Con una impudicia alarmante, la gran parte de la prensa española, tanto la conservadora como la progresista —incluida la catalana—, se ha volcado en un elogio tan desmesurado de la monarquía que parecía una epidemia de hagiografía. Desde esta perspectiva beatífica, la Transición no habría venido de la lógica caída de un régimen podrido que no podía sobrevivir a la muerte del dictador. Al contrario, habría sido el Borbón colocado por un dictador el que resultaría ser, en este perverso cambio de relato, el responsable de llevar la democracia al pueblo. Una especie de salvador coronado, que nos habría liberado de las fuerzas del mal.
Rehecho el relato, se consolida el olvido: ya no se recordará nada de sus años tutelado por el tirano, ni de la estrecha relación con la dictadura. “España no podrá nunca olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda la existencia a su servicio”, profería lleno de amor a Franco el 22 de noviembre de 1975, y era tanta la admiración que le profesaba que ha sentido la necesidad de expresarlo en el patético libro que ha publicado, en el que, aparte de las pataletas de viejo rencoroso, ha continuado elogiando al hombre que manchó, con la muerte de miles de personas, sus cuarenta años de poder. Juan Carlos es el único jefe de Estado de una democracia colocado por un asesino de masas, y es el único jefe de Estado de una democracia que considera natural elogiar a un asesino de masas. Es decir, lo blanquea con toda impunidad.
Esto fue la Transición: un gran ejercicio de blanqueo de la dictadura que consolidaba la impunidad de los represores y el olvido de las víctimas
Y puede hacerlo justamente porque esto fue la Transición: un gran ejercicio de blanqueo de la dictadura que consolidaba la impunidad de los represores y el olvido de las víctimas. A través de la desmemoria y el silencio, Franco se normalizó como si fuera un político más, con cierta tendencia extrema, y no el dirigente fascista que impuso una represión implacable durante 40 años. La primera estafa de la Transición es a las víctimas, no en vano España es el único país que sufrió el fascismo y no se quitó de encima su pasado ignominioso. No olvidemos que los familiares de Franco disfrutaron de pasaporte diplomático durante muchos años de democracia y que la fundación que elogia al dictador ha recibido dinero público durante años y años. La banalización de la represión y el blanqueo de su maldad son la base que permite que un porcentaje de jóvenes españoles actuales consideren a Franco un estadista.
La segunda estafa fue la que tuvo a Catalunya en el punto de mira. El retorno de la monarquía no se produjo por la tendencia monárquica del dictador —muy al contrario—, sino porque lo consideró una garantía férrea para evitar cualquier tentación de autodeterminación. El mismo Juan Carlos lo explica en el libro que ha publicado, y personalmente me lo aseveró en uno de los encuentros que tuve con él cuando era diputada. La frase es textual: “Le prometí a mi padre, en el lecho de muerte, que nunca se rompería España. Y te recuerdo que soy jefe de las fuerzas armadas”. Ergo, no venía a hacer de jefe de Estado de una democracia, sino a hacer de guardián del santo grial de la unidad de España, si era necesario incluso con el ejército. Por eso su hijo dio el famoso discurso a raíz del Primer d'Octubre, porque toda la borbonada sabe que su única función —aparte de acumular un patrimonio ingente— es garantizar que Catalunya no pueda ejercer nunca sus derechos como nación.
Y de esta estafa, la tercera: la España autonómica, es decir, el café para todos con el fin de diluir el carácter nacional catalán a una simple cuestión regional, convirtiendo el Govern catalán en una diputación grande. ¿O hace falta recordar que muchas regiones españolas tienen ahora gobiernos autonómicos pura y exclusivamente porque vascos y catalanes reivindicábamos nuestros derechos nacionales? Todo el mundo sacó provecho de la lucha catalana, a excepción de Catalunya, que vio cómo se desnacionalizaba su condición política.
Y de estafa en estafa, la Transición mantuvo intactos todos los núcleos de poder vinculados a la represión, desde las redes de intereses económicos hasta las estructuras policiales y judiciales, con una mezcla pornográfica entre el poder político y el resto de poder. Unas redes, unos intereses y unos núcleos de poder que permanecen intactos en la actualidad, y de ahí viene la pornográfica relación entre las estructuras políticas, las judiciales y las cloacas que funcionan a todo trapo. España es una democracia que mantiene un Estado dentro del Estado, donde se manejan decisiones económicas, políticas y judiciales, como bien pudimos vivir y sufrir a raíz de la gran causa judicial contra el procés catalán. En el fondo, y a pesar de los años de democracia, se mantienen intactas formas de represión clásicas de las autarquías. El “atado y bien atado” de Franco lo selló el rey y lo rubricó la Transición. De la impunidad al olvido, y del olvido a la estafa.