Subo la persiana. Hace sol y es sábado. Y es sábado, como podría ser jueves. O eso es lo que pensaba un servidor por la mañana, porque por la tarde me han abierto los ojos. A ver, he acertado la parte "es sábado y podría ser cualquier otro día", pero he fallado en que podría ser jueves. No, los fines de semana no pueden ser jueves porque siempre son lunes. Lo ha dicho el Jefe del Estado Mayor de la Defensa y, a partir de ahora, Jefe de los días de la semana:
Cuando eso acabe, me encantaría poder hablar rato y rato con el señor Miguel Ángel Villarroya sobre esta idea suya consistente en repetir que estamos en una guerra. Porque me gustaría mucho poder entender el fondo de su razonamiento, diametralmente opuesto al mío. Esto no es ninguna guerra. Las guerras son una cosa que hacemos los seres humanos entre nosotros mismos desde Cain i Abel (concepto). Y las hacemos por rivalidad, poder, odio, envidia, sometimiento, control, afán de conquistar lo que es de los otros, para robar, destruir a los que no son como tú y demostrar quién es más fuerte. En cambio los virus nos demuestran a los humanos, precisamente, nuestras debilidades y vulnerabilidades. Los virus nos dicen que no somos los dueños de un mundo donde todo lo hemos solucionado siempre matando a otros seres humanos, la mayoría de veces por culpa de delirios que personas a las que les faltaba un hervor. O tres.
La guerra es supremacista y los virus son humildad.
Total, que como es lunsábado, me he pasado toda la mañana desconectado. Empiezo a estar saturado de tanta información y me la estoy racionando. He recuperado una novela que empecé a leer hace dos veranos. En favor mío, hay que decir que tiene 650 páginas.
Después comer he hecho rama de mensajes. "Hacer rama" es una expresión que dicen en el pueblo de mi amiga funcionaría y es la acción de recoger ramas y ramitas que han caído durante el invierno. Me la hizo conocer ayer. Destaco tres (mensajes): 1/ La gestora de acontecimientos que me explica que su madre no va a ver a unos vecinos de cerca de 90 años, no porque piense que ella les puede contagiar el coronavirus a ellos, sino porque tiene miedo de que se lo contagie a ella a la cuidadora que los atiende. Pero es que la cuidadora está convencida de que quien la comntagiará a ella son los abuelos. ¡La rueda sin fin! 2/ La profesora de ballet me dice: "Cómo nos tenemos que ver... Estoy haciendo un pastel. De queso. ¡Y no he hecho un pastel en mi vida! Y no tengo ni una balanza para medir las cantidades". Al cabo de una hora el mensaje es preocupante: "Creo que me ha quedado demasiado líquido". El siguiente es una derrota: "He añadido harina para espesarlo y ahora es un pastel de harina" y 3/ El amigo que tiene una pequeña tienda de comida: "Soy de los que cada día sale a aplaudir al personal sanitario, pero a nosotros, a los que seguimos abriendo las tiendas y mercados para que no falte de nada y a los que nos traen el género, también estaría bien algún reconocimiento, ¿no? Porque, ¿te imaginas eso con escasez de alimentos? Si la gente ya pasa de todo y se va al apartamento, qué no harían por una lata de atún, unas mandarinas, una merluza o un bistec"?.
Ya por la noche vuelvo a enviar un correo al colega que ahora mismo vive en Cartagena de Índias y del que hace cuatro días que no sé nada. En el último mail me decía: "Aquí se podría decir que han llegado antes las medidas drásticas que la pandemia. Tenemos 57 casos en toda Colombia y en Cartagena 3, que son una turista británica y las enfermeras que la atendieron. Pero han cerrado el espacio aéreo, terrestre, marítimo y fluvial hasta nueva orden. Y salas de fiestas, bares y restaurantes, escuelas, casas de putas, casinos, competiciones deportivas, etc. Eso sólo es sobre el papel, porque obviamente, con 3 casos no puedes convencer a la población de que están en riesgo y que no le compren al tipo que pasa con el carrito de la fruta. Ni le puedes decir al del carrito de la fruta que se quede en casa, obvio. Como que la configuración socio-económica de las ciudades también es un factor a tener en cuenta (la gente se gana la vida en la calle) y porque aquí funciona lo que le llaman "el rebusque", si no lo hacían así no me puedo ni imaginar cómo se hubiera contaminado todo. Las zonas turísticas están selladas y las nuevas llegadas en avión tienen que pasar cuarentena de 15 días. Mi único problema ahora mismo es salir a la calle fuera de la zona donde 'todo el mundo' me conoce y sabe de mi existencia. Ya hace dos días que la gente me mira diferente (soy el único blanco allí donde voy y hago cara de turista) y hoy he oído como alguien exclamaba 'coronavirus' mientras me paseaba por un centro comercial. Veremos".
Hora de cena. Hace rato que no se dispara la puta alarma que se ha estado disparando todo el día, pero como estamos confinados: 1/ no puedo salir a mirar de dónde es y 2/ no puedo salir a dispararle yo a ella. Concretamente una pedrada.
Ahora bien, que hay gente que tiene otros vecinos que no son precisamente una alarma...
Y así ha pasado un nuevo día, el que hace 9 de no sabemos cuántos...