Sabadell es un buen ejemplo de una sociovergencia metropolitana que ha llegado para quedarse. Con los de Illa mandando con plenitud y con los de Puigdemont de muleta. Como la Diputación de Barcelona, como el grueso de los consejos comarcales metropolitanos. Como las ciudades metropolitanas donde todavía mantienen representación, siempre ejerciendo de leal muleta de los socialistas. Ya lo están haciendo y más que lo harán. Y si hace falta en el Govern de la Generalitat, como advertía la consellera de Justicia sabadellense, Lourdes Ciuró, que propugna la sociovergencia en su ciudad, Sabadell. Y, por lo que apuntaba, sin complejos y en todas partes. No se puede en absoluto decir que no predique con el ejemplo en la cocapital vallesana, procurando mayoría absoluta al PSC con la misma displicencia que en la Diputació. Se le tiene que agradecer la sinceridad.

Mientras con una mano se enarbola la estelada, en la otra les cae de las manos con la suavidad de los que saben cuándo se acaba la comedia. Este mundo de retórica irredentista puede ser una olla de grillos, con múltiples facciones que no mantienen una convivencia precisamente amistosa. Ahora bien, hay una sólida argamasa que cohesiona. A menudo parece la única: la aversión compartida a los republicanos. Y arañar algunas sillas como precio para entronizar a los de Illa. Todo el resto parece un vodevil. Con datos objetivos en la mano, el papel de Junts en la región metropolitana es cada vez más residual. La Catalunya de Junts no tiene una sombra, tiene un boquete. Ni siquiera tiene ya representación en la segunda ciudad del país. Pero no es que l'Hospitalet de Llobregat sea una excepción. Más bien va camino de ser la norma. Ausentes también de Santa Coloma de Gramenet, Sant Adrià de Besòs y al límite en Badalona (pueden perder al único concejal que tienen), del Barcelonès parecen condenados a desaparecer. Tres cuartos de lo mismo en el Baix Llobregat. Ni en Cornellà, ni en Viladecans, ni en Sant Boi de Llobregat, ni en el Prat, ni en Sant Andreu de la Barca, ni en Sant Vicenç dels Horts, entre otros. La Catalunya que dibuja este "espacio" es la de toda la vida, una sociovergencia que precisamente porque ahora es más débil se necesita y se busca con ansiedad. No es una opinión, es una constatación.

El principal reto del independentismo para ser hegemónico —la homogeneidad territorial— es y será torpedeado desde dentro, desde las filas más ruidosas del independentismo, por intereses tan comprensibles como espurios.

Por eso mismo han pactado en la Corporació Catalana de Medis Audiovisuals, como ya se adivina en el Consell de l'Audiovisual de Catalunya o a la XAL de la Diputació. Un pacto cocinado a fuego lento, premeditado, de voluntad de control de todos los medios públicos. De reparto de sillas, también. Pero es sobre todo un pacto para aislar a los republicanos y al mismo tiempo de supervivencia recíproca, de sociovergencia con plenitud. Es un pacto profundamente conservador, inmovilista y al mismo tiempo reaccionario, en el sentido de impedir cualquier alternancia. Y también es, en la práctica, una ruptura en toda regla de los acuerdos de gobierno.

E irá a más. Sin duda. Por necesidad y por convicción. Si yo fuera Gabriel Fernàndez, candidato republicano a Sabadell y única alternativa a la Alcaldía socialista, lo tendría claro. Si de Junts depende (en Sabadell todavía mantienen representación) se entregarán al PSC, mansamente, incondicionalmente. Por dos motivos, impedir la alternancia y arañar unas sillas. Nada más. Y que se calcen en Terrassa, si pueden harán lo mismo.

Los republicanos tienen que entender de una vez que su apuesta de país para disputar al PSC la región metropolitana tiene y tendrá delante un espacio que confronta y que tiene como prioridad impedir que salgan adelante. Y en eso sí que van a la una todas las facciones. El principal reto del independentismo para ser hegemónico —la homogeneidad territorial— es y será torpedeado desde dentro, desde las filas más ruidosas del independentismo, por intereses tan comprensibles como espurios.