En mayo de 2023, en las elecciones municipales de Huesca, el PP obtuvo 8841 votos, el PSOE 6938 y Vox 2581. De los 25 escaños a elegir, el PP se quedó con 12, el PSOE con 10 y Vox con 3. La suma de PP y Vox hace que, desde entonces, en Huesca gobiernen las derechas. Pero la cosa podía haber ido muy diferente porque se presentaron hasta cuatro formaciones a la izquierda del PSOE que fueron por separado: Podemos, que obtuvo 1149 votos, Cambiar Huesca que consiguió 1098, Chunta Aragonesista 1088 y Equo 1055. Ninguna de las cuatro candidaturas alcanzó el 5% mínimo para obtener representación, pero las cuatro se quedaron a décimas de alcanzarlo. Ya les hago los cálculos yo: si Podemos, Cambiar Huesca, Chunta Aragonesista y Equo hubieran ido juntas en una sola papeleta, la suma habría llegado a los 4390 votos y el reparto de los 25 concejales habría quedado así: PP, 10 concejales, PSOE 8 concejales, Vox habría bajado a 2 mientras que este conglomerado habría quedado en tercera posición con 5 sillas. PP y Vox sumarían 12 concejales mientras que el PSOE y la hipotética candidatura de izquierdas, 13 y eso hace pensar que hoy día la alcaldía de Huesca estaría en otras manos.
Este es un ejemplo que explica por sí solo cómo la fragmentación de un voto más o menos similar desde el punto de vista ideológico puede comportar que al acudir por separado a las urnas facilite que otras opciones, por el simple hecho de ir unidas, acaben obteniendo mejores resultados. De hecho, el ejemplo de Huesca se pone solo desde el punto de vista de las formaciones de izquierdas pero paradójicamente esconde otro dato: Si las izquierdas a la izquierda del PSOE hubieran ido juntas, pero PP y Vox también, la tortilla se habría vuelto a girar a favor de las derechas porque los 11.422 que suman los dos partidos habría decantado el reparto de concejales 13-12 a favor de las derechas.
Cuanto más separado va un mismo bloque ideológico, peores son los resultados
Este escenario de fragmentación que se vivió en la ciudad de Huesca se puede volver a repetir en toda Aragón el próximo 8 de febrero porque de cara a las elecciones autonómicas, a la izquierda del PSOE se presentan tres candidaturas que volverán a ir por separado: Podemos, Chunta Aragonesista e Izquierda Unida. El máximo de coalición que ha conseguido este espacio político es que el movimiento Sumar vaya conjuntamente con Izquierda Unida. Pero a pesar de ello, las posibilidades de victoria de las izquierdas son menores hoy que hace una semana, cuando todavía estaba abierto el periodo para inscribir coaliciones electorales. Por el simple hecho de ir por separado, el bloque progresista obtendrá peores resultados y esta no es una opinión política sino una verdad matemática.
En Catalunya también hemos tenido ejemplos de este tipo. Sin ir más lejos, en las elecciones al Parlament de 2021, el PSC obtuvo 33 diputados, ERC también 33 (pero menos votos) y Junts 32 diputados. En aquellos comicios participó el PDeCAT, una escisión de Junts que también se decía independentista pero que renegaba de la vía unilateralista y especialmente de las figuras de Laura Borrás (entonces candidata juntaire) y Carles Puigdemont. El PDeCAT obtuvo 77.000 votos y con un 2,72% de los votos no llegó al mínimo para obtener representación parlamentaria. Debemos tener en cuenta que Cataluña no es circunscripción única y por tanto hay que fijarse en lo que obtuvo el PDeCAT en Girona, Lleida, Tarragona y Barcelona. Este ejercicio lo hizo David González para este diario y os lo recomiendo mucho leer. Pero resumiendo: si los 77.000 votos del PDeCAT hubieran ido a parar a la lista de Junts, esta formación habría ganado las elecciones con 35 diputados, ERC habría obtenido 32 y el PSC 31. De aquellos comicios salió el gobierno de Pere Aragonès.
El sistema electoral actual tiene dos factores que castigan la fragmentación del voto: el primero es la barrera de acceso para empezar a repartir diputados o concejales. En el caso de Catalunya, este umbral electoral es del 3%. Es decir, para entrar en el juego de los repartos de sillas, el requisito mínimo es haber alcanzado el 3% en alguna de las demarcaciones y a partir de aquí, repartirse las sillas. Pero sin el 3% de los votos no eres ni invitado a la mesa. Y el segundo factor es la ley D'Hondt, el sistema de cálculo para atribuir escaños. Es un sistema que, por el hecho de ir dividiendo el voto en cocientes, favorece a los partidos que han obtenido más votos.
En las municipales de 2027 o en las catalanas de 2028 el independentismo podría ganar pero el PSC sería la fuerza más votada
En las elecciones municipales, esta fragmentación de voto está todavía más penalizada por dos razones añadidas: en los comicios locales el umbral electoral no está al 3% sino al 5%, porcentaje que aún castiga más la disgregación. Y, una vez celebradas las elecciones, la ley electoral premia al ganador (aunque sea con un solo voto) con la posibilidad de gobernar aunque sea en minoría: al vencedor de las elecciones municipales no le hace falta obtener una mayoría absoluta de los concejales para ser alcalde sino que, simplemente, no haya una mayoría alternativa en contra (que es lo que pasó en 2019 y 2023 en Barcelona. Habían ganado Ernest Maragall y Xavier Trias respectivamente, pero Comuns, PSC y Manuel Valls (en 2019) y PSC, Comuns y PP (en 2023) aglutinaron sus fuerzas para poner a Ada Colau y Jaume Collboni como alcaldes).
El próximo episodio puede ocurrir en las próximas elecciones locales de 2027 y catalanas de 2028. Por segunda vez en ambas elecciones, el independentismo acudirá con cuatro formaciones: Junts, Esquerra, la CUP y Aliança Catalana. Pero según todas las encuestas, esta disgregación se traducirá en una victoria del PSC que, a pesar de no traducir su acción de gobierno en un aumento en intención de voto, continuará como la fuerza más votada, muy alejada de la mayoría absoluta (fijada en 68 diputados) y por tanto con la primera opción para gobernar 4 años más con Salvador Illa de presidente. Ahora bien, si no hay adelanto electoral, la primera cita con las urnas en Cataluña será en mayo de 2027, en las elecciones municipales. Entonces se podrá ver una primera muestra de cómo mayorías sociales de una determinada ideología pueden quedarse en la oposición por el simple hecho de que el voto de esta mayoría se ha dispersado en muchas minorías mientras que el modelo contrario ha ido más compacto y ha salido vencedor.
