El ataque de drones el pasado fin de semana contra refinerías saudíes provocando un alza de casi el 20% en el precio del crudo ha abierto una nueva pregunta sobre hasta dónde puede llegar la desaceleración de la economía mundial si se van sumando nuevos riesgos.

Los bombardeos a la planta Abqaiq de Aramco, la instalación de procesamiento de petróleo más grande del mundo, reivindicados por las fuerzas hutíes del Yemen, aliadas a Irán, han mostrado la fragilidad de la infraestructura energética vital. Y, como ha señalado la firma de análisis DWS, "ha recordado a los inversores lo fácil que pueden ser descarrilados los escenarios de base". 

Los precios del barril de Brent llegaron a registrar subidas el pasado lunes de hasta cerca del 20%, alcanzando un precio de 71,95 dólares, un alza que no se veía desde la caída del sha de Persia en 1979. La reducción a la mitad de la producción de petróleo del reino saudí hizo que el precio del lingote de oro subiese en Londres a 1.502,05 dólares al percibir los inversores el alto nivel de incertidumbre actual. Quizá por ello, Donald Trump ha señalado que no quiere ninguna guerra con ningún país.

La inestabilidad de la zona contribuye a que la cotización del crudo suba, ya que el mercado de futuros del petróleo tiene presente la posibilidad de nuevas interrupciones de suministro.

De hecho, Abqaiq estaba fuertemente resguardado con múltiples anillos de defensa, pero esta protección ha demostrado ser ineficaz contra ataques aéreos. EE.UU. contribuyó a calmar la situación al autorizar la liberación de sus reservas de emergencia. Rusia descartó por su parte que la OPEP preparase medidas de urgencia. A su vez, Irán, que negó la autoría del bombardeo, ha mostrado desde el cerco al estrecho de Ormuz que está dispuesta a llevar una guerra asimétrica desde la impugnación del acuerdo nuclear en 2015 por EE.UU. y sus aliados. Las sanciones sufridas reclaman venganza, según Teherán.

Antes del ataque, una cuestión clave para el mercado era la disminución de la producción dada la debilidad de la demanda por la desaceleración económica global. Arabia Saudí ha destituido recientemente a su anterior ministro del Petróleo, Khaled-al-Faleh, nombrando en su lugar al príncipe Abdelaziz Ben Salman, hermanastro del poderoso príncipe heredero Mohammed Ben Salman (MBS).

El cambio tiene que ver con el descontento del poder saudí ante las bajas cotizaciones del petróleo, juzgadas demasiado bajas para permitir una entrada en bolsa de Aramco en condiciones óptimas. La cotización Brent ha estado oscilando recientemente en torno a 60 dólares, mientras que rozaba los 120 dólares en 2014.

El nuevo ministro de Energía, quien ha declarado que la salida a bolsa de Aramco, aplazada durante un tiempo, "se realizará en sus primeros movimientos de cotización a nivel local, pero estamos dispuestos igualmente a cotizaciones extranjeras". La salida a bolsa, por un total del 5% del capital, se desarrollará por tramas sucesivas. "Aramco está dispuesto para su introducción en el mercado bursátil, que tendrá lugar pronto", según su consejero delegado, Amin Nasser. En 2018, Aramco anunció una cifra de negocios de 360.000 millones de dólares y un beneficio de 111.000 millones de dólares. El reino valora la compañía en dos billones de dólares.

Entretanto, el nuevo ministro de Energía, reunido con los miembros de OPEP y sus socios de Abu Dhabi, se declararon el 9 de septiembre favorables a mantener una política de baja producción.

Es decir, sin poder precisar cuánto, pero lo que es seguro es que el petróleo va a subir. Sí o sí.