Estamos en un fin de semana caliente económica y cinematográficamente, con las bolsas y Davos como fondos de pantalla. El estreno de La gran apuesta, con todas las cicatrices de la crisis financiera mundial a la vista, encaja bien en los juegos de puzle de estos días en la Montaña Mágica.

Cuenta la película el viaje que se pegan un puñado de financieros heterodoxos en la América de las subprimes, en el que las armas consisten en CDS, que son seguros que adquieren –a un precio bajo– estos personajes ante la banca y que cubren riesgos de impago, que en este caso proceden de los CDO emitidos por los propios bancos bajo la presunta garantía de hipotecas, que acaban mostrándose incobrables. O sea que al final hay impago, y los avispados héroes de esta película se embolsan una pasta gansa.

Lo curioso de esta historia, que ha contado Michael Lewis, amigo de dar paseos aleatorios por Wall Street, es que el personaje que primero advierte que todo se va a ir hacer puñetas es real, se llama Michael Burry y es multimillonario.

Cuando La Gran Apuesta se estrenó en la víspera de la reciente Nochebuena en Estados Unidos, el New York Magazine entrevistó a Burry, quien declaró que estamos volviendo a recaer en el mismo vicio "tratando de estimular el crecimiento a través de dinero fácil". Y agregó: "parece que el mundo se dirige a tipos de interés reales negativas a escala global. Esto es tóxico. Los tipos de interés se utilizan para indicar el precio del riesgo. En el entorno actual, el mecanismo de valoración del riesgo queda roto. Eso no es saludable para la economía".

La credibilidad de Draghi, que estos días andaba por Davos, ha quedado en entredicho
No sé si esta entrevista la ha leído Mario Draghi, que estos días también andaba por Davos. Draghi, que hasta ahora era considerado un mago, ha vuelto a hacer promesas que las bolsas europeas han saludado con subidas, después de haber sufrido un grave revés en el seno del BCE, donde el sector contrario a su política monetaria expansiva le ha rechazado recientemente el aumento de compras de títulos y deudas soberanas de 60.000 a 80.000 euros al mes, como pretendía, con lo que su credibilidad ha quedado en entredicho.

A la vista de ello, y sabiendo que no va a poder ampliar su política de compra de títulos, principalmente, deuda pública, la denominada QE, o expansión cuantitativa, ha hablado de que el BCE "tiene muchos de instrumentos" para alcanzar sus fines.

Para frenar sus ímpetus, el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, recordó que no es bueno que se borre la frontera que separa la política monetaria de la política fiscal. El desenlace de esta polémica se verá esta semana.

Y es que hay últimamente mucho ruido y alboroto en los bancos centrales y entre sus clientes, que son a la postre los ciudadanos, como se ha podido ver estos días con el Banco Popular de China, que, jugando con la depreciación del yuan al tiempo que abandonaba la expansión crediticia, ha puesto a los mercados muy nerviosos.

China está cabreada desde 2008 con Estados Unidos, después de que la Reserva Federal depreciara el dólar para estimular la economía americana
Se pensaba que después de que el FMI aceptara al yuan en el club de élite de las divisas mundiales, Pekín adoptaría un papel más institucional y estabilizador en el inexistente sistema monetario internacional. Pero no ha sido así porque una moneda de reserva, una moneda fuerte no consiste en el mundo actual en que su precio sea alto, sino que haga más fuerte a su economía. Y China está cabreada desde 2008 con Estados Unidos, después de que la Reserva Federal depreciara el dólar para estimular la economía americana, haciendo así un agujero negro en su billonaria cartera de divisas, compuesta fundamentalmente de dólares adquiridos a través de la compra durante largos años de deuda pública USA.

Como dice Michael Burry, el de La gran apuesta, "se ha aprendido mucho desde 2008, pero la acción ha sido lenta". Y concluye con algo igualmente interesante: "Si un prestamista me ofrece dinero gratis, yo no tengo por qué tomarlo. La responsabilidad y el sentido común acaban siendo básicos. Los causantes de la crisis fueron varios y el problema no comienza con el banco, sino las decisiones de los individuos que piden prestado para financiarse una vida mejor". Y agrega "cuando estalló la crisis pocos aceptaron que también ellos eran responsables. Y la razón es simple: Todas estas personas buscaron y encontraron que la culpa era de otros."

El gusto por el dinero barato no es privativo de Estados Unidos. Es universal. Aquí también se ve, hasta el punto de que aquellos que tienden a culpar a los demás están a punto de formar gobierno.