Cuándo alguien hace lo que ha hecho el Estado español paralelo para afrontar el conflicto catalán, está demostrando hasta dónde está dispuesto a llegar para mantener su statu quo. Y también está mostrando que nada lo detendrá, y mucho menos la ley.

El llarenismo constitucional ha sido como un viajante que lleva su producto en la maleta y va mostrándolo por los pueblos. Pero en este caso para que todo el mundo sepa qué les sucederá si no son obedientes:

- Señoras y señores, con todos ustedes el elixir milagroso que hace desaparecer disidentes y librepensadores. Traigo el elixir del antiguo régimen, tamaño màgnum extremo, para que nada cambie y todo continúe igual. Si quieren ser y existir como ustedes decidan ser y existir, no duden de que acabarán probando este elixir y quedarán escarmentados para siempre. ¿Qué, quieren un sorbito? ¡¡¡Ja, ja, ja!!! ¡Ustedes no son nada y nosotros sí! ¡Por eso hacemos lo que nos sale del escroto!

Algunos ya avisaron hace tiempo de que con estas cosas de los estados paralelos pasa como con la pasta de dientes, que una vez fuera del tubo, es imposible volver a ponerla dentro. Vaya, que una vez ya lo tienes todo organizado para escarmentar a los indepes, la tentación de ir un poquito más allá y escarmentar a unos cuantos más es demasiado golosa como para resistirse. Y tal como se veía venir y tal como unos cuantos ya avisaron, la tentación no sólo vive arriba sino en el pueblo vecino.

Y detrás de los indepes, siguió la vulneración de varios derechos sociales, el retorcimiento del estado de derecho, la banalización de la violencia de género y la santificación y justificación de todo tipo de abusos contra las mujeres. Trás los indepes, unas cuantas personas e ideas han visto cómo les escasquetaban un embudo en la boca y, como si fueran un pato, se han bebido la producción entera de elixir y después han sido paseados por la plaza pública de los medios de comunicación amigos mojados en alquitrán y espolvoreados con plumas.

Y ahora la ola purificadora ya ha llegado hasta los equidistantes, aquellos que mientras pasaba todo eso colaboraban activamente en la elaboración del elixir o estaban callados observando como lo fabricaban. Pensaban que callando y quedándose quietos, no sufrirían ningún peligro. Creían que las bestias sólo los olfatearían y se acabarían yendo. Pero las bestias nunca tienen bastante y después de olfatearlos los han arañado con tanta afición que dentro del inmenso agujero que han dejado las afiladas garras cabe toda la vergonzante desidia a la hora de invertir en infraestructuras el presupuesto que estaba comprometido. ¡Imagínese usted la herida!

Pero lo más demoledor para los recién llegados al club de los traidores es que formando parte de la manada que los ha atacado había individuos de su especie. Jubilados y barones con miedo a perder la silla y que han demostrado que también son estado paralelo. Y el ataque de la bestia también ha demostrado que, tal como también avisaron algunos (sí, sí, de eso también fueron avisados) el diálogo es imposible. Porque la bestia no habla, ataca. Y para mantener su statu quo, si hace falta, mata. También a los de su especie.