Si es verdad que la autonomía es un obstáculo para la independencia, ya podéis cerrar la Generalitat. Que es un obstáculo, y de los gordos, lo ha dicho mucha gente, por ejemplo, el presidente Torra, en uno de esos ataques de sinceridad que tiene de vez en cuando. Al fin y al cabo, la Generalitat es el Estado español en Catalunya, es España y solo España. El presidente de la Generalitat es el representante ordinario del Estado en Catalunya, el señor virrey. Y todos los funcionarios de la autonomía son todos funcionarios del Estado español, empezando por los Mossos que apalean activistas LGTBI, -que estuvieron a punto de arrestar al presidente Puigdemont- y terminando por los dóciles funcionarios que cobran del Parlament de Catalunya sin ir a trabajar, terminando también por los dóciles funcionarios de Educación que quieren aceptar la sentencia de al menos un 25% de español en nuestra escuela. A todo el mundo le sabe muy mal lo que está pasando, se encoge de hombros, mira al cielo y chasquea la lengua. Pero es que no pueden hacer nada. Hay una leyenda urbana que asegura que, cuando eres funcionario, se ve que lo sacrificas todo para llegar como sea al fin de semana, a los puentes festivos, a las vacaciones. Heroicamente. El calendario es sagrado. Te sabe muy mal, pero la playa te está esperando y tu negra conciencia tampoco pesa tanto como para que no puedas nadar un poco y acabes en el fondo del Mediterráneo.

De nada sirve lo que diga o pueda decir la Constitución, ni el Estatut ni la Ley de Política Lingüística, ni la ley de Educación. Nada. Aquí lo importante son los exégetas, los intérpretes de la ley, los brujos de la tribu, los sabios

 

La ley, en España, es clara y rotunda. Es la ley del embudo, de gran calidad. Una ley pura de oliva. De nada sirve lo que diga o pueda decir la Constitución, ni el Estatut ni la Ley de Política Lingüística, ni la ley de Educación. Nada. Aquí lo importante son los exégetas, los intérpretes de la ley, los trujumanes, los brujos de la tribu, los sabios. Y si esos señores, los jueces, que van vestidos oscuros como los brujos, hoy proclaman que la ley dice blanco, entonces dirá blanco. Y si mañana dicen que la ley dice negro, dirá negro. Es lo más parecido a un milagro porque esto lo hacen sin necesidad de cambiar la ley. Lo que cambia, dicen, es la doctrina del tribunal, cambia la interpretación de la ley. Y se quedan tan anchos. De esta forma hemos llegado al absurdo según el cual, hoy, el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya se considera competente para determinar cuál debe ser la política lingüística en nuestro país. Legalmente competente y técnicamente competente, como si cuatro jueces fueran equivalentes a cuatro sociolingüistas, a cuatro pedagogos. Como si el amenazante poder legal que tienen de enviarte a la policía a casa y de encarcelarte, de destrozarte la vida, fuera equivalente a tener razón. Pensemos en Valtònyc y Pablo Hasél. Como si el poder que tienen de clausurar un diario o de condenar a un periodista -yo estuve a punto de nieve- quisiera decir que todo el mundo renunciará a hacer política o expresar su opinión.

El pacto constitucional, en el que participó la inmensa mayoría del nacionalismo catalán, establecía un principio de reconocimiento mutuo y de reconciliación entre excombatientes de la guerra civil. Así, España reconocía la legitimidad de la Generalitat de Catalunya en el exilio a cambio del reconocimiento de la España constitucional como democracia. Por eso el restablecimiento de la Generalitat del presidente Tarradellas es anterior a la Constitución española de 1978. Porque los franquistas necesitaban legitimarse internacionalmente para poder entrar en el entonces Mercado Común y la OTAN. Y, para legitimarse internacionalmente, también debían reconocer a las minorías nacionales. Por eso Euskadi y Catalunya obtuvieron la autonomía. Una descentralización administrativa acompañada de contenido político. La del País Vasco protegía, blindaba, el concierto económico. La de Catalunya protegía, blindaba, la lengua catalana.

Todo el mundo sabe hoy qué pasaría si el Estado español suprimiera el concierto e hiciera que el pueblo vasco pagara impuestos a España como pagan todos los demás españoles. Todo el nacionalismo vasco, PNV y Bildu, diría que se ha roto el pacto constitucional, que han reventado la autonomía y que no están dispuestos a aceptarlo de ninguna de las maneras. Euskalerria volvería a ponerse en pie de guerra, sin terrorismo, pero bloquearían y sabotearían todo lo que pudieran para que Madrid retrocediese.

En Catalunya acaban de hacer eso mismo, destruir la autonomía catalana, el contenido político de la autonomía y aquí no ocurre nada. 

En Catalunya acaban de hacer eso mismo, destruir la autonomía catalana, el contenido político de la autonomía y aquí no ocurre nada. Porque la clase política independentista está dispuesta a aceptar cualquier cosa mientras no peligren las nóminas que alimentan a los partidos políticos y a las organizaciones que dependen de ellos. El independentismo catalán está distraído con el escándalo del espionaje, con la chica cubana de Eurovisión y considera que la protección de la lengua catalana es una cuestión sectorial, que es cosa de los maestros. Que el pobre González y Cambray espabile.

Cuando lo que debería pasar es que el president de la Generalitat debería decir que hasta aquí hemos llegado. Pere Aragonès debería salir y decir que, en estas condiciones, se acabó lo que se daba y que queda anulado el pacto constitucional. Que devolvemos todas las competencias al Estado. Que si quieren decidirlo todo desde Madrid, que si quieren mandar los jueces y los políticos de Madrid, que lo hagan. Pero sin la cobertura de los políticos catalanes. Sin la complicidad de los políticos catalanes. ¿Verdad que esta autonomía es un engaño? Pues díganlo al pueblo y dejad de blanquear esta estafa política. ¿Lo haréis los partidos políticos independentistas? De ninguna de las maneras. Entonces, ¿por qué pido que lo hagáis? Porque entonces, en las próximas elecciones al Parlamento español, el único parlamento con auténtico poder, podríamos volver a votaros masivamente. Con solo treinta diputados independentistas bloquearíais a España. Ya está bien.