ElNacional.cat me ha invitado a explicar cómo he vivido este paso de saborear una pizca de libertad durante unos días a volver a estar de nuevo encerrado todo el día en la prisión. No he dudado en hacerlo, sobre todo para corresponder a tantas personas que nos muestran su afecto y apoyo y porque, de nuevo, la comunicación resulta, hoy por hoy, totalmente imposible.

Esto era el martes pasado. Había quedado para comer con Lluís Llach. Hacía mucho tiempo que tenía ganas de poder hablar con él y agradecerle directamente muchas cosas, desde el epílogo en el libro que hicimos con Gemma Aguilera hasta su activismo incansable durante todo este tiempo de nuestro injusto encarcelamiento, así como saber su visión de todo. Siempre, desde muy jovencito, he tenido una especial admiración hacia él y todo lo que encarna y representa. Espero que no le sepa mal que revele esta situación, pero lo explico porque la vida te lleva a vivir unas casualidades tan inesperadas como emblemáticas. Me refiero al hecho de que te llegue de golpe la noticia de que se perpetra un nuevo episodio de esta represión vestida de toga mientras comparto reflexiones con quien encarna la voz de la resistencia y resiliencia contra la opresión y la defensa extrema del ejercicio de derechos y libertades fundamentales.

La noticia de que se suspenden los terceros grados y se pide el retorno inmediato a la prisión y sin derecho a nada de lo que estaba establecido hasta ahora en la normativa procesal penitenciaria, me estremece. Éramos plenamente conscientes de que la Fiscalía lo impugnaría y de que el Supremo lo esperaba, pero no hasta el punto de no respetar ni las mínimas formas, formalidades y tempos procesales hasta ahora existentes, y, por lo tanto, pensábamos que tendríamos unos días de margen para ir preparándonos.

Como siempre en estos casos, nos enteramos de todo por los medios de comunicación, nunca por nuestros abogados. La noticia, además, va acompañada de una gran confusión, que, por el fondo y por la forma, desborda totalmente a nuestros abogados cuando les preguntamos por el contenido de la noticia, por su base jurídica, que es lamentablemente novedosa, y por si nos afecta a todos o no, porque la información es contradictoria.

Es un remember que te lleva a la conclusión, dos años y medio después, de que el control del conflicto político no lo tienen los políticos, que seguramente ni lo quieren tener, y que está todo en manos del poder judicial

Me quedo muy impactado. No es la primera vez que me pasa. De golpe, en mi subconsciente, rememoro las sensaciones de otra comida, aquella en la que con algunos amigos de Junts per Catalunya esbozábamos el discurso de investidura, y en la que también vía prensa me enteré de que el juez Llarena nos citaba al cabo de pocos días para revisar las medidas cautelares, es decir, a prisión otra vez.

Sin embargo, de golpe, experimentas un montón de sensaciones que conviven con una lista de cosas que te vienen espontáneamente a la cabeza que tienes o quieres hacer antes de volver a entrar inmediatamente a la prisión. Desde personas de las que te tienes que poder despedir hasta mil gestiones que tienes que dejar hechas. Te sientes desbordado. Notas que te corre más la cabeza que las piernas, que dice el dicho.

Al cabo de un rato, y mientras voy para casa, me dicen que de Josep, de Carme, de Dolors y de mí no ha llegado ninguna comunicación. Pregunto el motivo. Nadie me sabe decir el porqué. Que no hay, por mucho que se lo miren, una explicación jurídica que apoye esta decisión. Será por la tarde, en Lledoners, en el acto que se hace, que por un periodista de TV3 nos enteramos de que el motivo de que no nos afecte de momento es muy poco épico, y es que el fiscal que nos toca a nosotros está de vacaciones. Y, claro, la primera pregunta que te haces ahora es esta: ¿y cuándo vuelven de vacaciones? Y deseas que ojalá sean de esas personas que hacen vacaciones del 15 de julio al 15 de agosto. Pero la respuesta vía prensa es que nuestro escrito de ingreso inmediato puede llegar hoy mismo más tarde, o al cabo de uno o de unos días.

