Una buena amiga, casada con un buen amigo, me dijo cuando me regaló mi libro del verano: “Si te ha gustado Patria, este te gustará más”. Todos tenemos cada año un libro de verano. Para mí hace ya tiempo que acaba siendo uno de los regalos de los amigos para mi cumpleaños. Cumplir años antes del verano tiene esta pequeña ventaja: los amigos compiten por hacerte feliz con el libro del verano. Y aunque no lo saben lo suficiente, porque se lo digo poco, me hacen feliz siempre, acierten o no.
Este año el libro del verano ha sido No digas nada, de Patrick Radden. Un documental sobre los hechos del conflicto norirlandés que volvió a estallar en 1969, entre los católicos y los protestantes del Ulster, una provincia histórica del norte de Irlanda, que mayoritariamente configura la Irlanda del Norte tal y como la conocemos hoy. El libro brillantemente redactado por un grandísimo escritor de Boston de origen irlandés es un documento queridamente periodístico. Describe con contundencia y realismo los hechos de un conflicto que produjo cerca de cuatro mil muertos durante más de treinta años. El Acuerdo del Viernes Santo de Belfast en 1998 cerró el grifo del derramamiento de sangre e hizo que se consolidara la opción política propugnada por el Sinn Féin y su carismático líder, Gerry Adams. La media docena de protagonistas del libro, junto con todos los personajes secundarios que se relacionan con ellos, te impresionan. Las luchas y los conflictos entre minorías étnicas, culturales o religiosas están siempre presentes en nuestro imaginario como catalanes, abocados a sufrirlas desde que existimos como pueblo. Por lo menos desde que tenemos memoria escrita. Pero el victimismo actual, por suerte, no se ve manchado por la confusión de las luchas armadas. Nuestro último recuerdo sangriento se remonta a la Guerra Civil de nuestros abuelos y fue mucho más que una lucha patriótica. En cambio, el procés de estos años ha sido muchas cosas pero no una lucha militar. Repito, por suerte. Por lo tanto, no podemos compararlo ni con el conflicto vasco, ni con el irlandés. Si los catalanes del siglo XXI somos o no pacifistas, es discutible. Lo que parece que no somos es suficientemente animales. O en todo caso, no tanto como para acabar pegándonos tiros unos a otros.
La guerra, o te mata físicamente o te liquida mentalmente
El libro emociona, entre otras muchas cosas, por cómo acaban de afectados mentalmente los protagonistas de la lucha armada. Nada entendieron de la paz, y seguramente tampoco nada de la guerra. Luchan con el mismo odio con el que lo hacen todos los pueblos oprimidos y opresores. Luchan con la rabia por las muertes de los hermanos, padres, hijos, amigos y vecinos. El libro nos lo enseña especialmente a partir de los testimonios que los propios combatientes aceptaron compartir a inicios del 2000, en principio exclusivamente como documentos confidenciales para la posteridad, y que fueron custodiados académicamente por el Boston College. No puedo deciros más sin hacer espóiler. Pero todos los protagonistas terminan anímicamente destrozados. La guerra, o te mata físicamente o te liquida mentalmente.
La figura más controvertida, sin embargo, es la del propio Gerry Adams. El héroe republicano que sobrevive a todo y que se convierte en un mito. ¿Héroe, aprovechado, o traidor? Lo tendréis que juzgar vosotros mismos porque el libro pretende que lo hagamos. Como buen periodista, el autor quiere que tomemos parte en el debate sobre la violencia en la lucha nacional. Yo lo hice hace tiempo. Para mí nada justifica una muerte. Cuando disparas pierdes la razón. Aunque, cuando lo haces en defensa propia, solo quieres salvar la vida, y seguramente no tienes más remedio. Más allá del umbral de la violencia está la guerra y la muerte. Nunca hay que llegar allí y querer tener razón a la vez. Y cuando te llevan allí, que Dios te coja confesado. Por eso no sabes cómo hacerlo para juzgar a Gerry Adams. De cabeza militar a líder político. ¿Se puede estar en misa y repicando?
Lo escribo desde el Yorkshire, uno de los parques naturales del norte de la vieja Inglaterra. Durante la creación, Dios se entretuvo un buen rato, porque tengo la retina y el cerebro a reventar de paisajes indescriptibles. Me cuesta imaginar a los ingleses del Yorkshire como los malos de la película. Prefiero seguir embobado por estas tierras mientras intento olvidarme por unos pocos días de los Ulster que nos rodean y que todavía no han encontrado su Viernes Santo, su camino de la paz.