A primeros de junio, cuando el presidente americano visitó Londres, donde la reina Isabel II le invitó en el palacio de Buckingham a una recepción y un banquete de gran gala, la "relación especial" entre el Reino Unido y Estados Unidos volvió a ponerse en marcha. "La relación radiante" que prometió allí Donald Trump a Londres no sólo se refería a los acuerdos comerciales más estrechos entre ambos países que se puedan alcanzar tras el Brexit, sino a alianzas aún de mayor calado. ¿Y si hubiera un revival como aquel de la entente entre Ronald Reagan y Margaret Thatcher que puso fin al comunismo soviético? ¿Y si, esta vez, dos países occidentales con gran presencia mundial y que conocen muy a fondo los entresijos del poder en el mundo se juntaran para parar los pies a China?

En las jornadas del muy seguido foro de Seguridad Aspen, celebradas la pasada semana en Colorado (EE.UU.), esta cuestión saltó en las discusiones entre expertos después de que John Rood, subsecretario de Política de Seguridad americano, señalara que China "es el único país que puede cambiar el modo de vida en EE.UU., y cambiar el orden mundial, para lo bueno o para lo malo". A esa advertencia se añadió el comentario de un exdirector de la CIA: "No sabemos realmente cuál es el término que deberíamos aplicarle, si competidor o adversario".

¿Y si, esta vez, dos países occidentales con gran presencia mundial y que conocen muy a fondo los entresijos del poder en el mundo se juntaran para parar los pies a China?

De manera coincidente, el Banco de Francia organizó una reunión para tratar la evolución de la economía internacional después de los acuerdos de Bretton Woods de 1944, que sentó las bases del orden político tras la Segunda Guerra Mundial. "El ascenso de China y otros países emergentes cambia fundamentalmente el paisaje global. La parte de los países avanzados en la producción mundial está condenada a pasar del 50% actual a un tercio en los próximos 25 años", explicó el norteamericano David Lipton, que sustituye interinamente en el FMI a Christine Lagarde.

A lo que el ministro de Economía francés, Edmond Maire, añadió: "A menos que sepamos reinventar Bretton Woods, las nuevas rutas de la Seda (chinas) se convertirán en el nuevo orden mundial".

Nada más llegar a Downing Street, Boris Johnson dijo que está encantado de compartir esta nueva fase con Trump y que ve un futuro "fabuloso" en las relaciones entre los dos países. A su vez, Trump le elogió diciendo: "Boris es un buen hombre. Es duro e inteligente". En otro momento dijo: "Hará un trabajo estupendo". 

Respecto a la restricción de acceso a Huawei al posible mercado tecnológico británico por cuestiones de seguridad, un miembro de su equipo indicó que Londres ha demorado su decisión "mientras la posición de EE.UU. no esté clara".

Con una política económica expansiva y bajada de impuestos, Johnson parece seguir la misma línea de que Trump. Una nueva y reforzada propuesta ilusionante para no aceptar de antemano una derrota ante los retos que van viniendo de Eurasia.