La incertidumbre es absoluta. Y, todo esto, combinado con lo que quieres hacer, todas esas llamadas y abrazos antes de volver a entrar en la prisión. Y no sabes de cuánto tiempo dispones. ¿Horas? ¿Un día? ¿Dos días? Mi hija Laura vuelve esa noche de viaje y no sabes si la podrás abrazar antes de volver a entrar en la prisión. ¿Y mis padres? Habíamos quedado en que pasaría con ellos todo el fin de semana. Miro mucho el móvil, que empieza a llenarse de mensajes y llamadas que querrías contestar y que ves que materialmente no puedes. Y miro mucho el móvil porque, sobre las tres de la tarde, me han llamado desde la prisión para decirme: "Lo tuyo no ha llegado todavía, pero no dejes de estar pendiente del móvil por si te llamamos que ha llegado la resolución de la jueza y tienes que venir ya a la prisión". Llach me insiste en que me vaya enseguida a donde tenga que estar en un momento así. Y eso es en casa. Y la comida se acorta por causas obvias.

Quedo con Blanca y Marta en que voy a casa y allí nos organizaremos para todo lo que queremos / podemos hacer estas últimas horas. Aviso también en el despacho de abogados donde he tenido el privilegio de trabajar estos meses para decirles que todo se precipita. La llamada esta me cuesta. Lo siento muchísimo. Para mí, haber trabajado aquí ha sido un regalo que me ha hecho la vida, por la calidad profesional de los que lo conforman y por una calidad humana increíble. He aprendido mucho y el ambiente era inmejorable, y ya formaba agradablemente parte de mi vida. No quiero que de los temas que llevaba quede nada colgado y les pueda perjudicar en cualquier cosa. Me siento enormemente en deuda con ellos.

No sabes cuándo volverás a sentir aquel aire fresco que olía a libertad que sentías a primera hora de la mañana al salir de la prisión para ir a trabajar

En casa no tendré mucho tiempo, porque por la tarde tengo claro que tengo que estar junto a los compañeros que sí que seguro ya les toca entrar. Me dicen que se ha organizado un acto. Como si no se hubiera organizado, también habríamos estado. Es lo que toca en estos momentos. Hablo con Carme Forcadell, y a ella y a Dolors las informaciones que les llegan también son contradictorias. Es una tortura psicológica que se puede alargar. Hablo también con el president Puigdemont. Ha llamado él, y de nuevo me viene a la cabeza aquella emotiva llamada que tuvimos pocos minutos antes de que el juez Llarena en medio del debate de investidura me volviera a meter en prisión. Es un remember que te lleva a la conclusión, dos años y medio después, de que el control del conflicto político no lo tienen los políticos, que seguramente ni lo quieren tener, y que está todo en manos del poder judicial.

A las 17.30 nos confirman de que hoy martes no será. Ganamos uno o medio día más. Esta tortura psicológica durará dos días. Y en estos dos días, quieres hacer muchas cosas. Pero sobre todo miras mucho, piensas más y hablas poco. Quieres saborear y retener cada paisaje, cada mirada, cada gesto, porque piensas mucho eso de "quién sabe cuándo podrás volver a vivirlo". No sabes cuándo volverás a sentir aquel aire fresco que olía a libertad que sentías a primera hora de la mañana al salir de la prisión para ir a trabajar.

Quieres seguir hasta el último minuto agradeciendo al máximo tanto afecto y apoyo recibido, porque es realmente lo que te da y te dará fuerzas para aguantar ahora y lo que seguramente te viene encima. Y quieres llenar el depósito de fuerzas de cara a todo lo que tiene que venir. Y son ganas de hacer llegar el agradecimiento inmenso a las personas más amigas, pero también a aquellas más anónimas que no conocías, pero que sabes que están siempre. Desde aquellas personas que a las 7 de la mañana ya nos esperaban fuera de Lledoners para darnos los buenos días, o los que cada tarde estaban en la rotonda de entrada a la prisión, hasta los Músics per la Llibertat de los jueves en Lledoners, y en tantos rincones de Catalunya, hasta los que nos vienen a dar las buena noches, por no hablar de las cartas, a quienes a muchos de los que me las han enviado les he podido dar mi móvil para conocernos por voz y no solo por carta.

