Una ira sorda se está extendiendo en China al conocerse que el miércoles había aumentado repentinamente el número de muertos a 242 en la provincia de Hubei. Ello se debió a que las autoridades decidieron la aplicación de un nuevo sistema de recuento y diagnosis, basado en TAC y escáneres. Tal alarma ocurrió después de que Pekín notificara la víspera el menor número de casos en dos semanas. El mayor número de defunciones y la implicación de que miles de casos no fueron revelados previamente intensificó la rabia pública contra el manejo de la crisis por parte del Gobierno. La crisis, cuyo centro está en la ciudad de Wuhan, se compara con el "Chernóbil de China", el accidente nuclear de 1986 en la antigua Unión Soviética que se vio agravado por un sistema opaco.

Xiao Qiang, editor jefe de China Digital Times, tilda el régimen chino de "Controlacracia", un sistema de gobierno que se ha transformado en un nuevo régimen radicalmente más duro y más ideológico que el anterior. Hay datos que en este sentido son bastante ilustrativos de lo ocurrido. El primer caso de coronavirus se conoció en Wuhan el 1 de diciembre de 2019 y a mediados de mes había pruebas de que el virus podía transmitirse entre humanos, recuerda. Pues bien, el 18 de enero de 2020, una semana antes del Año Nuevo, el gobierno de Wuhan organizó un banquete al que asistieron más de 40.000 familias en un intento de establecer un récord mundial Guinness. Para el 23 de enero, cuando el Gobierno anunció la cuarentena a los residentes de Wuhan, alrededor de 5 millones de personas ya habían abandonado la ciudad, desencadenando la epidemia que ahora se está extendiendo por China y el resto del mundo.

El problema de Xi Jinping puede venir de la economía, donde el crecimiento del PIB podría caer por debajo del 4% y permanecer allí durante la primera mitad del año

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido del riesgo de que el mundo pudiera verse afectado, mostrándose a la vez ―dentro de las buenas maneras― muy crítico con el ejecutivo chino. El Comité Permanente del Politburó se ha limitado a ordenar al aparato de propaganda "guiar" a la opinión pública. En marzo tendrá reunión plenaria. Mientras, el virus, que ahora se le denomina covid-19, se ha extendido al menos a 24 países, enfermando a más de 60.000 personas en todo el mundo, con decenas de miles de casos sospechosos más.

Xi Jinping, a quien se ha visto muy poco estos días, está en la cuerda floja, pero Chen Duoyin, exprofesor en Shanghai, afirmó que un cambio estructural en la política china era imposible sin una fuerte disidencia dentro del partido. "En la cultura china sólo se culpa a los funcionarios locales, pero nunca al emperador".

El problema de Xi (que promete expansión "a largo plazo" ) puede venir de la economía, donde el crecimiento del PIB podría caer por debajo del 4% y permanecer allí durante la primera mitad del año. La interrupción de las cadenas de suministro y producción puede provocar fuertes dolores de cabeza, máxime cuando la alta inflación y la pesada deuda pueden imponer restricciones al recurso a una política monetaria o fiscal expansivas. En el peor de los casos, un crecimiento cero en 2020 no está excluido.

En medios diplomáticos se preguntan si Xi ha perdido "el mandato del cielo". La guerra comercial con China (Trump es ahora el que manda en la relación entre ambos líderes), la crisis de Hong Kong, los resultados electorales en Taiwán no le favorecen. Las nuevas rutas de la seda son más costosas y con menores retornos de lo esperado. Con todo esto, la epidemia arriesga cambiarlo todo, contra lo que cabe prever. Y eso sin que se muevan las tecnológicas americanas.