Ahora mismo Pablo Llarena podría ser, perfectamente, entrenador del Barça. También enlaza grandes derrotas, una tras otra, sin ni inmutarse. En su particular Champions ha conseguido un currículum que incluso es peor que el de los últimos años de los azulgranas. Sus Roma, Juventus, Liverpool, PSG (dos veces) y Bayern (tres) son Alemania, Bélgica, Escocia y a partir de hoy, Italia. Y a esto hay que sumarle sus famosas tres euroórdenes Guadiana, que aparecen y desaparecen misteriosamente. Porque es muy -ojo, pero muuuy- difícil tener tanta razón como le da siempre el club de fans que tiene instalado en la justicia, la política y el periodismo hispano y que en los tribunales nunca se la dé nadie. Ni por error. Pobrecito. Los descalabros de este hombre son tan pertinaces que, dado el caso de tener que vérselas con la justicia, todo el mundo lo querría de acusador. Si el caso se dirimiera en un tribunal normal, claro.

Todos ellos -los del club de fans- son los que se pasan el día gritando "Puigdemont a prisión", una manera como otra de dejarse la voz para nada y perder el tiempo. Lo han vuelto a hacer también este fin de semana en la convención donde unos han optado por convertirse en el Partido Voxpular. La sorpresa ha sido la justificación de que hoy se ha inventado el respetado (al menos por mi parte) Alejandro Fernández, líder del partido en Catalunya, para quitarle hierro: "La gente tiene que tener un poquito más de fortaleza mental. No creo que a nadie le suceda nada por oír un grito de estas características con una plaza de toros con casi diez mil personas". ¿Perdón?

A servidor de usted cuando le hablan de "fortaleza mental" le viene a la cabeza aquel eterno desfile por el juicio perpetrado en el Tribunal Supremo cuando miembros de los cuerpos de seguridad españoles iban pasando repitiendo el mismo guion. Decían que el 1-O habían visto entre la gente unas miradas de odio que ni en el Euskadi de los años del plomo. Madredediosbendito lo que les obligó a hacer a un Estado por sostener lo que no se sostenía por ninguna parte. Qué triste. Y qué bajeza. Y qué manera de desacreditar y ensuciar las instituciones de dos en dos. La policial y la judicial, en este caso. Hacer ir a decir eso de las miradas de odio a gente que, si realmente estuvieron en Euskadi -cosa que no ha quedado acreditada-, cada día tenían que mirar debajo de su coche para salvar la vida, es tan sumamente miserable. ¿Fortaleza mental? ¡Hòstia Alejandro, no jodamos! ¡Que tú sabes leer y escribir, no como la mayoría de los del club de fans del ínclito! Aquí quien necesita fortaleza mental es el llarenismo (constitucional). Para empezar a asumir que quizás antes de lo que se imaginan, Carles Puigdemont, Toni Comín, Clara Ponsatí, Lluís Puig y Marta Rovira irán a visitar a Llarena a su segunda residencia de la Cerdanya para que se pague una mariscada. Porque un Estado que ha perdido la vergüenza lo aguanta todo, sí, pero hasta un límite.

Viendo cómo no paran de ir de Annual en Annual, no puedo evitar recordar aquella histórica pancarta que apareció en el Camp Nou en una de las numerosas crisis del nuñísmo y que decía, refiriéndose a Josep Lluís Nuñez: "Maria Lluïsa, llévatelo al cine" (Maria Lluïsa -Navarro- era su mujer"). Pues bien, no sea caso que el Estado acabe desplegando a un inmenso "Gema, llévatelo al cine" (Gema, es la mujer del juez). Y acabe yendo. Y se acabe quedando.