Por eso el miércoles por la mañana, y sin avisar, voy a Parets y decido pasar por la plaza al encuentro que cada miércoles hay para pedir la libertad de los presos políticos y el retorno de los exiliados, y a través de ellos, quiero transmitir mi agradecimiento a todos los que hacen encuentros tan constantes por toda Catalunya y a tantos, por tanto. Es un pequeño gesto, sin embargo, para mí, muy simbólico. Envío muchos mensajes de despedida a los diferentes grupos de Whatsapp. Almuerzo con mi amigo, y que me ha ayudado tanto durante este tiempo, el doctor Jaume Padrós, y recupero los mejores consejos que me dio cuando me vino a visitar a Estremera de cara a lo que pueda venir.

Por protocolo de la Covid-19, tendremos que estar diez días incomunicados en la celda. De la semilibertad a estar más de 21 horas encerrado

Recibo una llamada que me avisa de que la vuelta a la prisión no será suave. Por protocolo de la Covid-19, tendremos que estar diez días incomunicados en la celda. De la semilibertad a estar más de 21 horas encerrados. Y el tema de las comunicaciones por locutorio estará muy restringido y sin posibilidad de vis a vis en mucho tiempo. Y entonces todavía quieres hacer más cosas antes de esta incomunicación total. Y también es en este momento cuando ya ves que hay muchas llamadas y gestiones que dices que harás y que al final materialmente no podrás acabar de hacer, y la nueva sensación que te invade es la de angustia. Y es aquí cuando empieza una dinámica de agobio hasta el infinito a Blanca y mis hijas, por si pueden hacer todo lo que no he podido hacer. Su paciencia conmigo veo que no tiene límite o lo disimulan de un modo que yo sería incapaz.

El jueves finalmente llega la notificación. Intuía que sería aquel día. Y por eso por la mañana paso por el despacho de abogados y les llevo un pequeño desayuno para simbolizar mi enorme gratitud por la oportunidad que me han dado. Me voy pronto. Quiero volver a pasar por Riells del Fai, donde en casa de mi hermana ahora están mis padres, muy delicados de salud. Me comunico con mi hermano para decir que todo se precipita, que no nos podremos ver. Hablo también con mis suegros. Cada encuentro con alguien de la familia es un adiós. Miras más que hablas, sobre todo ahora. Es la mirada a una imagen querida que quieres retener, especialmente la de mis padres, que por su estado de salud no sabes cuándo los podrás volver a ver y cómo. Ahora ya no te imbuye ningún sentimiento de rabia o indignación. Ahora experimentas una sensación dolorosa, de nudo en la garganta, de tristeza y de añoranza.

He quedado para comer con Blanca y Laura (Marta estaba fuera de excursión y no he querido que esta represión la paguen más ellas por mi culpa, y le dije que no bajara), y dos buenos amigos con los que desde que salí de la prisión todavía no había podido quedar. Nos conocimos e hicimos amistad trabajando para el conseller Antoni Comas, Víctor Bayarri y Josep M. Violant. Y les digo que tal como mandan los cánones ante estas ocasiones, tenemos que hacer un "buen festín". Estos días, con la excusa de que mucha gente me decía eso de "no adelgaces más", he sacado la tripa de mal año. Y sí, los callos, el capipota y demás se han hecho un buen lugar en mi dieta. Demasiados días de rancho acumulado y Dios sabe los que vendrán... Y, como lugar emblemático en la comarca y garantía de la comida que me gusta, comemos en la Fonda Europa.

Y es aquí cuando me entero de que el juez que lleva a Carme y Dolors les ha dado diez días para oponerse a la suspensión. Entonces todavía entiendes menos lo que está pasando. La sensación de que nada tiene ningún sentido es absoluta. Contento por ellas, pero más desconcertado al ver criterios tan diferentes en una cuestión que tiene un impacto personal y emocional terrible.

Con Josep nos hemos llamado para llegar juntos. Por si fuera poco, aquella tarde tenía hora en el dentista porque me tenían que arrancar una muela. Aunque el menor de mis males en perspectiva será el de la muela, sé que tener dolor de muelas en la celda es insoportable y hacía falta a toda costa arrancármelo y mantener la cita para evitar riesgos que puedan hacer más tortuosos los primeros días de incomunicación en la celda.

