"Los hechos son hechos y, si se los observa con suficiente cuidado, suelen decirle a uno algo"
Agatha Christie
No pienso darles la turra el último día del año o, mejor dicho, voy a dársela pero intentaré que sea llevadera. Me perturba sobremanera descubrir cómo vamos perdiendo de forma global la pasión por los hechos y, con ella, la capacidad de razonar. La cuestión de Villamanín y las puñeteras participaciones es todo un espejo sociológico que no versa, como tantos indican, sobre las mezquindades de los pueblos pequeños, sino más bien sobre nuestra incapacidad para hallar los hechos y para pronunciarnos sobre ellos. Tal esfuerzo lo hemos cambiado por la emocionalidad: me dan pena los chicos, me encocora la mujer avariciosa que no quiere acceder a la quita, qué malos son los asturianos… Eso no es razonamiento, y sin razonamiento ningún problema será resuelto por ninguna ideología, partido o secta. Venimos de las Luces y las estamos apagando.
Lo de los décimos y las participaciones es un cuadro de nuestro pobre Estado. Ni los implicados, asistidos de abogado, ni el periodismo ni ningún otro mecanismo ha conseguido aclarar lo que ha sucedido. Con los hechos en la mano, todo sería más sencillo y podríamos dilucidar si estamos ante un error anterior al sorteo o ante una estafa posterior a este. Sin los hechos todo es un batiburrillo, una sospecha, un enfrentamiento, una desconfianza y mil emociones, y por eso auguro que la cosa acabará ante la Justicia, que, a día de hoy, parece la única instancia capaz de acercarse mínimamente a los hechos. ¿Saben por qué? Porque puede obligar a decir la verdad o a entregar los objetos o documentos que pueden revelarla. Sin esa coacción, no hay ya verdad posible.
¿Por qué hay hasta tres versiones de dónde están los décimos? ¿Por qué apareció el talonario "perdido" justo después de saberse que tenía el Gordo?
Verán las dudas que no se aclaran: si hay un talonario olvidado sin vender —creo que es lo primero alegado—, no habría problema alguno, porque lo vendido estaría respaldado. Ergo el problema viene de que el talonario "olvidado" no se sabe dónde está, qué matrices tenía ni quién lo tiene o si está íntegro o no. Si todo se hizo con control y el lotero tiene las matrices canjeadas, ¿qué problema hay? Cualquier numeración no respaldada sería un papel mojado. ¿Por qué hay hasta tres versiones de dónde están los décimos? ¿Dónde están? ¿Por qué apareció el talonario "perdido" justo después de saberse que tenía el Gordo? ¿Por qué dicen que se mezcló en una bolsa con los otros? ¿Qué otros, si se habían entregado las matrices al lotero? ¿Se han cobrado ya algunos décimos originales, como sospechan y denuncian algunos vecinos? Miss Marple la gozaría. Desde su esquinita en St. Mary Mead, regando las plantas, habría observado las idas y venidas, los cambios de versión, los comadreos de cada casa, y a estas alturas podría decirnos qué hacía ese talonario guardado y qué ha sido de él. De paso, algunas miserias humanas quedarían al descubierto; no se pueden hacer tortillas sin romper huevos. Solo entonces sabríamos si los chavales merecen compasión, si es justo hacer una quita o si hay jetas queriendo sacar tajada de una acción de estafa realizada tras conocer el premio. Solo entonces.
Las novelas de enigma le gustan a nuestro cerebro precisamente porque está diseñado para juntar los hechos como en un rompecabezas y sacar conclusiones de ellos. Nos da placer encontrar la verdad oculta y nos da placer porque es básico para la subsistencia de la especie, o ¿por qué creen ustedes que el sexo es biológicamente placentero? Sin embargo, caminamos en el sinsentido, y de cobrar vida actualmente Miss Marple, Poirot o cualquier otro detective que hayan amado, se suicidarían. A ese punto hemos llegado.
Pongamos otra cuestión sobre la mesa: el espionaje mediante Pegasus realizado a móviles de miembros del Gobierno de España. Hemos sabido, por el periodista de tribunales Ricardo Corasa, que tras diez meses de espera, el juez Calama tiene la respuesta de la justicia gala sobre las coincidencias entre el espionaje realizado en Francia y el sufrido en España. Francia contesta que los servicios marroquíes son el nexo de unión entre ambos: "La comparación de los datos franceses y españoles ha permitido identificar dos marcadores idénticos", lo que según la justicia gala "deja suponer autores comunes", y sigue el juez francés: "¿Los servicios marroquíes?". Lo más curioso de esas respuestas de Francia reside en que el magistrado de enlace español en Francia —nombrado por el Gobierno—, en vez de ayudar a las pesquisas, le habría dicho a Eurojust: "Me cuesta un poco ver cómo encaja esta orden europea de investigación española", expresando así sus dudas sobre la comisión rogatoria de la Audiencia Nacional. No interesa la verdad, no interesa esa verdad, y como los jueces son una mosca cojonera buscándola, hay que cortocircuitarlos a ser posible. Y si no conocemos los hechos, nunca podremos entender el viraje de la política exterior con el Sáhara ni tantas otras cosas. ¡Que san Poirot nos ampare!
Sin verdad común no subsistimos. Si algo deben buscar en Pluribus Carol Sturka y Manousos Oviedo para salvar a la humanidad, es la verdad, son los hechos. Por cierto, se la recomiendo. Sin hechos y sin verdad no hay futuro para nadie. Solo puedo desearles para el nuevo año que sean verdaderos, auténticos, humanos.
Mundo grande, infierno infinito. ¡Feliz paso de año!
