Las previsiones de la rentrée política presentaban a un Gobierno español a punto de caer, acosado por los tribunales, con acusaciones de corrupción a los hombres de confianza del presidente, también a su esposa y a su hermano, y lo que es más rocambolesco, al fiscal general del Estado. Además, el Ejecutivo había perdido prácticamente el apoyo de la mayoría parlamentaria, así que no podía aprobar leyes ni presupuestos. Cuando se anunció que Pedro Sánchez empezaría el curso el 8 de septiembre con una declaración institucional, lo normal era esperar la dimisión o la convocatoria de elecciones anticipadas, pero no. Con dos bemoles, Pedro Sánchez enumeró “nueve acciones adicionales para detener el genocidio en Gaza, para perseguir a sus ejecutores y para apoyar a la población palestina”. Y la política española dio un vuelco como cuando el jugador de ajedrez que va perdiendo levanta de un manotazo el tablero, las piezas saltan por los aires y la partida debe volver a empezar con los contrincantes situados en posiciones distintas.

Con el pretexto de Gaza, la política española dio un vuelco como cuando el jugador de ajedrez que va perdiendo levanta de un manotazo el tablero, las piezas saltan por los aires y la partida debe volver a empezar con los contrincantes situados en posiciones distintas

La ofensiva agitadora del Gobierno y de los partidos de la coalición sobre el conflicto en Oriente Medio creció progresivamente alimentando las movilizaciones en todo el país, previamente programadas por entidades civiles y relativamente multitudinarias, que culminaron con las protestas y el boicot final a la Vuelta Ciclista a España. Primero fueron cinco activistas en Figueres, después en las etapas que atravesaban el País Vasco y Galicia, y el gran boicot en la etapa final en Madrid. Y ya no se celebra en España un evento en el que no se exprese la denuncia del “genocidio” y la solidaridad con Palestina. Sin ir más lejos, este fin de semana en el Festival de Cine de San Sebastián.

Hay que decir que las protestas no han crecido porque el presidente del Gobierno español activara un interruptor, sino porque el ejército israelí ha intensificado su ofensiva militar, ha iniciado la ocupación de la ciudad de Gaza, los ataques y bombardeos han sido cada vez más devastadores y las imágenes de bebés desnutridos interpelan a cualquier ser humano. Dicho de otra manera, no ha sido Pedro Sánchez quien ha convocado la manifestación. La manifestación ya estaba convocada y Sánchez ha visto la oportunidad de ponerse al frente. Las encuestas le aseguraban el éxito. El 82% de los españoles, según la encuesta del Real Instituto Elcano, consideran que el Gobierno de Israel está cometiendo un genocidio en Gaza. Y además, el silencio de los líderes europeos respecto a la tragedia palestina ha situado a Pedro Sánchez como el único dirigente europeo capaz de plantar cara a Netanyahu y también a Donald Trump.

Otra cosa son las consecuencias de esta iniciativa quijotesca de Pedro Sánchez. Es obvio que la posición española no ha hecho ni hará cambiar la estrategia de Netanyahu ni la de Donald Trump. Ni siquiera modificar la tímida actitud de la Unión Europea, como se ha visto esta misma semana. El canciller alemán ha negado ante Sánchez que haya genocidio en Gaza y la UE no pasa de plantearse alguna medida arancelaria que equivale prácticamente a no hacer nada. Tampoco España podrá llevar hasta el final el anunciado embargo de armas a Israel. Primero porque el acuerdo militar con Estados Unidos impedirá al Gobierno español detener las operaciones que utilicen las bases americanas en territorio español. Y también porque el arsenal más moderno del Ejército español tiene una dependencia tecnológica que le impide prescindir de su proveedor israelí.

Sin embargo, la iniciativa de Sánchez sí ha tenido consecuencias a nivel doméstico. Antes del verano, Sánchez estaba acorralado y ahora vuelve a marcar la agenda política. Todas las desgracias que se cernían sobre el jefe del Ejecutivo han pasado a segundo plano, porque la tragedia de Gaza es para muchísima gente algo que les afecta más que lo del fiscal general o la esposa del presidente. Y que todo el dolor que puedan sufrir, por ejemplo, los ciclistas de la Vuelta no es nada comparado con la tragedia de los niños de Gaza. Desde posiciones proisraelíes se ha acusado a Sánchez de utilizar la tragedia palestina en beneficio propio, pero aun reconociendo eso, quienes consideran que en Gaza hay un genocidio afirman que el beneficio político que pueda conseguir Sánchez de ello se lo ha ganado con creces.

La ofensiva de Sánchez ha dejado descolocado al líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, porque ni puede ni quiere apoyar la iniciativa de Sánchez, pero sabe que la opinión pública sí la ve con buenos ojos. No solo eso. Quien también está aprovechando la coyuntura es Isabel Díaz Ayuso. Su capital político aumenta en la medida en que se enfrenta de igual a igual al presidente del Gobierno, por eso ha aprovechado para abanderar la causa israelí sin tapujos, una estrategia que deja a Feijóo como un líder débil.

Pero esta debilidad quien la capitaliza electoralmente es Vox, que según las encuestas está doblando sus apoyos con una tendencia continuada al alza al mismo ritmo que los partidos de extrema derecha lo registran en Francia, Alemania o Reino Unido. Algunos analistas de datos no descartan que Vox pueda acabar disputándole al PP el liderazgo de la derecha.

Pedro Sánchez ha iniciado una ofensiva que le supone recuperar los votos que pierden Sumar y Podemos y polarizar el debate hacia los extremos, de manera que él gana por la izquierda, el PP pierde por la derecha y Ayuso desarma a Feijóo

François Mitterrand, el presidente socialista francés, fue el primero que calculó que la aparición de la extrema derecha dividía a sus adversarios conservadores y le facilitaba la victoria. Así que optó por dar protagonismo a Le Pen cuando no era nadie. Ahora se le podría reprochar. Pedro Sánchez ha iniciado una ofensiva que le supone recuperar los votos que pierden Sumar y Podemos y polarizar el debate hacia los extremos, de manera que él gana por la izquierda, el PP pierde por la derecha y Ayuso desarma a Feijóo. Son los ingredientes para ir a unas elecciones en condiciones de ganarlas, pero tendría que ser pronto, antes de que los jueces reaccionen.