En los años en que se estaba cociendo el referéndum del 1-O de 2017, los grupos de interés económico catalán a menudo hacían llamamientos a abordar políticamente el conflicto entre Catalunya y España. Desde el reconocimiento que había cosas en la relación que chirriaban (financiación, inversión pública, gestión de infraestructuras...), se apostaba por vías de solución que corrigieran déficits históricos y que al mismo tiempo no pusieran en peligro la unidad de España. Todo eso resultó estéril. La política hizo caso omiso de los grupos económicos. A medida que se acercaba el referéndum y ante la actitud completamente cerrada por parte del gobierno de Madrid, la mayoría de estos grupos se pusieron del bando de quien tenía más fuerza. Entre ellos buena parte de las empresas del Ibex 35 con sede (entonces) en Catalunya.

Como se sabe, el Ibex (lo llamaremos así) es una medida estadística en forma de índice, que se utiliza para conocer la evolución de la bolsa en España a través de las mayores empresas que cotizan. No se trata de una organización empresarial formalizada, aunque en el argot económico popular se hace referencia a él como a una suerte de grupo de interés de las grandes corporaciones.

A raíz del 1-O, el Ibex catalán (y no digamos el del resto del Estado) ha hecho seguidismo de la estrategia del Estado para reprimir y castigar a los "insurrectos". Por su gravedad, recordamos que esta estrategia ha consistido en apalear personas pacíficas que iban a votar, en encarcelar líderes políticos sin juicio, a obligar al exilio a otros, en intervenir las finanzas de la Generalitat como paso previo, en liquidar formalmente la autonomía, en presionar empresas para que cambiaran su sede social, en facilitarlo con decretos, en no aceptar los resultados de las elecciones del 21-D, enl perseguir ideas, en liquidar la separación de poderes y, en definitiva, en instalarse en un contexto de calidad democrática que acerca España más a Turquía que a la UE. El 155 es el síntoma.

El Ibex dirá que puede hacer poco por resolver un problema de naturaleza política como el que tiene el Estado español, pero con su actitud ha bendecido y ha invertido así en el 155, seguramente porque garantiza la unidad de mercado y en general la estabilidad que busca el mundo de los negocios. Y al mismo tiempo, porque se tiene que estar a buenas con el mundo de la política, sobre todo cuando hablamos de empresas que pertenecen a mercados regulados y a empresas dependientes de contratos con el Estado.

A Rivera le gusta la bronca y sueña con masacrar el catalanismo

Pero es que ahora el Ibex está dando un paso más. Es vox pópuli y así lo recogen los medios, que su candidato de futuro es Albert Rivera, un político que mantiene una carrera abierta con Rajoy para ver quién llega más lejos sobre Catalunya. Si este hombre de adicciones reconocidas, entre las cuales la de su odio a los catalanes, es la apuesta, francamente es un error. Si las empresas del Ibex quieren pasar página del partido corrupto por excelencia y quieren estabilidad para el mundo de los negocios, que se decanten por gente menos beligerante, que a Rivera le gusta la bronca y sueña con masacrar el catalanismo. Y esto, para el Ibex, es una mala inversión. Aparte de que para unas empresas que se preocupan tanto por la Responsabilidad Social Corporativa, no estaría de más que incluyeran en sus inventarios de buen comportamiento con la sociedad el de ser respetuosos con la democracia, dejando de bailar el agua a los represores reales y potenciales.

Modest Guinjoan es economista