Los jueces no son inmunes a las afecciones emocionales, que se pueden volver patológicas socialmente y, por lo tanto, influir en su comportamiento profesional. Hierro, ya comentada, quizás podría entrar aquí —todas las clasificaciones o agrupaciones son discutibles—, pero no se ajusta al patrón de desviación que ofrecen las dos series que reseño a continuación.

Resulta apasionante Your Honor (2020, 10 capítulos de una hora aproximadamente, en MovistarPlus, procediendo de ShowTime), aquí sin traducir, como era fácil, por Su Señoría —dado que va de un juez supongo que para intentar jugar con equívocos lingüísticos para la mayoría de los espectadores. Pues, no, no va de honor. Va de dilemas morales, de honradez, de dignidad, de autenticidad personal, como la inconmensurable Carmen Ejogo (Lee Delamere en la serie) le dice al impresionante Bryan Cranston (el juez Desiato, el prota), en un momento dado. Y de especiales patologías, como ya he dicho.

Sin hacer spoiler, ya en el primer capítulo sale la temática central: el hijo del juez tiene un problema criminal y el juez no tiene otra idea —en parte, por las razones que iremos descubriendo durante los 10 capítulos— que endosarle el muerto a un tercero ajeno a todo. Eso permite revisar las relaciones paternofiliales entre padre viudo de hace poco e hijo a punto de entrar a la uni, sus relaciones profundas de amistad en una ciudad como Nueva Orleans —que no es ninguna postal: no sale ni el Dixie, ni Baton Rouge, ni el Katrina (aunque sí está mencionado de paso); alguna imagen de los históricos tranvías, sí— y, como telón de fondo, la omnipresente corrupción en el sur.

El guion obra principal es del ya acostumbrado al cine y la TV Peter Moffat (escocés) sobre la serie israelí "Kvodo". Con cuatro directores, también consolidados, Edward Berger (alemán y productor ejecutivo), Clark Johnson (canadiense), Eva Sørhaug (noruega) y el propio Bryan Cranston que se reserva el último episodio y la producción ejecutiva. Un melting pot genuinamente norteamericano. Arranca con una gran mentira y acaba con una especie de justicia bíblica (del antiguo testamento), diría que posmoderna justicia bíblica.

La ambientación no es optimista —la serie no lo es; es gris, oscura, incómoda, incluso en los momentos que parece que no tendría que serlo. Una excepción: la clase de fotografía. Todo es fruto de una esmerada producción. Aparte de los ya mencionados Moffat, Cranston y Berger, figuran, entre otros, los últimamente habituales matrimoniados Robert King i Michelle King (de soltera, Stern) y los creadores israelíes originales, Ron Ninio y Shlomo Mashiach. Así pues, que sea una serie excelente, no es fruto de la casualidad.

Pocas series tienen un elenco tan sólido —sea cual sea su papel— como esta. El prota absoluto es Bryan Cranston, como el juez que se enreda mucho con la verdad, la ética, la familia, las amistades, la justicia ..... El hijo, la niña de los ojos de su padre, es un joven Hunter Dooha, como Adam Desiato, a quien el mundo le pesa demasiado y demasiado pronto. Dos mujeres relacionadas sentimentalmente con él en dos momentos diferentes, pero que se superponen: Sofia Black-D'Elia, como Frannie, su profe; y Lilli Kay, como Fia Baxter, hija del mafioso Baxter, coprota de la serie. Hay más mujeres relevantes: la ya mencionada Carmen Ejogo como abogada Lee Delamere, con mucho juego en todos los terrenos legales y extralegales; Amy Landecker como Nancy Costello, detective honesta, a quien la verdad le estalla en los morros; la llena de aristas Margo Martindale como Elizabeth Guthrie, senadora y suegra del juez; la impagable Lorraine Toussaint como jefa magistrada Sara LeBlanc, no podía dejar de salir: demócrata radical en todos los sentidos, lo que supone que las cosas no siempre le acabarán de ir del todo bien.

Ahora cuatro intérpretes masculinos: el maduro Isiah Whitlock Jr. como Charlie, todo un politicastro (o persona no siempre buena que hace cosas buenas); Lamar Johnson como Kofi Jones, víctima social y forense; Benjamin Flores Jr. como Eugene, su hermano, víctima que aprende a la fuerza la asignatura de la supervivencia. Y el mejor de todos, el príncipe del mal, Jimi Stanton como Carlo Baxter, hijo de su padre, Jimmy Baxter. Este, encarnado por el genial Michael Stuhlbarg, todavía más genial cuando se olvida del referente Robert de Niro, es el coprota; es más: es el rey del mal. Maldad psicopática perfectamente traducida en la pantalla. La pareja que le han escogido, Hope Davis, como Gina Baxter, su mujer, es una mezcla infernal de la ya de por sí nada angelical Lady Macbeth y de Morticia Adams: espectacular mala entre las peores. Un pequeño recuerdo final para la ahora poco frecuentada Maura Tierney, como fiscal Fiona McKee. Todo sumergido en la música del pianista y compositor alemán Volker Bertelmann.

Otro tipo de corrupción, la de generar impunidad en los victimarios y culpabilizar, hasta la casi destrucción de las víctimas, la tenemos en la miniserie Nevenka (2021, 3 capítulos de ± 45 min en Netflix producida por Newtral). 20 años después, Nevenka Fernández, exconcejala del PP de Ponferrada, relata su calvario debido al acoso sexual del alcalde de la época, Ismael Álvarez, con el apoyo de su entorno político y un casi nulo cobijo personal. Destaca su compañero —que no habla en el documental— y un muestrario del grupo de personas decentes que denunciaban la situación en general (acoso sexual por parte de los poderosos) y la particular (lo sufrido por esta brillante joven de entonces 25 años). Tres hombres, sin embargo, sí le apoyaron; su abogado (Adolfo Barreda), su psiquiatra (José Antonio Bustos) y un enorme escritor (Juan José Millás) que hablan y aparecen sobradamente. Una periodista local (Ana Gaitero, Diario de León: "desde el periodismo local también se transforma el mundo") rehace ahora las crónicas y la oposición, el PSOE, tampoco parece que se despeinara mucho, salvo algún acto de piedad. Curiosamente la familia no aparece (huidizamente lo hace el padre), nunca la madre —que parece que se tuvo que marchar de la ciudad. La reacción del PP, de Ana Botella, por ejemplo, fue la propia de un partido abusador (ved la opinión de David Torres). Pionera de la denuncia judicial de un político abusador, lo ha pagado bien caro, como se explicita al final del documental. A pesar de todo, está satisfecha: hablar, dice, la salvó.

La miniserie, dirigida por la documentalista Maribel Sánchez-Maroto tarda, sin embargo, en decidir si es un documental o un reportaje periodístico; al primer episodio la duda hace tambalearse la serie. Después, claramente documental, lo cosa se endereza. Sobrio y minimalista, mejor es cuando menos subrayados artificiales introduce. La puesta en escena del (falso) monólogo de Nevenka Fernández (no la conozco para decirle Nevenka) es muy acertado: alterna dos planos fijos, con la protagonista vestida siempre igual y con el maquillaje necesario cinematográficamente. Interesantes las declaraciones-aportaciones de Charo Velasco, Menchu Monteira o Rosa María Molla. Un título que ver y hacer que otros lo vean.