No importa la edad, el país o el dinero que tengas, las mujeres nunca se pueden jubilar. Y se nota más cuando llegan estas fiestas. Las mismas que hacen de cocineras, de personal shoppers, de secretarias, de organizadoras de vacaciones, de cuidadoras y de otras funciones, durante estas fiestas multiplican exponencialmente su habitual trabajo multitasking. "Escribe sobre esto, escribe sobre esto", me dice mi madre, que ya tiene un Excel hecho con todos los regalos decididos. Sí, mientras todos nos relajamos porque toca, pues es Navidad solo una vez al año, las hay que tienen que currar el doble (o incluso el triple). Es el caso de mi madre, que, encima, tiene la mitad del Celler de Gelida (aunque la gente el que conoce es el nombre de mi padre) y estas fechas también son nuestra temporada alta. Nada nuevo. En 2025 todavía hay mujeres de su generación (tiene 70) que duermen como si hubieran ido a un afterhours.

Había un chiste que decía: "¿Sabes cuál es la última botella que abre una mujer en una fiesta? La del Fairy". ¡Oh, qué vintage y machista nos parece! Pero en la práctica ha cambiado muy poco. Creo que uno de los momentos plásticos en los que entendí que tendría que separarme es cuando vi que —como ella— tenía que hacerme autorregalos en el tió. No drama, dicen los cínicos. Y es verdad, no es el regalo, es el hecho. Y es el cansancio de llevar doce meses sin parar, y más cuando todo el mundo se detiene para decir cosas cuquis. Decir cosas bonitas para luego seguir comportándose igual. Nunca he soportado a la gente que no hace lo que dice. Todo el mundo habla de la magia navideña, cuando en un 80% es el (sobre)trabajo de las matriarcas. Con "matriarcas" también me refiero a las mujeres que no tienen hijos —las que no han podido y las que no han querido—, que se esfuerzan en seguir uniendo a la familia y cuidar a los mayores. Lo que de verdad cura estos días no es un spa. Es estar con las amigas, con mujeres que te entiendan porque les pasa lo mismo y hablan tu lengua. Ver a las amigas sigue siendo, por los siglos de los siglos, uno de los mejores antídotos del mundo. Incluso, tomar una copa de vino con ellas es mejor que una hora de meditación, dicen los estudios. En un momento en el que nos escribimos whatsapps para no hablar, en el que nos contamos la vida durante una comida hasta el año que viene, qué importante es hacer cosas juntas. Porque para compartir la vida no hacen falta titulares, sino tiempo

No tanto decir 'te quiero mucho' y más quitar la mesa

Hubo una etapa de mi vida en la que frecuentaba a mujeres de clase alta en Italia. Aunque tuvieran a una interna y una niñera, también se quejaban de la carga mental de finales de año. Tengo la sensación de que las mismas que antes llevaban pendientes de perlas y decían que eran emprendedoras porque hacían collares o manualidades, ahora dicen que son coachs porque se han autoeditado un libro de autoayuda después de su retiro espiritual de turno. Pero siguen compitiendo con las demás mujeres para ver quién tiene la casa más grande en Cortina d'Ampezzo. Creo que el no tener conexiones reales es lo que las empobrece realmente. Y esto no es como los bolsos de marca. No se puede comprar. A veces, podemos envidiarlas por su piscina, sus comodidades o por algo tan superficial como su peso perfecto. Cuando en realidad es una jaula de oro y no comen porque están tristes. Cuando miran el 2025 que dejamos atrás, ven que tampoco han podido hacer lo que realmente quieren. Mejor desear algo que no tienes que vivir sin deseo. En fin, que los ricos también lloran. Y los que no, por una u otra cosa, también. Y que todo el mundo se hace fotos en el árbol… ¡Y nadie se las hace lavando los platos!

¡Ay! Esas madres que no quieren jubilarse. Porque a pesar de que tú seas adulta, sigues necesitando a una adulta premium que te ayude en todo en la vida. El ejemplo es el posparto, cuando después de decirle a tu madre que era una pesada en la adolescencia, llorabas siendo adulta cada vez que se iba después de cuidarte a ti y al bebé. Porque sabías que sin ella no podrías ducharte, porque sabías que sería la única que seguiría viéndote a ti mientras todos miraban al recién nacido. "Engullida por la maternidad" es el fenómeno que se produce cuando, después de los primeros años de no dormir, seguimos sin tener nada en común con la mujer que éramos en el pasado. Todas tenemos a una amiga, y si no, significa que eres tú misma. Una de esas a las que la maternidad la ha superado por completo y se la ha comido. Y no es solo por carácter, sino por la situación familiar y la falta de conciliación. Al final, esos pesos invisibles te acaban hundiendo ante la acostumbrada y viciada mirada de todo el mundo. No tanto decir te quiero mucho y más quitar la mesa, no tantos regalos materiales y más que se ocupe otro de las comidas familiares. Sí, sí, te dirá que le hace mucha ilusión preparar la escudella, pero seguro que no más ilusión que leer un buen libro en el sofá. Las amigas te hacen no olvidar cuál es tu verdadera esencia. ¡Mi brindis de feliz Navidad es para todas las santas que esperan que sea la segunda semana de enero!