Cuando podemos, los que vivimos en la ciudad intentamos ir al bosque o cerca del mar. Ya sabemos que a la gente que vive en los pueblos no les gusta demasiado que vayamos, y nos ponen calificativos no muy amables. Somos urbanitas, pero tenemos necesidad de salir de la ciudad y huir del humo y ruido. Hoy justamente os querría hablar de ruido y de sonidos. Los dos términos se llaman estímulos auditivos, pero mientras el ruido nos estorba y perturba, los humanos disfrutamos de los sonidos, particularmente de los sonidos de la naturaleza.

La música ha explorado sobradamente el poder evocativo de los sonidos de la naturaleza. Entre las piezas musicales más conocidas por todos los públicos, están las Cuatro estaciones de Vivaldi o su Tormenta del Mar; también encontramos la sexta sinfonía de Beethoven, conocida como la Pastoral; y seguro que muchos de vosotros podéis pensar en otras piezas más modernas, como "Riders on the storm” de The Doors (que conocí gracias a mi hermano mayor). Sin embargo, ¿os habéis preguntado alguna vez por qué nos gustan y buscamos los sonidos de la naturaleza? Los sonidos ambientales que podemos oír en la naturaleza suelen tener origen animal, como los cantos de los pájaros y los sonidos de otros animales; de origen geofísico, como los sonidos del mar, el agua corriente de ríos y arroyos, lluvia y viento; y de origen antropogénico, generado por actividades humanas. Muchas especies, incluyendo la nuestra, utilizamos los sonidos ambientales para orientarnos y también para percibir nuestro entorno. Los sonidos son sondas de información de nuestro exterior, y para los humanos (como también para la mayoría de mamíferos) los estímulos auditivos complementan los estímulos visuales. El ruido enmascara los sonidos ambientales naturales y, por eso, nos acaba generando una situación de malestar, porque interfiere en la percepción esmerada de lo que nos rodea. De hecho, está demostrado que la magnitud del ruido ambiental está directamente relacionada con problemas de salud, desde pérdida de la audición, acúfenos, y si pensamos más allá del sentido de la audición, se relaciona con un incremento del estrés, hipertensión, problemas cardiovasculares, y enfado. Oír ruidos de forma prolongada nos hace enfadar.

Los sonidos relacionados con el agua proporcionan un beneficio sobre la salud, mientras que los sonidos de pájaros y otros animales incrementan la percepción de tranquilidad, disminuyendo el estrés y la sensación de enfado

Pero, ¿y los sonidos de la naturaleza? Acaba de salir publicado un artículo que hace un metaanálisis (es decir, un análisis comparativo de los datos generados por muchos otros artículos) sobre cuáles son los efectos de los sonidos de la naturaleza sobre la salud humana. Se han comparado los resultados de 36 artículos científicos y, a pesar de que la mayoría se realizan en un laboratorio o un hospital, llegan a la conclusión de que, claramente, los sonidos que encontramos en los parques y bosques producen un beneficio sobre la salud humana: los sonidos relacionados con el agua proporcionan un beneficio sobre la salud —presión sanguínea, pulsaciones por minuto, cantidad de cortisol (hormona que producen las glándulas suprarrenales en situaciones de estrés) en sangre, pruebas cognitivas— mientras que los sonidos de pájaros y otros animales incrementan la percepción de tranquilidad, disminuyendo el estrés y la sensación de enfado y, por lo tanto, permiten una mayor concentración junto con la sensación de placer. Si se estudia el efecto de todos los sonidos naturales conjuntamente con respecto al ruido, se observa una mejora significativa, con incremento de los efectos positivos y disminución en los negativos. Incluso, si hay superposición de sonidos naturales, con ruidos antropogénicos a lo lejos (por ejemplo, en un parque próximo a una ciudad o una carretera), el efecto positivo sobre la salud sigue siendo perceptible. Esta acción sobre la salud viene, seguramente, determinada por la percepción ancestral de peligro basada en el sentido del oído. Un ruido antropogénico continuado nos hace estar alerta, provocando concentraciones elevadas de cortisol en sangre, que cuando se cronifican, comportan problemas de salud. Por lo contrario, los sonidos naturales nos hacen sentir tranquilidad y sensación de control sobre nuestro entorno más inmediato, disminuyendo el estrés de la alerta. Así, pues, no es de extrañar que los humanos busquemos lugares con sonidos naturales porque directamente inciden en nuestra percepción de bienestar, tanto de forma subjetiva como también objetiva, cuando analizamos diferentes medidas fisiológicas.

Los autores del artículo que os comento viven en los Estados Unidos, uno de los países que tiene más parques naturales y, además, muy variados (recordad que dentro de los Estados Unidos encontramos tanto los parques naturales de las Rocosas, como los de Mojave, Alaska o Hawai). Existe un programa gubernamental muy bien implementado para favorecer que los visitantes conozcan estos parques naturales, y una parte de la investigación de estos parques se dirige a estudiar y analizar su diversidad, una parte de la cual es la auditiva. El sonido ambiental de los diversos parques tiene componentes originados por los paisajes y fauna diferenciales. El sonido del parque de Yellowstone no se parece nada al sonido de los parques en la zona volcánica de Hawai. Estos sonidos ambientales de los parques están siendo reconocidos como un bien común que hay que proteger y, por eso, se ha hecho una recopilación de los sonidos de los diferentes parques (si los queréis escuchar, os recomiendo ir a la página web de los Parques Nacionales de los EE.UU. (NPS)) donde podéis encontrar una recopilación relajante acústica de sonidos de la naturaleza, así como grabaciones específicas de cada parque, incluyendo los sonidos de búhos, lobos, alces y pequeños pájaros). Así que estos investigadores comparan los sonidos de 221 localizaciones en 68 parques naturales diferentes. Su conclusión es que la gran mayoría (un 75%) tienen ruidos de animales mientras que en torno al 42% de las grabaciones contienen sonidos de origen geofísico. En muchos de ellos se puede oír a lo lejos ruidos antropogénicos. Sin embargo, los investigadores concluyen que hay que proteger estos sonidos porque producen un beneficio directo en el bienestar de las personas, y proponen estudiar el efecto en varias poblaciones y culturas. Además de promocionar los parques naturales, proponen conservar sus sonidos y favorecer que las personas puedan disfrutar, por ejemplo, con excursiones específicas para ir.

Curiosamente, siguiendo los enlaces de este artículo, he acabado en la página de los NPS donde, de forma muy divertida y basándose en un juego de preguntas y respuestas sobre preferencias personales, te recomiendan cuál de todos los parques nacionales puedes visitar para tener una magnífica experiencia en medio de la naturaleza. Entre los sonidos y las vistas, no me digáis que no es una magnífica manera de promocionar sus parques naturales. He intentado ver si hay acciones similares para dar a conocer los sonidos de rincones de naturaleza de nuestro país. No he encontrado demasiada cosa, unos pocos vídeos colgados de forma individual, que permiten disfrutar del sonido del agua del Montseny. Algún ayuntamiento de Marina Alta (Alcalalí), que también nos deja una cata de los sonidos de sus bosques, y algunas iniciativas de cursillos y excursiones aquí y allí, pero me da la sensación de que todavía nos queda mucho por aprender sobre cómo promocionar nuestros bosques y parques naturales que, además de alegrarnos la vista, son fuente de salud por el placer acústico y el relajamiento mental.