Ya pasó durante los momentos más complicados del Procés. Gente que transitaba por la sociedad a trancas y barrancas y hacían equilibrios en la fina línea entre el pintoresquismo y el patetismo, acabaron cayendo por el acantilado del descrédito. Y es que los momentos de crisis desnudan a los impostores. ¿Sabe aquello que dicen que la mejor manera de conocer a una persona es verla conducir? Pues es eso, pero aplicado a situaciones de convulsión.

Y ahora está sucediendo con la COVID. Personajes anónimos, pero sobre todo públicos, que ya daban pasos vacilantes han conseguido sacar lo peor de sí mismos. Y lo más lamentable de todo, para ellos, es que todavía no son conscientes. Y de la misma manera que hemos descubierto que hay mucha gente de es de VOX y no sólo todavía no lo sabe sino que se cree que es todo lo contrario, también se han autodesenmascarado un grupo de farsantes que ahora nos han mostrado que realmente eran como palomitas, blancos por fuera y huecos por dentro, y que necesitan a alguien que los ayude, aunque en algunos casos me temo que llegamos tarde.

Miguel Bosé es el gran ejemplo, pero detrás suyo han venido muchos otros. Y servidor de usted quiere detenerse en un par: Boris Johnson i Novak Jokovic. Porque son actualidad del fin de semana pero, sobre todo, porque han demostrado no saber entender que por mucho que te creas ser alguien, tienes que saber parar de mentir. No, no siempre todas te ponen, aunque te lo pienses. Y, sí, tener poder y dinero te proporciona la posibilidad de tener más poder y más dinero e ir por el mundo con impunidad, pero si siempre subes la escalera plegable corriendo con las manos en la espalda, es muy probable que cuando un día llegues arriba no tengas tiempo de frenar, te caigas por el otro lado y no tengas tiempo de poner las manos para evitar estamparte de cara.

El caso del primer ministro británico es particularmente chillón. Personaje de formas siempre excesivas, hasta ahora mucha gente le reía las gracias. Pero hacer lo que ha hecho en plena pandemia ya no provoca risa ni a muchos de los suyos. Que en un momento de sufrimiento para millones de personas él se haya dedicado a ir de fiesta en fiesta demuestra perfectamente qué tipo de persona es y en qué mundo vive. Y lo más sorprendente es que cuando él sabe perfectamente que se acaba sabiendo todo, él pensara que nunca lo descubrirían. O sea, que no sólo lo hizo sino que creyó que era transparente. Como los niños que se tapan las orejas y gritan para no oír ni ver la realidad, pero en su caso despeinándose a propósito y muy fuerte para llamar la atención.

Djokovic es la prepotencia de quien se cree que está por encima de todo. De quién miente porque se cree un rey del mambo invencible al que nunca le sucederá nada. "Yo no me quiero vacunar y no pienso pasar por el tubo que tienen que pasar los otros. Porque yo no soy como los otros. Yo soy el gran Djokovic, el mejor del mundo dándole golpes muy fuertes a una bola para que caiga dentro de unas líneas". Hasta que se topa con alguien que le para los pies y le hace aterrizar en la realidad. Veremos si ha entendido el mensaje y, seguidamente, tiene una conversación con su padre para que aquel hombre empiece a tomar una medicación que en ningún caso puede ser menor.

Y ahora usted quizás me preguntará: "Señor juntaletras, cree que eso pasará, que Djokovic y Johnson aprenderán la lección?". Pues mire, no dependerá directamente de ellos sino de, si en un caso lo abandonan los votantes y en el otro las marcas comerciales. Porque, al final los dos son alguien gracias a la gente y mientras tengan mucha gente a favor, serán.

Justamente hoy que ha reaparecido Donald Trump. Y con el raca-raca este de que le robaron las elecciones. Y miles de personas aclamándolo. Hablamos de un individuo que tuvo setenta y cuatro millones de votos mintiendo mucho más que los otros, que sigue mintiendo y a quien la gente sigue queriéndoselo creer. Un hombre que se peina estilo Boris y actúa como la suma de Novak y su padre sigue encontrando gente dispuesta a creérselo sin que ningún estamento judicial australiano lo ponga en su sitio e impida que un niño maleducado siga haciendo de las suyas.