Esta semana, por no decir este otoño, no nos podemos quejar de la falta de lluvia. Llovió el jueves, ha llovido el viernes y seguirá lloviendo. Durante el tiempo que viví en el Reino Unido llovía casi cada día, pero era llovizna, como la de una manguera de agua a aspersión, que acaba regando día sí y día también, dejando el suelo con olor de humedad y la hierba de un color verde lujurioso. En el Mediterráneo, las lluvias suelen acumularse en primavera y en otoño, y cuando llueve, puede granizar, relampaguear y tronar... lluvia y tormenta suelen ir de la mano; las gotas de lluvia son grandes y repican con fuerza en los tejados de casa y en los capós de los coches. Somos gente de luz y sol, y cuando llueve se nos colapsan las villas y ciudades. El transporte público en Barcelona y alrededores presenta paradas, retrasos y averías y parece que a todos se nos gire el cerebro y tenga que coger el coche para movernos. No os hablaré de los atascos imposibles en que me he encontrado estos dos últimos días porque seguramente vosotros estabais igualmente parados, capturados en una serpiente gigante de luces rojas.

Los mediterráneos sabemos que, sobre todo en otoño, las lluvias torrenciales son un peligro, que las torrenteras se llenan a rebosar de agua en un cerrar y abrir de ojos, que las aguas salvajes fuera de madre se llevan árboles, vehículos, personas y casas. Cada año, sea aquí o en otro lugar del Mediterráneo, este año ha golpeado en Italia, hay muertes desgraciadas de personas atrapadas en la corriente poderosa de los torrentes. Y mira que lo sabemos, que no se tiene que construir en las torrenteras, y mira que lo sabemos, que las rieras crecen y el agua no avisa, pero los humanos no siempre sabemos ver y reconocer el peligro con suficiente tiempo. Sin duda, la observación del cielo y la predicción del tiempo meteorológico es una actividad humana muy antigua, porque los humanos siempre hemos realizado muchas actividades en el exterior. La meteorología no es una ciencia de precisión absoluta, pero con el montón de datos que se obtienen de los observatorios de todo el mundo, de los sensores de diferentes alturas de la atmósfera, y el conocimiento de corrientes de aire y de agua, cada vez permite efectuar mejores predicciones.

Una de las cuestiones que los científicos meteorólogos se plantean es si es cierto que cada vez llueve más y más intensamente

Gracias a esta recopilación sistemática de datos, cada vez más completos, desde hace muchos años sabemos que las actividades humanas están detrás del cambio climático y que este incremento de la temperatura anual en todo el mundo provoca el deshielo de los glaciares árticos y antárticos, y que los ciclones y huracanes sean cada vez más frecuentes y más persistentes. No sé si tenéis curiosidad, pero podéis consultar los datos climatológicos de los diversos lugares de Catalunya en el Idescat (Institut d'Estadística de Catalunya), donde podréis encontrar la pluviometría mensual y anual, así como las temperaturas diurnas y nocturnas, la variación en las temperaturas del agua del mar, etc. Respecto al estado español, también podéis encontrar datos meteorológicos en la Agencia Estatal de Meteorología, donde también encontraréis efemérides curiosas para cada día del año, por ejemplo, se sabe que el día 18 de noviembre de 1439 hubo una tormenta en Barcelona que arrasó las obras que se estaban haciendo en el puerto de la ciudad, y el mismo día de 1616, hubo unas inundaciones históricas en la ciudad de Málaga.

Pues bien, una de las cuestiones que los científicos meteorólogos se plantean es si es cierto que cada vez llueve más y más intensamente. Un estudio recién publicado en Geophysical Research Letters estudia justamente si actualmente las lluvias diarias son cada vez menos homogéneas y si la cantidad de lluvia está cambiando, es decir, si cuando recogemos los datos de pluviometría anual de un lugar, son más relevantes las lloviznas seguidas durante muchos días o las lluvias torrenciales en unas pocas horas. Estudiando los datos mundiales obtenidos de estaciones climatológicas que registran los datos meteorológicos diariamente (y que, por cierto, el gobierno americano las tiene accesibles y públicas, tanto en las páginas web de la NASA, como en otros laboratorios del Departamento de Energía), los científicos llegan a la conclusión de que es normal que, en cualquier lugar del mundo, la mitad de toda la lluvia anual caiga en sólo 12 días. Es decir, que es muy probable que en cualquier lugar del mundo, pueda haber lluvias torrenciales de pocos días de duración pero de muchísima intensidad, con las consiguientes inundaciones, desprendimientos de tierra y destrucción/erosión de la superficie de la tierra.

Si la lluvia no está tan bien repartida anualmente, como consecuencia, habrá muchas más ocasiones para sequías intensas y para inundaciones dramáticas

Este estudio todavía intenta ir más allá, ya que a partir del estudio exhaustivo de los datos de todo el mundo, intentan extraer un patrón que permita hacer predicciones mundiales. Si se pueden predecir las lluvias, su intensidad y duración, se podrán predecir sequías e inundaciones. Hacen simulaciones en varias circunstancias, por ejemplo, teniendo en cuenta el cambio climático, predicen cuál será el efecto invernadero a causa de las emisiones más elevadas de dióxido de carbono. Con más temperatura, habrá más evaporación del agua dulce y de los mares, con una mayor saturación de vapor de agua, es decir, más humedad en la atmósfera. Estos cambios provocarán una mayor condensación de agua y lluvias más intensas. Se calcula que a finales del siglo XXI, cada vez habrá lluvias más intensas pero peor repartidas, por lo tanto, las predicciones nos dicen que no habrá más días de lluvia, sino que, cuando llueva, las lluvias serán torrenciales, y aproximadamente la mitad de la lluvia anual se recogerá en seis días, por término medio. Más agua, pero que, potencialmente, hará más daño, a causa de los efectos del cambio climático.

Por lo tanto, si la lluvia no está tan bien repartida anualmente, como consecuencia, habrá muchas más ocasiones para sequías intensas y para inundaciones dramáticas. Haría falta que este tipo de artículos les leyeran políticos y gestores medioambientales, porque es un aviso claro, y la ciencia nos permite predecir lo que sucederá. No hace falta que esperemos cincuenta años sin hacer nada, hay que prepararnos ahora para este cambio climático, hacen falta acciones preventivas para situaciones de desastre que seguro que tarde o temprano sucederán en un futuro próximo. Prevención con el fin de evitar futuras lamentaciones.