Pactar con el PSOE ya era una mala idea antes de que la UCO destapara las corruptelas de Koldo García, Santos Cerdán y compañía. Era una mala idea porque suponía afianzar un gobierno con un proyecto asimilativo, cultural y lingüísticamente. Era una mala idea porque la consecuencia de una pacificación diligentemente ejecutada —la que ha ejecutado el PSOE— era la de convertir a la clase política catalana en dependiente de las concesiones españolas. Era una mala idea porque pactar con aquel de quien afirmas querer liberarte es una incoherencia ideológica creada para enmascarar las renuncias y reculadas que, todavía hoy, los renunciadores y reculadores niegan haber llevado a cabo. Era una mala idea porque la fortaleza del PSOE son unos tentáculos largos y el acceso a todos aquellos poderes españoles que quieren al pueblo catalán de bruces en el suelo. Era una mala idea porque la historia del PSOE y la historia de España ya hacían intuir que era una mala idea. Era una mala idea porque si a Jordi Évole le parece una buena idea es que es una mala idea. Era una mala idea porque, a medio y largo plazo, poner una sordina a la derrota no sirve para nada más que para ralentizar la recuperación. Pactar con el PSOE ya era una mala idea antes de que el PSOE estuviera atrapado y paralizado por la corrupción.
Pensar que pactar con el PSOE era una mala idea solo a raíz de las corruptelas descubiertas es alimentar el alma reformista que lleva dentro todo catalán cuando vislumbra las contingencias de la liberación nacional. Hoy, sin embargo, los partidos de matriz catalana —ERC y Junts— están atrapados entre la retórica combativa de cartón piedra que se ingeniaron para justificar sus pactos con el PSOE —un "peix al cove" de pacotilla— y una corrupción tan flagrante, que, en circunstancias normales, los obligaría a hacer algún movimiento. Pero no pueden: no pueden porque cualquier movimiento, incluso gesticulado y sobreactuado, favorece a un gobierno entre el PP y Vox. Junts podría pactar con él, pero en estos momentos carece de fuerza para protegerse y hacerse suyo todo lo que supondría dicho pacto. Y no pueden hacer ningún movimiento, además, porque la renuncia política de los partidos independentistas se ha traducido en una adhesión al PSOE con naturaleza de relación de dependencia.
Pactar con el PSOE ya era una mala idea antes de que el PSOE estuviera atrapado y paralizado por la corrupción
ERC y Junts se han convertido en un altavoz de las concesiones ínfimas que han arañado al PSOE y han adaptado su fondo ideológico y su estructura formal a esta amplificación estéril, a la necesidad de revestir de victoria política incluso aquellas concesiones que, finalmente, no han sido concedidas. De hecho, sobre todo las que no han sido concedidas, que son la mayoría. Se han convertido en una rémora de la bestia madre, y ahora no pueden librarse de ella. No pueden desprenderse de ella ni cuando tienen la evidencia del sistema corrupto que tejieron los socialistas ante sus narices. Por eso la reacción de Junts, discreta y cabizbaja, ante el escándalo que este jueves se destapó, fue la de reclamar una reunión urgente a Pedro Sánchez para valorar la viabilidad de agotar la legislatura. Me parece que no me equivoco si escribo que, a ojos de muchos catalanes, esta reacción de mínimos ha sido inexplicable. Lo ha sido, quiero pensar, porque solo en Junts —y en ERC— saben hasta qué punto están atados de pies y manos por el sistema político del que decían querer escindirse. Solo desde dentro de los partidos deben de poder otearse con profundidad y precisión las consecuencias políticas de un gobierno del PP y de Vox, las consecuencias de prestarse al pacto o no prestarse por parte de Junts, y las consecuencias comunes de deshacerse de la bestia que ha permitido a ERC y Junts alimentarse después de claudicar.
La estrategia política de los partidos independentistas ha dado a la dependencia de España un significado todavía más completo, porque se han adherido a ella a voluntad para parar el golpe político y electoral después de haber desistido. Desorientados y atónitos, lo único que les queda es afanarse por seguir parando el golpe, hacer de rémora del PSOE a pesar de la tormenta y tener en menos la parálisis porque, mientras permanezcan atrapados, mientras permanezcan inmóviles, como mínimo no irán agua abajo. A largo y medio plazo, las consecuencias de no haber realizado un corte limpio a su condición de rémora también se nos revelarán como una mala idea. Por como está estructurado el Estado español, por el sistema moral que orienta a la nación española y que tiene la unidad territorial como último vértice piramidal, por la unidad de acción de su sistema político cuando de retener a los catalanes se trata, por su dinámica centrifugadora y asimilativa en términos culturales, lingüísticos y políticos, nada de lo que pueda obtenerse por la vía del pacto será ni genuinamente bueno, ni verdaderamente saciante, ni efectivamente suficiente para garantizar la pervivencia de los catalanes. Afianzar gobiernos españoles, corruptos o no, siempre será una mala idea.