La convivencia en Lledoners se ha convertido en una experiencia casi televisiva, en una realidad paralela a la del resto de los humanos con derecho a voto, en el espontáneo florecimiento del sentimiento más bello que pueda latir en un pecho. Y es que, señoras y señores, en las oscuras mazmorras donde decían que no cabía tanta dignidad ahora nos damos cuenta de que no, de que quedaba un rincón donde el amor hizo su nido. ¿Acaso no es bonito? Primero fue Jordi Cuixart quien se tiró al cuello del carcelero Miquel Iceta con el entusiasmo de un adolescente al que, por primera vez, dejan dormir fuera de casa. Incluso el impasible Salvador Illa-Isla se sintió conmovido por la adorable escena. Y ahora ha sido el otro Jordi, el Sánchez, el héroe que admitió hace tiempo que tenía aprendida la lección y que nunca más treparía sobre un coche de la Guardia Civil. Jordi Sánchez ha querido hacer públicos sus palpitantes sentimientos a través de una carta amorosa, el medio de comunicación más tradicional y efectivo que conocemos para la comunión entre dos almas. Y ha respondido a Oriol Junqueras haciendo ver que le corrige cuando, de hecho, lo que hace es darle la razón, toda la razón, cuando de hecho lo que hace es declararle su amor eterno, situándose políticamente a su lado. Para decirle que a pesar de las siglas políticas, quiere lo mismo que Junqueras. Transitando por las galerías del recuerdo a conveniencia de las ganas que tiene de salir del agujero. Aquí me caigo, aquí me levanto, Jordi Sánchez no desmiente a Junqueras cuando le responde que no se puede descartar ninguna vía democrática hacia la independencia. Lo que hace, en realidad, es insistir en la conocida teoría según la cual el Primero de Octubre no fue un auténtico referéndum por la independencia, dijeran lo que dijeran las preguntas de las papeletas y la respuesta de más dos millones de catalanes, enfrentados a la policía. Que era un simulacro, dice ahora Jordi Sánchez, que era un referéndum para forzar otro referéndum en el futuro, siguiendo la astucia de Artur Mas durante el 9-N. Un referéndum para propiciar un referéndum que asegure otro referéndum para poder, algún día, autodeterminarnos democráticamente en referéndum. Espectacular. Y es que el amor eso lo tiene. A menudo los demás lo vemos ridículo.

Las reacciones públicas no se han hecho esperar. Valtònyc, desde Bélgica, aseguraba, sorprendido, que “para acabar haciendo de Santi Vila no había que comerse 4 años de talego”. Sin identificar a quién dirigía su tuit, probablemente porque hoy los presos políticos ya han dejado de ser de Esquerra o de Junts, porque ahora ya son todos fervientes servidores del amor. Contrarios a la unilateralidad que supone cualquier divorcio. El president Torra, por su parte y con mucho respeto, también contradecía a Jordi Sánchez. Porque todos sabemos lo que cuesta llevar la contraria a una persona que se ha establecido como referente moral, como orgullo de la especie humana, una tan buena persona que “si me abren la puerta de Lledoners saldré, como cualquier otro preso indultado”, dice, “y si el indulto no llega, esperaré paciente y sin odio”. Nunca se había visto una concentración de tantas buenas personas como durante la revuelta independentista catalana. No como el pérfido Antonio Baños, que pió la siguiente observación: “Estaría bien recordar que el 1-O fue también un exitoso acto de desobediencia popular contra Jordi Sánchez”. Habría que añadir, probablemente, que la revuelta independentista catalana siempre ha ido desde abajo hasta arriba, y que el primero de octubre fue lo que la gente quiso que fuera, no lo que cuatro dirigentes políticos quisieran. La democracia es eso, que se tiene que hacer lo que quiera el personal. Por todo ello me conmueve este otro tuit, recogido al azar entre muchos otros. Pienso que explica abiertamente el malestar general de los votantes independentistas. Un malestar imprescindible para deshacernos de los dirigentes que ya no quieren la independencia: “Y pensar que ya habíamos planificado, mi mujer y yo, las instrucciones de cómo actuar y cómo gestionarlo con el niño, por si acababa detenido la semana del 1-O... Lo hubiera arriesgado todo por una mentira... de unos putos malnacidos...”.