Todos los que hemos tenido hijos, sobre todo la primera vez, cuando somos inexpertos, hemos pasado por momentos de estrés, cuando los bebés, demasiado pequeños para poder explicarnos qué les pasa, lloran desconsoladamente y no sabemos cómo calmarlos. Cada criatura es diferente, pero siempre hay una a la que le cuesta más dormir, o es más intranquila. En torno al 20%-30% de bebés lloran y les cuesta dormir sin razón aparente. "Tiene demasiado calor, destápalo un poco; quizás tiene sed, o tiene hambre, dale un poco de agua"; "tiene dolor de barriga y tiene que tirarse un eructo"; "ni se te ocurra cogerlo, que se malacostumbrará, déjalo llorar que ya se cansará"... La familia y amigos nos van desgranando toda una serie de posibles causas y soluciones para ayudarnos, y muchas veces acabamos más mareados todavía y desconcertados, con la criatura llorando cada vez más fuerte. Una de las soluciones clásicas es cogerla en brazos hasta que se calme, cantarle una canción de cuna, ponerla en una cuna que se balancea, o directamente, en el cochecito (¡o incluso, en el coche!) y a pasear. Sin embargo, ¿qué nos dice la ciencia?

Hojeando una revista bastante conocida de biología, me he encontrado con un artículo muy curioso que estudia cuál es la respuesta del niño que llora, está alerta o durmiendo, en las diversas actuaciones de sus madres. Los investigadores se basan en lo que se denomina "respuesta al transporte" que tienen las crías de los mamíferos altriciales (crías inmaduras que cuando nacen dependen mucho de la madre, que es quien las transporta hasta que maduran). En estas crías, el hecho de que la madre las lleve encima (monos, perezosos), o las coja por el cogote (perros, ratones), causa una respuesta inmediata bajando el ritmo cardíaco (una respuesta del sistema nervioso parasimpático), quedan dóciles y calmadas con el fin de facilitar el transporte por parte de la madre. Los investigadores hipotetizan que quizás los niños humanos también presentan este tipo de respuesta y, por lo tanto, se dedican a estudiar cuál es la mejor manera de calmar a los bebés humanos cuando están llorando en diferentes situaciones. En primer lugar, estudian de forma repetida y durante diferentes sesiones, 21 niños de entre 0 y 7 meses (de Japón y de Italia, tanto con niñas como niños) en casa o en el laboratorio, según las madres lo escogieran, después de un esmerado consentimiento informado. Las reacciones cardiológicas de los bebés eran grabadas por un Holter portátil que no dificultaba los movimientos del bebé, y las reacciones de alerta, apertura de ojos y vocalización (llantos) mediante una cámara de vídeo casera. Para poder distinguir bien las respuestas y los condicionantes, las posibles acciones para calmar al bebé que plantean son 4: coger al bebé en brazos y caminar; coger al bebé en brazos y sentarse, sin movimiento; ponerlo en una cuna que se balancea o un cochecito que se mueve; ponerlo en una cuna que no se mueve. Estas acciones se pueden hacer durante 30 segundos o 5 minutos. Las madres tenían libertad de escoger cómo calmar a sus hijos, podían hablarles o cantar, y también cambiar de estrategia, según lo consideraran oportuno, si se sentían incómodas o las criaturas seguían llorando.

Los resultados muestran que todos los bebés estudiados se calmaban en un margen de 30 segundos, cuando se cogían en brazos y las madres se movían, paseando. Esta respuesta no depende tanto de cogerlos en brazos como del movimiento, ya que los niños en cunas o cochecitos que se mueven también dejan de llorar. La respuesta fisiológica coincide con una disminución de la frecuencia cardíaca y la gran mayoría, a partir de cinco minutos de iniciar el movimiento continuo, se dormían. Por lo tanto, los investigadores confirman que los bebés humanos manifiestan "respuesta al transporte". Muchos padres, cuando los niños se duermen, intentamos ponerlos enseguida en la cuna, para no estorbarles el sueño, pero la prisa no es eficiente. De hecho, si el niño que se duerme es puesto en la camita demasiado pronto, suele despertarse de nuevo (según los estudios de los investigadores, en unos 20 segundos). Los análisis fisiológicos detallados demuestran que aunque los bebés parezcan dormidos, son sensibles y responden a los movimientos de la madre. Hay que esperar entre 5 y 8 minutos (en este caso, también puede estar sentada) desde que la criatura cierra los ojos y se relaja, para ponerlo en la cama sin que se despierte. En la imagen que os adjunto tenéis la estrategia que, según ellos, ha funcionado mejor en la mayoría de bebés: llevarlos a hombros unos 5 minutos mientras caminas, y esperar entre 5 y 8 minutos una vez se duermen antes de ponerlos en la cuna.

Imagen extraída de Ohmura et al. Current Biology
Imagen extraída de Ohmura et al. Current Biology

Claro está, los investigadores sólo han analizado cuál es la manera más efectiva de calmar a un bebé y hacerlo dormir de forma fácil ad hoc y en un grupo relativamente pequeño de criaturas. Dicen específicamente que habría que estudiar si estas reacciones son iguales con otras personas que cuiden de los bebés, y también especifican que si el bebé está despierto y no llora, no es efectivo para dormirlos, probablemente porque los bebés que lloran están mucho más cansados y la respuesta fisiológica parasimpática estaría favorecida. Por otra parte, también clarifican que el estudio no pretende cambiar los hábitos de dormir a largo plazo ni regular los hábitos de sueño/vela, pero concluyen que pueden servir de consejo para los padres y cuidadores de bebés cuando no saben cómo calmar a los bebés cuando lloran, y ayudar a que se duerman y se relajen. Así, en estas condiciones, la respuesta ancestral al transporte es más efectiva que una canción de cuna, aunque yo creo que podamos emplear las dos cosas al mismo tiempo.