo, de la apuesta rusa de incrementar su influencia en este país, y la voluntad de establecer una base naval en su principal puerto, situado estratégicamente justo en medio del Mar Roig, una de las principales rutas marítimas del mundo.

En el caso de Mali, las operaciones de carácter más económico no han acabado de fructificar por varios motivos, si bien, en cambio, se conoce que el gobierno de aquel país ha pagado generosamente los servicios de seguridad que el grupo ruso les ha ofrecido desde su llegada en diciembre de 2021. Según indican algunos expertos, a estas alturas el total que habría recibido Wagner del gobierno de Bamako por sus servicios estaría en torno a los 200 millones de dólares.

Sin la amplia red de tentáculos desplegada en los últimos años por Wagner en el continente africano, el impresionante crecimiento de la influencia rusa en la zona no habría sido posible

Desde la perspectiva rusa, los principales éxitos en Mali no serían de carácter económico, ni siquiera el importante margen de beneficio resultante de los pagos recibidos del gobierno de aquel país. La principal rentabilidad sería política, en el sentido que la presencia de los paramilitares rusos no solos habría sustituido la tradicional presencia militar francesa en la zona —hace ya un año y medio— sino que también estaría detrás de la petición de hace unas semanas del gobierno de Bamako solicitando la salida de MINUSMA, la misión de apoyo de Naciones Unidas en el país, establecida en abril de 2013 y disuelta consecuentemente a finales de este junio.

Otro caso es el del este de Libia, en Bengasi. Wagner está presente desde el 2019, dando apoyo a Khalifa Haftar que controla una parte importante del país, con un contingente de aproximadamente 2.000 efectivos entre militares, técnicos y asesores políticos. Aunque varias informaciones indican que han participado en operaciones de tráfico de petróleo y armas, si bien actualmente a una escala menor que la de hace unos años. En cualquier caso, el general Haftar recientemente habría recibido mensajes por parte de altos funcionarios rusos para asegurar que, a pesar de la reciente revuelta de Prigojin, el operativo de Wagner en aquel país se mantendrá.

Hace unos años se habló también de la presencia de Wagner en Madagascar, donde habría dado apoyo y asesoramiento político a varios candidatos a las elecciones de 2019. También surgió información de posibles actividades infructuosas del grupo en las Islas Comores, con la voluntad de desestabilizar Mayotte, la cuarta isla del archipiélago que —a diferencia de las otras tres que conforman la Unión de Comores— forma parte de Francia bajo el estatuto de Región de Ultramar. Igualmente, se conocen actividades de esta compañía en Mozambique entre el 2019 y 20; así como actividades más de asesoramiento político en Zimbabue y en Sudáfrica.

Actualmente, o como mínimo hasta antes del levantamiento del 23 de junio, la apuesta del grupo era entrar en Burkina Faso y el Chad, si bien el objetivo principal siempre ha sido la rica y convulsa República Democrática del Congo. En este último caso lo intentaron el año pasado sin conseguirlo, a pesar de una potente campaña en medios y redes sociales orquestada por sus especialistas.

Sea como sea, en una entrevista reciente en Russia Today, el canal internacional de noticias ruso actualmente censurado en gran parte de Occidente, el ministro de asuntos exterior ruso Lavrov confirmaba que los instructores y mercenarios se quedarían en sus "operativos" en el continente africano, haciendo mención específica de la República Centroafricana y Mali, donde como hemos dicho su presencia es más destacada.

Y es que sin la amplia red de tentáculos desplegada en los últimos años por Wagner en el continente africano, el impresionante crecimiento de la influencia rusa en la zona —que se evidencia también en la Asamblea General de Naciones Unidas con los votos favorables a las tesis de Moscú que llevan a cabo estos países cuando se trata la cuestión de la invasión en Ucraïna— no habría sido posible. Y, en cualquier caso, la rotación de mercenarios rusos en la zona continúa de la manera prevista, también los últimos días.

Otra cuestión será la operativa vinculada a la actual toma de control del conglomerado Wagner por parte del Kremlin, si incluirá cambios sustanciales —empezando por el nombre, pero siguiendo por los sueldos, mucho más generosos que los habituales en el ejército ruso— y cómo se gestionará todo.

Lo que es evidente es que, desde la perspectiva de los intereses geoestratégicos rusos, Wagner —o comoquiera que se llame su entidad sucesora— no solos se quedará en África, sino que apostará por crecer.