Hacía tiempo que el Grupo Socialista no vibraba en los escaños como lo ha hecho con el discurso de la ministra de Hacienda sobre la ley de presupuestos. En realidad, el parlamento de María Jesús Montero tuvo mucho más de política que de números, de contexto que de cuentas, de mitin que de intervención parlamentaria… Y, pese al alicaído ánimo del socialismo, logró entusiastas aplausos de los suyos, además del reconocimiento de su altura política entre los contrarios.

 A Pablo Casado se le congeló la sonrisa al escuchar aquello de: “¿Sabe usted dónde está el milagro económico de la derecha? En la cárcel”. Y eso que la fiebre de una gripe no impidió que el líder del PP volviera por donde suele en su sobreactuada crítica al Gobierno: que si la humillación a España; que si la rendición al separatismo; que si una espada clavada por la espalda a la Constitución; que si el Gobierno está más muerto que vivo… Para la derecha, ya saben, siempre que no gobierna, el Apocalipsis “is coming”.

Pedro Sánchez miraba impasible desde su escaño mientras Montero daba por inaugurada la campaña electoral para unas generales que, según los planes “monclovitas”, tienen todas las papeletas para celebrarse en abril, a muy  pocas semanas de las municipales, autonómicas y europeas.  El presidente guarda un circunspecto silencio sobre ello y sobre cualquier otro asunto desde que el pasado día 4 reconociera a Juan Guaidó como "presidente encargado" de Venezuela en una declaración sin preguntas. Y dicen que así seguirá hasta que el Congreso certifique hoy la devolución de las cuentas públicas. Quizá sea entonces cuando anuncie la disolución de las Cortes y llame a las urnas. O quizá no. Pero en Moncloa y en el PSOE huele desde hace días a anticipo.

¿Recuerdan lo del gobierno de izquierdas? Pues ya ha pasado a mejor vida, porque ahora hay que buscar votantes de todas las ideologías

De momento, María Jesús Montero le ha tomado la delantera y ha estrenado la que será la nueva estrategia del Gobierno, que pasa por convertir al PSOE en víctima de una pinza entre los independentistas y la derecha con el único objetivo de situarle en la centralidad política que ha abandonado Rivera para formar parte de la llamada triple alianza.

¿Recuerdan lo del gobierno de izquierdas? Pues ya ha pasado a mejor vida, porque ahora hay que buscar votantes de todas las ideologías, porque no habrá presupuestos con el apoyo de los independentistas y porque a Sánchez le urge romper cuanto antes con quienes le llevaron en volandas hasta La Moncloa. Cuestión distinta es que los ciudadanos carezcan de memoria.

Los socialistas creen que están a tiempo, que en el fondo les conviene la polarización a la que la derecha ha arrastrado el debate público, y mucho más el efecto movilizador del 8-M, que este año confían en que sea la respuesta ciudadana a la concentración del pasado domingo en la plaza de Colón. De todo ello se habla en los pasillos de un Congreso convertido en un hervidero de rumores sobre la fecha electoral y el momento en que Sánchez lo anunciará. Ya no queda mucho.