Vuelves a la celda y te vas convenciendo de que tienes que hacer de tripas corazón y sacar coraje de donde sea y si has aguantado desde hace más de dos años y medio lo que has aguantado en tantas prisiones, ahora también tienes que poder

Llegamos a las 19.30 a la prisión. Todo son muestras de apoyo y de consuelo. Los Músics per la Llibertat y muchas otras personas, como compañeros de partido, nos esperan allí cerca de Lledoners. La música, las caras amigas, los aplausos y los abrazos te hacen emocionar. Qué sentimiento y qué sensación más bonita. Después atendemos a los medios de comunicación. De hecho, le pido a Josep que sólo hable él. Con lo que me ha puesto el dentista y por la herida de la muela, tengo una voz ridícula, muy —digamos— gangosa. Es poco épico, pero real como la vida misma. En la puerta literal de la prisión, besos y abrazos fuertes con la familia, que saben a poco, a muy poco.

Entramos en el módulo. Nos encontramos a los otros presos políticos porque coincide con el pequeño espacio de tiempo que les dejan para hacer una llamada y dar un par de vueltas al patio. Los ves bien, ya te avisan de que el primer día de confinamiento se hace muy duro, pero que en el segundo todo cambia.

Subimos a la celda, nos encierran y el ruido de la puerta de hierro este día te resuena más que ningún otro de los anteriores.

El día siguiente, viernes, y primer día entero de nuevo en la prisión y encerrado en la celda tantas horas, es horroroso. El sentimiento no es rabia, no es indignación, porque los sentimientos que te invaden son de una tristeza y añoranza absoluta. Echas de menos los abrazos, las miradas y las voces. Una gran sensación de abatimiento por estos sentimientos. Sabes que estarás diez días encerrado en la celda, excepto de las 15 a las 16.30 horas y de las 9 menos cuarto a las 9 y cuarto de la noche para hacer llamadas, estirar las piernas en el patio y comprar en el economato.

En la primera llamada tienes que aguantar el tipo. Y, obviamente, en casa me lo notan. No les puedes disimular con la voz este sentimiento de tristeza y añoranza. Los ves bien y fuertes y te reclaman fortaleza. Vuelves a la celda y te vas convenciendo de que tienes que hacer de tripas corazón y sacar coraje de donde sea y si has aguantado desde hace más de dos años y medio lo que has aguantado en tantas prisiones, ahora también tienes que poder. Y es así. Y de golpe, todo va dando un giro y vuelves a aquella normalidad de fortaleza mental de antes de que empezáramos a poner un pie en la calle por el 100.2.

En la televisión oyes muchos mensajes de condena de la decisión de devolvernos a la prisión. Grandes frases, sin embargo, en el fondo, piensas eso de "menos frases, más hechos y más efectivos, porque de los grandes mensajes entrarán en el juego y poco más". Piensas en que al menos esto que nos pasa y sufrimos en la prisión y en el exilio, tenga sentido y no sirva solo para generar tensión. Sin embargo, todavía te duelen más los sonoros silencios de muchos sectores ante este enquistamiento de la venganza y el escarmiento a golpe de retorcimiento ahora del derecho penitenciario y procesal para tenernos el máximo de tiempo en este agujero.

Sin embargo, pienso que nadie me podrá hacer perder lo que he vivido estos pocos días que he saboreado una pizca de libertad. Los he aprovechado y disfrutado al máximo y no creo que haya sido un problema para la sociedad, que, en definitiva, es el objetivo de las salidas de la prisión. Ahora bien, estos días hemos constatado que el objetivo de la legislación y el tratamiento penitenciario es uno, y el objetivo de la cúpula judicial y el deep state queda claro que es otro radicalmente opuesto, al menos con respecto a nosotros...

Y, claro, tumbado en la cama de la celda piensas y piensas que eso sólo se supera a base de coraje y haciendo que las convicciones personales y políticas sean más fuertes que el abatimiento sentimental que una situación así te provoca. Y ahora pasados ya los tres primeros días, el coraje y las convicciones ya han podido vencer la realidad que el resto de sentimientos, que existen, te hagan más difícil estar en este agujero.

Y, de nuevo, ahora mientras acabo de escribir este pequeño dietario de estos últimos días, la sensación de gratitud inmensa a tantas personas por tanto y el compromiso activo por aquellas ideas y objetivos políticos que me han llevado a la prisión, me ocuparán tanto que no dejarán espacio otra vez ni para el resentimiento ni para el rencor, ni para el abatimiento. Este es el propósito, este es el objetivo.